El supuesto uso de armas químicas por parte del ejército ruso en Mariúpol, en el curso de la invasión de Ucrania decretada por Vladímir Putin el pasado 24 de febrero, ha puesto sobre la mesa este tipo de armamento que la legislación internacional prohíbe en términos generales. Qué son las armas químicas y dónde han mostrado su cara más letal, tanto de forma reciente como a lo largo de la historia. Para empezar a describirlas conviene hacer hincapié en el apelativo que acompaña al sustantivo. Y es que este tipo de armamento no es más destructivo por desarrollar una gran potencia explosiva sino por contar con agentes tóxicos y sustancias químicas para conseguir sus objetivos de matar, herir o incapacitar.
Los gases nerviosos, junto al cianuro, se consideran los agentes químicos más letales de una gama amplia de opciones. Se desarrollaron para ser empleados por vez primera en la Primera Guerra Mundial, donde los alemanes utilizaron por primera vez el gas lacrimógeno en 1914. Por su parte, el cloro se utilizó en Ypres, el 16 de abril de 1915, y a pesar de su simpleza sus efectos fueron devastadores. Según Naciones Unidas, «ambos bandos del conflicto utilizaron gas venenoso para infligir sufrimiento atroz y un considerable número de bajas en el campo de batalla».
El modus operandi era bastante sencillo. Se basaba en utilizar sustancias químicas comerciales, introducirlas en municiones habituales como granadas y proyectiles de artillería y arrojarlas contra el enemigo. «Entre las sustancias químicas empleadas se encontraban el cloro, el fosgeno (un agente sofocante) y el gas mostaza (que provoca dolorosas quemaduras en la piel). Los resultados fueron indiscriminados y a menudo devastadores. Se produjeron casi 100.000 muertes», recoge un apartado de la página oficial de la ONU dedicado específicamente a este armamento.
«Desde la Primera Guerra Mundial, las armas químicas han causado más de 1 millón de muertes en todo el mundo», y eso a pesar de que en 1925 se firmó el llamado Protocolo de Ginebra, un texto legal que prohibió el uso de armas químicas en la guerra. Tal y como subraya Naciones Unidas, «si bien fue un gran paso, el Protocolo presentaba una serie de lagunas significativas». Y es que aunque se prohibió su utilización como norma general en la guerra, no se pusieron vetos a su desarrollo, producción o almacenamiento de armas químicas.
Por si fuera poco, «muchos Estados que ratificaron el Protocolo se reservaron el derecho de usar armas prohibidas contra Estados que no eran partes firmantes o como represalia en caso de que se utilizaran armas químicas en su contra». Existe todo un corpus legislativo e incluso una organización internacional que vela por el cumplimiento de los preceptos internacionalmente establecidos en el marco de las armas químicas. De tal forma, con la entrada en vigor de la Convención sobre las Armas Químicas el 29 de abril de 1997, se estableció formalmente la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ), cuya Secretaría Técnica se encuentra en La Haya (Países Bajos). En términos formales la respaldan 189 países, entre ellos Rusia y la inmensa mayoría de la comunidad internacional.
Pese a ello las autoridades ucranianas elevan denuncias sobre el supuesto uso de armamento prohibido por parte de los rusos en Mariúpol. Cabe recordar, en este punto, que en el pasado reciente se han producido acusaciones similares contra el ejército ruso, en concreto en sus incursiones en Siria respaldando al régimen de Bachar al Asad.
Qué otras regiones del planeta han vivido las dramáticas consecuencias del uso de este tipo de armas. Según la ONU «durante la Segunda Guerra Mundial se usaron gases venenosos en campos de concentración Nazis y en Asia, aunque no se emplearon armas químicas en los campos de batalla de Europa». En la Alemania Nazi y en los territorios ocupados por el terror de Adolf Hitler se desplegó un plan de aniquilamiento en masa en las cámaras de gas, donde se empleó el Zyklon B, el gas letal de infausto recuerdo.
A pesar de reconocer que «durante el período de la Guerra Fría se observó un significativo desarrollo, fabricación y almacenamiento de armas químicas», también asegura que «desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, según informes, se han utilizado armas químicas solo en pocos casos, principalmente en Iraq en la década de 1980 contra la República Islámica de Irán».
No obstante en el recuerdo quedan otros usos de armamento químico en las décadas pasadas. Icónica es la imagen de la niña desnuda corriendo por una carretera con el rostro lleno de desesperación tras ser atacada con napalm, una especie de gasolina viscosa a la que suelen añadirle ácidos orgánicos. Resulta altamente inflamable, quema durante un largo periodo y se pega en todas las superficies por lo que supone una ratonera de la cual es casi imposible escapar.
Aquello ocurrió en la guerra de Vietnam, el 8 de junio de 1972, cuando Nick Ut, fotógrafo vietnamita de The Associated Press captó con su objetivo la huida en la que destaca la niña, en el centro de la imagen. Según las crónicas su aldea se roció con napalm por error. Los responsables fueron las milicias de Vietnam del Sur.
La niña, Phan Thi Kim Phuc, tenía 9 años y la rápida actuación del fotógrafo le salvó la vida. Al año siguiente sería distinguido con el Premio Pulitzer. Si bien la ONU no hace mención alguna al uso de armas químicas en el transcurso de la guerra de Vietnam, tan solo incide en que «en las décadas de 1970 y de 1980, se calcula que unos 25 Estados estaban desarrollando capacidades relativas a armas químicas».