Varios cazas furtivos F-35 estadounidenses llegaron a Corea del Sur para participar en unas maniobras conjuntas con aparatos del país asiático, en lo que supone el primer desplazamiento de este tipo de aviones del Pentágono a la península en cinco años, informaron los ejércitos de ambos países. Es la primera vez desde diciembre de 2017 -cuando ambos países llevaron a cabo su ejercicio Vigilant Ace en plena escalada de tensión con Corea del Norte- que EE.UU. envía cazas de quinta generación a la zona.
Los seis aparatos llegaron procedentes de la base de las Fuerzas Aéreas de Eielson, en Alaska, según detallaron en sendos comunicados el Estado Mayor Conjunto (JCS) surcoreano y las fuerzas estadounidenses desplegadas en Corea del Sur (USFK). Las aeronaves participarán en ejercicios con otros aviones estadounidenses y surcoreanos, incluyendo los F-35 que posee el país asiático, hasta el 14 de julio. Las maniobras buscan potenciar la «interoperabilidad de las dos Fuerzas Aéreas para volar sobre y en torno a la península de Corea», según USFK.
Este despliegue llega después de que el presidente estadounidense, Joe Biden, se comprometiera en su cumbre de mayo con su homólogo surcoreano, Yoon Suk-yeol, a desplegar activos estratégicos estadounidenses en Corea del Sur «de manera oportuna y coordinada según sea necesario» en función de las acciones de Corea del Norte. Seúl y Washington consideran que Pionyang está preparado desde hace semanas para llevar a cabo su primera prueba nuclear desde 2017 y que su ejecución depende exclusivamente de una orden del líder Kim Jong-un.
Corea del Norte, que lleva completamente aislada del exterior por la pandemia desde 2020, ha ignorado los llamamientos surcoreanos o estadounidenses para retomar el estancado diálogo sobre desnuclearización. El año pasado aprobó un plan de modernización armamentística que está detrás del número récord de pruebas de proyectiles que ha realizado este año, 19, y de los preparativos, captados desde febrero, para un nuevo test atómico.