El argumento de Occidente para aislar internacionalmente a Rusia por su invasión a Ucrania el 24 de febrero ha sido sencillo: incumple la carta fundacional de las Naciones Unidas al violar la soberanía y la integridad territorial de Ucrania. Los líderes occidentales exponen este argumento en la reunión anual que celebra esta semana la Asamblea General de la ONU. «Hablemos claro. Un miembro permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas invadió a su vecino, intentó borrar del mapa a un Estado soberano», dijo el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, en la asamblea.
Pero mientras Occidente compite con Rusia por la influencia diplomática, también reconoce que algunos Estados -sobre todo en el Sur global- están preocupados por pagar el precio de quedar en medio de una intensa rivalidad geopolítica. África está preocupada por lo que significa para la seguridad alimentaria, la ayuda, la inversión, el comercio y la salud. Los exportadores de materias primas de América Latina se preocupan por el acceso al mercado. «He venido a decir que África ya ha sufrido bastante el peso de la historia, que no quiere ser el lugar de una nueva Guerra Fría, sino un polo de estabilidad y de oportunidades abierto a todos sus socios», dijo el presidente senegalés, Macky Sall, en la reunión.
En última instancia, el mundo quiere que la guerra en Ucrania termine. Una semana después de la invasión rusa, dos tercios de los 193 miembros de la Asamblea General de la ONU reprendieron a Rusia y le exigieron que retirara sus tropas. Pero a medida que el conflicto se ha ido alargando, algunos países se han mostrado reacios a tomar partido. El presidente francés, Emmanuel Macron, dijo en un apasionado discurso que los estados occidentales trabajarían para convencer a quienes permanecen pasivos de que hagan más para presionar a Rusia para que ponga fin a la guerra. «No es una venganza contra Occidente, ni una oposición de Occidente contra el resto. Es urgente construir un nuevo contrato entre el Norte y el Sur, un contrato eficaz y respetuoso para la alimentación, el clima, la biodiversidad y la educación», dijo. Para dar el pistoletazo de salida a esos esfuerzos, Macron organizó una cena en Nueva York con ocho países de África, Asia y América Latina.
El presidente nigeriano, Muhammadu Buhari, dijo ante la Asamblea General que la guerra en Ucrania obstaculizaría «nuestra capacidad de trabajar juntos para resolver conflictos en otros lugares, especialmente en África, Oriente Medio y Asia». Afirmó que la guerra está «dificultando la tarea de abordar las cuestiones perennes» de la ONU, como el desarme nuclear, los refugiados rohinyá de Myanmar, las aspiraciones de los palestinos a convertirse en Estado y la «reducción de las desigualdades dentro de las naciones y entre ellas». Algunos países también han denunciado el doble rasero expuesto por la forma en que Occidente ha respondido a la guerra de Rusia en Ucrania.
La ministra de Relaciones Internacionales y Cooperación sudafricana, Naledi Pandor, afirmó que los principios fundacionales de la ONU no siempre se han aplicado de forma coherente y justa, y describió el problema como: «Creemos que el derecho internacional importa cuando uno se ve afectado, pero no importa cuando afecta a otro». Dijo que la solidaridad mundial era necesaria para hacer frente a otros retos como la inseguridad energética y alimentaria, el cambio climático, otros conflictos y la amenaza existencial de las armas nucleares. «En lugar de trabajar colectivamente para hacer frente a estos desafíos, nos hemos distanciado aún más a medida que las tensiones geopolíticas y la desconfianza impregnan nuestras relaciones», dijo Pandor.
El presidente polaco, Andrzej Duda, aprovechó su intervención en la ONU para decirnos «unas palabras de verdad a nosotros, los líderes del Norte rico, o -como otros quisieran decir- de Occidente». Cuestionó que Occidente haya sido «igual de decidido durante las tragedias de Siria, Libia, Yemen» y que se haya dado la misma importancia a la condena de la invasión en Ucrania y a cuestiones como «la lucha contra los mercenarios que buscan desestabilizar el Sahel y amenazan a muchos otros estados de África». «Así es como veo la lección aprendida de esta guerra: si las Naciones Unidas han de estar realmente unidas, cada respuesta a las violaciones del derecho internacional debe ser idéntica: decisiva y con principios», afirmó Duda. (Reporte de Michelle Nichols y John Irish; Editado en Español por Ricardo Figueroa)