La afluencia en las elecciones italianas bajó al 51,16 % a las 19.00 horas (17.00 GMT) respecto al 58,40 % de los últimos comicios generales, en 2018, por lo que se vuelve a temer que haya una amplia abstención, sobre todo en el sur del país. Los últimos sondeos, que son de hace 15 días, ultima fecha para poder publicarse, mostraban una afluencia en torno al 65 %, mientras que en 2018 la participación final fue de alrededor del 73 %, ya la más baja de la historia. Según los primeros análisis, la afluencia desciende en todo el país, pero sobre todo en el sur con caídas importantes en Campania (-15,1 %), Molise (-13,9 %), Calabria (-13,0 %), Cerdeña (-12,6 %), Basilicata (-12,1 %). Un ejemplo es el de Nápoles, donde a las 19.00 horas había votado el 36,8 % de los electores respecto al 47,5 % del 2018.
Para algunos analistas la caída en el sur, además de indicar un alejamiento de la política, podría condicionar el resultado final por el mal tiempo y las fuertes lluvias que han afectado durante todo el día en regiones como Campania. Casi 51 millones de italianos están llamados a votar en una larguísima jornada que comenzó a las 07.00 horas locales (05.00 GMT) y terminará a las 23.00 (21.00 GMT), cuando cierren los colegios y se conozcan los sondeos a pie de urna, dando paso a la noche electoral. Los italianos están convocados a las urnas para elegir a 600 parlamentarios (400 diputados y 200 senadores), lo que supone un importante recorte frente a los 945 actuales y 2,7 millones de jóvenes tendrán la posibilidad de votar por primera vez.
A las 19.00 horas habían votado todos los líderes políticos a excepción de la ultraderechista Giorgia Meloni, que retrasó su aparición pública para emitir el voto hasta última hora de la noche para evitar molestias al resto de los electores ante la presencia masiva de los medios de comunicación. Votaron durante la mañana el secretario general del progresista Partido Demócrata (PD), Enrico Letta; el líder del populista Movimiento 5 Estrellas (M5S), Guiseppe Conte, y el centrista Carlo Calenda, al frente de Acción, una formación que acude a los comicios aliada con Italia Viva, de Matteo Renzi, que votó en Florencia (centro). En Milán (norte) lo hicieron el ultraderechista Matteo Salvini, líder de la Liga, y el otro socio de Meloni en la coalición de derechas, Silvio Berlusconi, el veterano líder de la conservadora Forza Italia (FI), de 85 años, acompañado de su novia, Marta Fascina, de 32. Berlusconi volvió a ser protagonista en los medios con algunas declaraciones recogidas mientras comía con miembros de su partido al asegurar que sería el "director" de la coalición y que sacaría más votos que la Liga: "He tenido una fructífera amistad con Matteo (Salvini). Necesita estar un poco encuadrado, él no ha trabajado nunca, así que intentaré ser el director de gobierno", se le oye decir mientras almuerza con su pareja, la diputada de FI, Marta Fascina. Con total discreción y esperando su turno junto al resto de votantes, también ejerció su derecho al voto el aun primer ministro, Mario Draghi.
A pesar de que bajó la afluencia, se vivieron largas colas en los colegios electorales, pero el problema en esta ocasión parece haber sido el cupón "antifraude". Se trata de un mecanismo que ya se había probado hace cuatro años que consiste en un código alfanumérico progresivo que se despega de la papeleta sólo después de que el ciudadano haya manifestado su preferencia. El presidente de la mesa verifica si el número de cupón es el mismo que se anotó antes de entregar la tarjeta y solo al final de esta verificación, la papeleta se puede insertar en la urna. Además los electores, antes de introducir la papeleta, deberán comprobar que se ha despegado este código, pues de lo contrario, durante la fase de escrutinio será anulada. En Italia no se pueden llevar las papeletas de casa a los colegios, una medida para evitar el llamado voto de intercambio que utiliza sobre todo la criminalidad organizada para garantizarse los votos del político al que han apoyado a cambio de algún favor o dinero.