La peor escalada militar de este año en Libia, tras más de un día de violentos combates entre dos poderosas milicias de Trípoli, terminó con 27 muertos y avivando de nuevo la alerta por la influencia de los grupos armados en la estabilidad de un país que intenta sacar adelante un proceso político de transición.
Cientos de familias libias quedaron atrapadas entre el fuego cruzado que estalló la noche del lunes cuando el líder de la Brigada 444, Mahmoud Hamza, fue retenido por el grupo rival «Fuerzas especiales de disuasión (Rada)», en otra trifulca bélica que sobresalta los ánimos de una población con la memoria de dos guerras civiles en la última década.
Patrullas de seguridad se desplegaron hoy en las calles de la capital libia para asegurar la tregua que entró en vigor la noche del martes, tras la mediación de un «consejo de notables» y del primer ministro del Gobierno de Unidad Nacional (GUN), Abdelhamid Dbeiba, que controla el oeste del país, donde opera una amplia red de grupos armados.
Hamza fue trasferido en la tarde del martes a la prisión de la Agencia de Apoyo a la Estabilidad, otra sección armada vinculada al Consejo Presidencial de Libia, según confirmó a Efe una fuente de la Brigada 444, que posibilitó el alto el fuego que se mantiene este miércoles.
Los grupos armados en Libia se multiplicaron tras el derrocamiento del dictador Muamar Gadafi en 2011 y fueron ganando poder por sus vínculos tribales y económicos, también con actividades ilícitas, hasta hacerse con el control de territorios específicos, vincularse a instituciones oficiales y actuar como poderes fácticos.
En esta ocasión, la pelea estalló entre dos influyentes grupos armados de Tripolitana: la Brigada 444, con cierta legitimidad por sus operaciones contra el tráfico de personas y el contrabando; y las Fuerzas especiales de disuasión (Rada), milicia ultraconservadora, liderada por Abdul Raouf Kara, que opera de forma independiente bajo los auspicios del Ministerio del Interior.
La Brigada 444 había representado un papel mediador en anteriores choques entre milicias rivales en el oeste, y llegó a escoltar en mayo de 2022 al ex primer ministro del Ejecutivo paralelo del este del país, Fathi Bashaga, cuando tuvo que huir de Trípoli tras un intento fallido por hacerse con el control de la capital. Aunque las afiliaciones políticas de estos grupos pueden ser volátiles, Dbebiba consiguió la fidelidad de las principales milicias de Trípoli y Misrata frente al Ejecutivo paralelo en el este, auspiciado por el Parlamento y el mariscal Jalifa Haftar, que mantiene divido al país en dos administraciones.
En mayo, la ciudad de Zawiya, al oeste de Trípoli, también registró intensos enfrentamientos que causaron dos muertos y que el mismo jefe del Estado Mayor del GUN, Mohamed al Haddad, calificó de «conflictos internos» entre las milicias por el control. «Nos enfrentamos al peligro de las formaciones armadas e instamos a aumentar el apoyo institucional en la ciudad de Zawiya. Debemos cuidar a la juventud», declaró Haddad entonces.
Tanto el Alto Consejo de Estado de Libia, con sede en Trípoli y vinculado al GUN, como el Parlamento libio, asentado en la parte oriental del país bajo el control militar de Haftar, condenaron los ataques. Ambas cámaras rivales defendían la elaboración de una hoja de ruta política, a través del Comité Conjunto 6+6, para avanzar en la convocatoria de elecciones parlamentarias y presidenciales y unificar el país, cuya parte oeste afronta una creciente inseguridad interna por la rivalidad entre milicias.
El enviado especial de la ONU en Libia (UNSMIL), Abdoulaye Bathily, mostró también su preocupación ante estos recientes acontecimientos violentos «por el posible impacto en los esfuerzos en curso para cultivar un entorno de seguridad que sea propicio para hacer avanzar el proceso político, incluidos los preparativos para las elecciones nacionales», declaró