En los peores momentos de la guerra en Siria, Alemania acogió a casi un millón de refugiados sirios, de los cuales actualmente quedan en el país centroeuropeo cerca de 800.000. Berlín tiene sobre la mesa 50.000 solicitudes de asilo pendientes de resolver. Pero la caída del régimen de Bachar Al Assad ha roto la baraja, y son muchos en el campo internacional los que en estos momentos se replantean no conceder más visados a los nacionales de Damasco, ante los cambios políticos e institucionales que están desarrollándose ante nuestros ojos.
Alemania, Francia, Italia, Bélgica, Suiza y Países Bajos, entre otros, encabezan el cierre de puertas a los solicitantes de asilo sirios. En concreto la Oficina Federal para la Migración y los Refugiados (BAMF) de Alemania ha comunicado en las últimas horas que no tramitará más peticiones, por el momento. A nadie se le escapa que esta cuestión es polémica y sensible, a escasas semanas de las elecciones que deben definir el próximo ejecutivo federal teutón.
En el Reino Unido, cuyo primer ministro laborista ha reconocido admiración por las políticas de la italiana Giorgia Meloni en materia de inmigración, su Ministerio del Interior ha optado por pausar estas solicitudes a los ciudadanos sirios. Se trata, como en otros casos, de una forma de ganar tiempo para «evaluar» la situación actual, cuando todavía no está clara la senda que tomará el país de Oriente Medio, tras el ascenso al poder de los rebeldes y yihadistas, comandados por Hayat Tahrir al Sham (HTS).
En el lado opuesto de todas estas potencias occidentales se encuentra el Gobierno de España. Sus representantes han expresado en las horas precedentes que por ahora no se plantean suspender los procesos de asilo requeridos por ciudadanos sirios en nuestro país. Según el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, la posición del ejecutivo encabezado por Pedro Sánchez no contempla en estos momentos la decisión por la que se han decantado ya algunos de los principales socios internacionales de España. Albares, ante los periodistas, no ha querido valorar la decisión soberana de cada Estado en una competencia que tan solo les atañe a ellos mismos.