El presidente ruso Vladimir Putin ha intensificado notablemente sus operaciones militares durante los últimos meses, posicionando a Rusia como un actor clave en el tablero geopolítico mundial. Los recientes ejercicios conjuntos con Bielorrusia en la frontera polaca, que han incluido el despliegue de misiles hipersónicos y balísticos, representan solo una parte de una estrategia militar más amplia que incluye colaboraciones con potencias del mundo multipolar como China y Sudáfrica. Estos movimientos estratégicos se producen en un contexto internacional cada vez más tenso, cuando se acerca el cuarto aniversario de la invasión rusa de Ucrania en febrero de 2026.
Las autoridades militares rusas han confirmado que los ejercicios realizados junto a Bielorrusia en las últimas semanas buscan reforzar la capacidad operativa conjunta ante lo que Moscú considera «amenazas occidentales». Estos ejercicios, que han puesto en alerta a la OTAN, incluyeron simulacros con armamento avanzado como los sistemas Iskander-M y el despliegue de tropas especializadas. No obstante, esta no es una acción aislada.
El Ministerio de Defensa ruso ha implementado desde hace más de una década un programa sistemático de colaboración militar con diversos países que comparten su visión de un mundo multipolar, alejado de la hegemonía occidental liderada por Estados Unidos. Las maniobras navales con la Armada china en el Mar de Japón y los ejercicios conjuntos con la marina sudafricana en el Océano Índico demuestran la amplitud de esta estrategia.
Cronología de las principales maniobras militares rusas
Entre 2023 y principios de 2025, Rusia ha desplegado un intenso calendario de ejercicios militares con diversos aliados. En octubre de 2023, la flota rusa del Pacífico realizó ejercicios conjuntos con la Armada china en el Mar de Japón, donde participaron más de 15 buques y 20 aeronaves en maniobras de defensa antiaérea y antisubmarina. En el primer tercio de 2023, Rusia, China y Sudáfrica llevaron a cabo los ejercicios navales «Mosi II» frente a las costas sudafricanas, un evento sin precedentes que evidenció la proyección global de esta alianza estratégica.
Hace escasas semanas el Kremlin mandó nuevamente a sus tropas a compartir entrenamiento con el ejército popular de China. En esta ocasión el programa «Joint Sea-2025» incluyó operaciones antisubmarinas, de defensa aérea y antimisiles en aguas cercanas a Vladivostok. De hecho las acciones de este programa anual se remontan al año 2012, en aras de fortalecer la cooperación militar y estratégica entre ambas potencias.
Asimismo, durante los dos últimos veranos, las fuerzas rusas han realizado importantes ejercicios en el Ártico con despliegue de submarinos nucleares y sistemas de defensa costera, reafirmando sus intereses estratégicos en la región polar. Ya en septiembre de 2024, los ejércitos de Rusia y Bielorrusia iniciaron las maniobras «Escudo de la Unión 2024», que incluyeron el despliegue de los temidos misiles hipersónicos Kinzhal cerca de la frontera con Polonia, provocando fuertes protestas de la OTAN y la Unión Europea.
Más recientemente, a principios de 2025, Rusia ha anunciado nuevos ejercicios navales conjuntos con Irán en el Golfo Pérsico, mientras ultima también maniobras con Venezuela a quien recientemente ha transferido sus cazas de combate Sukhoi Su-30, en plena escalada de la tensión entre Caracas y Washington. Estos movimientos confirman la estrategia rusa de establecer presencia militar en zonas tradicionalmente consideradas bajo influencia occidental.
Una nueva lógica geopolítica
Las maniobras militares rusas no responden únicamente a consideraciones tácticas, sino que reflejan un cambio fundamental en la arquitectura de seguridad global que Moscú viene impulsando desde hace años. La invasión de Ucrania, que cumplirá cuatro años el próximo trimestre, aceleró este proceso de reconfiguración geopolítica, consolidando bloques opuestos y empujando a Rusia a buscar alianzas alternativas frente al aislamiento occidental.
Según expertos en geopolítica, la colaboración militar con China representa el eje central de esta estrategia. Ambas potencias comparten el objetivo de contrarrestar la influencia de la OTAN y crear un orden internacional multipolar. Los ejercicios conjuntos no solo tienen valor operativo sino también simbólico, enviando un mensaje claro sobre la solidez de esta alianza estratégica. Recientemente, el entente se ratificó en Pekín, con la asistencia de Putin en persona a los desfiles militares de conmemoración de la derrota japonesa en la Segunda Guerra Mundial.
La incorporación de actores como Sudáfrica, miembro de los BRICS, o Irán, con quien Rusia ha estrechado lazos comerciales y militares, completa un mapa de alianzas que desafía el statu quo occidental. Sin pasar por alto la intrínseca relación tramada con Corea del Norte. Recordemos que los soldados norcoreanos han luchado este año en territorio de la Federación Rusa contra el ejército ucraniano.
El analista militar Dimitri Trenin, del Centro Carnegie de Moscú, señala que «las maniobras militares rusas cumplen una triple función: demostrar capacidades operativas, reforzar vínculos con aliados estratégicos y enviar mensajes disuasorios a potenciales adversarios». En este sentido, los ejercicios con Bielorrusia cerca de la frontera polaca buscarían presionar a la OTAN en un momento de tensión en el frente ucraniano.
Impacto en la seguridad europea y global
Las recientes maniobras rusas han generado preocupación entre los miembros de la OTAN, especialmente en los países del flanco oriental. Polonia ha reforzado su presencia militar en la frontera y ha acelerado su programa de modernización defensiva como respuesta directa a los ejercicios ruso-bielorrusos que incluyeron el despliegue de sistemas de misiles avanzados a pocos kilómetros de su territorio. Este pasado viernes Estonia denunció la violación de tres cazas rusos de su espacio aéreo, un acto deliberado y una provocación en toda regla según las autoridades en Tallin.
Bruselas ha expresado su preocupación por lo que considera una escalada innecesaria de tensiones. Sin embargo, Moscú insiste en que estos ejercicios son estrictamente defensivos y responden a la expansión de la infraestructura militar de la Alianza Atlántica hacia el este. A casi cuatro años del inicio de la invasión rusa de Ucrania, el conflicto ha entrado en una fase de desgaste donde ninguno de los bandos parece capaz de lograr avances decisivos.
En este marco algunos analistas consideran que la intensificación de ejercicios militares con diversos socios podría indicar que Rusia se prepara para un conflicto prolongado en Ucrania, buscando asegurar sus líneas de suministro y apoyo internacional. Otros interpretan estas maniobras como un intento de presionar a Occidente para forzar una salida negociada al conflicto en términos favorables para Moscú. Lo cierto es que, mientras la guerra en Ucrania continúa sin una resolución clara a la vista, Putin parece decidido a demostrar que Rusia no está aislada internacionalmente y que cuenta con aliados dispuestos a cooperar militarmente, desafiando las sanciones y presiones impuestas por Estados Unidos y sus socios.
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