Los mercados financieros globales se encuentran en un punto de inflexión en este momento del otoño de 2025, con el oro consolidando su papel de activo refugio, el petróleo lidiando con un exceso de oferta histórico y el euro buscando afianzar una estabilidad duradera frente al dólar. La compleja interacción entre la incertidumbre macroeconómica, las persistentes tensiones geopolíticas y las decisiones de los bancos centrales que de ellas emanan está redefiniendo las tendencias de los principales activos, obligando a los inversores a una constante reevaluación de sus estrategias.
El repunte del metal dorado, que ha sido una constante en los últimos meses, se sustenta en una combinación de factores que refuerzan su atractivo. Por un lado, la creciente inestabilidad política y económica a nivel mundial impulsa la demanda de este metal precioso como cobertura clásica. Por otro, el contexto de los tipos de interés y la debilidad del dólar estadounidense, influenciados por una Reserva Federal (Fed) con un tono más moderado, contribuyen a reducir el coste de oportunidad de mantener oro, haciéndolo más atractivo para los inversores.
El oro ha mantenido su trayectoria alcista, impulsado por una serie de factores macroeconómicos y geopolíticos que han generado una demanda sostenida de activos seguros. La incertidumbre se ha convertido en la divisa dominante en los mercados, y el oro, con su historial de resiliencia, se beneficia directamente de esta situación. Las fricciones comerciales y tecnológicas entre Estados Unidos y China, que se extienden a aranceles, controles a la exportación y nuevas disputas sobre tasas, continúan escalando, empujando a los inversores hacia activos que se adaptan bien a los distintos regímenes geopolíticos.
Esta demanda se ha visto amplificada por el estancamiento en la financiación del Gobierno federal de Estados Unidos, que ha provocado cierres parciales y una visibilidad mermada de los datos oficiales. En este escenario, los mercados optan por la protección en lugar de la precisión, lo que favorece una prima de refugio más grande y persistente en el oro. Además, el contexto de los tipos de interés y el dólar es cada vez más favorable para el metal amarillo. El tono de las comunicaciones de la Fed se ha vuelto más moderado, e incluso las voces tradicionalmente más agresivas están barajando ahora otra bajada de un cuarto de punto en la próxima reunión. Una senda de flexibilización gradual reduce el coste de oportunidad del oro y, lo que es más importante, ha restado algo de fuerza al dólar, lo que supone otro factor favorable para el XAU.
Si se mantiene la tendencia a corto plazo, caracterizada por un ligero alivio en los tipos a corto plazo y unos rendimientos a largo plazo estables debido al déficit y al riesgo de inflación, el resultado seguirá siendo favorable para el oro. El impulso de la moneda es más importante que el ruido de la prima de plazo para el oro en horizontes de varios meses. Los flujos y el posicionamiento están amplificando esos empujones macroeconómicos. La demanda de ETF se ha acelerado, con las tenencias del SPDR Gold Trust volviendo a los máximos registrados a mediados de 2022, mientras que los bancos están revisando al alza sus previsiones en respuesta a las compras persistentes de los bancos centrales y a la combinación de factores macroeconómicos. Esta dinámica de flujos puede reforzarse a sí misma cuando los precios alcanzan máximos históricos, atrayendo asignaciones incrementales de inversores sistemáticos y con restricciones de mandato, lo que a su vez mantiene las caídas moderadas, a menos que la narrativa macroeconómica cambie de forma decisiva.
El petróleo, entre la geopolítica y el exceso de oferta
El mercado mundial del petróleo se encuentra en su propia encrucijada, con la narrativa actual del WTI (West Texas Intermediate) escribiéndose en la intersección de la geopolítica, el exceso de oferta en Estados Unidos y la ansiedad por la demanda. Se trata de un delicado equilibrio más que de una historia unidireccional. El tono inicial lo marcó Washington a finales de esta semana al afirmar que el primer ministro indio Modi se había comprometido a reducir o detener las compras de crudo ruso, una medida que podría desviar significativamente los flujos mundiales y tensar algunos mercados. Esa afirmación, realizada por el presidente Trump, sacudió el mercado y provocó flujos especulativos hacia expectativas de un suministro más ajustado.
Sin embargo, más allá de los titulares, no hay ningún cambio de política confirmado por parte de la India, y las refinerías nacionales se muestran cautelosas, haciendo hincapié en que cualquier reducción será gradual y no brusca. Estas primas geopolíticas hicieron subir los precios, pero su fuerza se ve continuamente atenuada por las preocupaciones sobre el exceso de oferta por parte de Estados Unidos. Según la Administración de Información Energética (EIA), la producción de crudo de EE. UU. alcanzó un récord de aproximadamente 13,636 millones de barriles diarios. Mientras tanto, la producción en alta mar también está cobrando impulso: los analistas esperan que la producción del Golfo de México contribuya de manera significativa este 2025, ya que las nuevas tecnologías de perforación y los vientos favorables en materia de regulación respaldan el crecimiento. Así pues, aunque algunos flujos geopolíticos amenazan con restringir ciertos corredores, los barriles estadounidenses están inundando el mercado.
A la presión sobre la oferta se suma el tono cada vez más pesimista de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), que ahora prevé un importante superávit mundial en el cierre de 2025 y 2026, del orden de 2,35 millones de barriles diarios en 2025, que seguirá creciendo el año siguiente. Esa previsión de superávit se ha convertido en un techo psicológico para el alcance de la especulación alcista. En segundo plano, acechan los temores sobre la demanda: la tensión comercial entre Estados Unidos y China sigue siendo una «nube negra» estructural sobre el crecimiento mundial. Cada amenaza arancelaria o medida de control de las exportaciones socava la actividad industrial y el uso del transporte, lo que empaña las previsiones de consumo de petróleo. No es que la demanda actual se esté desplomando, pero en un entorno en el que la oferta es abundante, incluso una modesta debilidad de la demanda se convierte en un lastre significativo.
El euro busca estabilidad frente a un dólar debilitado
Finalmente, el par EUR/USD rompió la zona de resistencia de 1,16280, impulsado principalmente por la debilidad del dólar y la caída de los rendimientos del Tesoro de EE. UU. Este movimiento sugiere que los operadores ven margen para una recuperación técnica, aunque con reservas: el impulso aún es modesto y carece de respaldo contundente. Aunque el mercado reacciona con optimismo, persiste la necesidad de un catalizador sólido que respalde un avance sostenido en el tiempo.
Detrás de este repunte destaca la presión bajista sobre el dólar estadounidense. Los indicadores recientes del mercado laboral muestran signos de agotamiento, lo que debilita la narrativa de una economía estadounidense que justifique tasas elevadas. Además, el mercado anticipa que la Reserva Federal podría optar por recortes de tasas adicionales en los próximos meses, si este deterioro laboral se confirma. Sin embargo, el panorama no es tan claro. Para consolidar un avance estructural, el euro necesita más que un dólar débil: requiere señales favorables de la propia política monetaria europea o del entorno macroeconómico. En el caso de la Fed, un giro hacia una política más flexible o una hoja de ruta que establezca recortes graduales sería interpretado como un respaldo al euro. Por su parte, el Banco Central Europeo (BCE) ha preferido mantener su política monetaria intacta, sosteniendo que es necesario observar más datos antes de mover ficha. En ese sentido, una guía más clara del BCE, o incluso un cambio en sus expectativas inflacionarias, podría aportar el combustible que el euro necesita.