El presidente ruso, Vladímir Putin, ha confirmado su ausencia en la próxima cumbre del G20, que se celebrará en Johannesburgo del 21 al 22 de noviembre de 2025. Esta decisión, comunicada este miércoles por el Kremlin, subraya la creciente distancia diplomática de Moscú en foros internacionales clave y complica aún más la posibilidad de un encuentro bilateral de alto nivel con el expresidente estadounidense Donald Trump. La situación se enmarca en un contexto de tensiones geopolíticas elevadas y la orden de arresto internacional que pesa sobre el mandatario ruso.
La cumbre del G20 en la ciudad sudafricana, que tendrá lugar entre el 21 y el 22 de noviembre, marcará un hito al ser la primera en celebrarse en el continente africano. Sin embargo, la presencia física de Putin no está prevista, según ha confirmado el portavoz presidencial, Dmitri Peskov. «Putin no participará en persona (en la cumbre), pero Rusia estará representada dignamente», afirmó Peskov, quien añadió que la identidad del jefe de la delegación rusa se anunciará «a su debido tiempo». Esta postura no es inédita, ya que el jefe del Kremlin ha evitado cumbres recientes del G20, una decisión influenciada por la orden de arresto emitida por el Tribunal Penal Internacional (TPI) por presuntos crímenes de guerra en Ucrania, un tratado del que Sudáfrica es país firmante.
Anteriormente, Peskov había declarado que Putin participaría «de una u otra manera» en la cumbre de Johannesburgo, sin especificar si lo haría personalmente o por videoconferencia, lo que había generado cierta expectación. Paralelamente a esta confirmación, el Kremlin también ha respondido este miércoles al expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, sobre el aplazamiento de la cumbre ruso-estadounidense que se había barajado en Budapest como preparación a una eventual fase de alto el fuego en Ucrania. La contundente declaración de Peskov fue: «Nadie quiere perder el tiempo». La afirmación fue tajante y el portavoz ruso expresó el deseo de su presidente no «perder el tiempo» con «una reunión inútil». El portavoz presidencial enfatizó que tanto Putin como Trump «son dos presidentes que están acostumbrados a trabajar de manera efectiva y con grandes resultados», aunque matizó que «la efectividad siempre requiere tiempo».
La orden de arresto emitida por el Tribunal Penal Internacional (TPI) en marzo de 2023 contra Vladímir Putin por la presunta deportación ilegal de niños ucranianos, ha tenido un impacto significativo en sus desplazamientos internacionales. Sudáfrica, como signatario del Estatuto de Roma, estaría legalmente obligada a detener a Putin si este pisara su territorio. Esta situación ha generado un considerable debate interno en el país africano y ha forzado al Kremlin a reconsiderar la participación presencial de su líder en eventos de alto perfil. Por su parte la posibilidad de una cumbre entre Putin y Trump en Budapest ha quedado en suspenso. Peskov insistió en que «por el momento no hay ninguna noticia» sobre la fecha de su celebración, denunciando el gran número de «chismes» y «rumores» que, según él, «en su gran mayoría no se corresponden con la realidad».
Sin embargo, admitió la existencia de una «pausa» en las negociaciones de paz sobre Ucrania, una situación que «exige la implicación al más alto nivel» de ambos líderes. A pesar de ello, el portavoz ruso subrayó que cualquier reunión de esta envergadura «debe ser bien preparada» para asegurar su efectividad.
Los acontecimientos se precipitaron tras la conversación telefónica mantenida el pasado lunes entre el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, y el secretario de Estado de EE. UU., Marco Rubio. En este contexto, Lavrov descartó un alto el fuego próximo, rechazando así la demanda de Trump de que ambos ejércitos cesaran inmediatamente los combates, un llamamiento que había sido respaldado tanto por Ucrania como por la Unión Europea. Esta negativa rusa a un cese de hostilidades inmediato pone de manifiesto las profundas divergencias entre las partes y la complejidad de alcanzar una solución negociada al conflicto.
La situación actual refleja un punto muerto en los esfuerzos diplomáticos de alto nivel. Mientras que Estados Unidos y sus aliados buscan una desescalada y un cese de las hostilidades, Rusia mantiene una postura firme, condicionando cualquier avance a sus propios términos en términos de seguridad internacional y de proyección territorial en su entorno más inmediato. De forma reiterada, Moscú ha establecido como líneas rojas la integración de Ucrania en la OTAN, y a menudo enarbola los derechos de las poblaciones rusófonas para imponer su lógica y narrativa sobre el país vecino.