La ciudad de Jersón, en el sur de Ucrania, ha sido escenario de un devastador ataque ruso que cobró la vida de al menos tres personas e hirió a otras catorce este viernes. El incidente se suma a la constante exposición al fuego enemigo que padece la urbe, situada estratégicamente al otro lado del río Dniéper, que divide la región homónima y marca la línea de control entre los dos bandos en conflicto. Paralelamente, las defensas antiaéreas rusas reportaron haber derribado un total de 136 drones de ala fija sobre su territorio y la anexionada Crimea durante la noche del jueves y las primeras horas del día siguiente, en lo que representa una segunda jornada consecutiva de ataques masivos ucranianos. Estos eventos subrayan la reactivación de los escuadrones de drones y el progresivo alejamiento de cualquier perspectiva de un eventual alto el fuego entre las partes en liza.
Según informaciones proporcionadas por la Fiscalía ucraniana, las fuerzas rusas llevaron a cabo un ataque masivo con lanzacohetes múltiples durante la mañana del viernes, dirigiendo sus proyectiles contra zonas residenciales de Jersón. Este tipo de ofensivas, lamentablemente, no son una novedad para los habitantes de la ciudad, que han visto cómo numerosos civiles han perdido la vida en los últimos meses debido a acciones similares. Además de las viviendas, el ataque causó daños significativos en diversas infraestructuras civiles y de transporte, complicando aún más la ya precaria situación de la población. Las autoridades ucranianas también han denunciado el uso de drones kamikazes por parte de las fuerzas rusas para atacar a civiles tanto en la ciudad como en la región circundante.
La situación en Jersón es un reflejo de la brutalidad del conflicto, donde la población civil se encuentra atrapada en medio de las hostilidades. La ubicación geográfica de la ciudad, directamente expuesta al fuego desde la orilla controlada por Rusia, la convierte en un objetivo recurrente. En respuesta a la intensificación de las hostilidades, el Ministerio de Defensa de Rusia comunicó a través de Telegram el derribo de 136 drones de ala fija de origen ucraniano. Este masivo operativo de defensa antiaérea se produjo durante las últimas horas. Un primer informe castrense detalló que, durante la noche, los sistemas de defensa interceptaron y destruyeron 111 aparatos no tripulados sobre doce regiones del país, incluyendo la región de Moscú, y en la península de Crimea, donde se abatieron siete de estos dispositivos. El mando militar ruso especificó que 66 de estos drones fueron neutralizados en regiones fronterizas con Ucrania, lo que sugiere un intento de incursión profunda en territorio ruso. Posteriormente, en un segundo comunicado emitido poco después, también en Telegram, Defensa informó del derribo de otros 25 aparatos no tripulados entre las 07:00 y 08:00 hora de Moscú (GMT+3), elevando el total a 136 en menos de 24 horas.
Las consecuencias de estos ataques no se limitaron a los derribos. Al menos cinco personas, entre ellas un niño, resultaron heridas al impactar un dron en un edificio de viviendas en la ciudad de Krasnogorsk, colindante con la capital rusa. Así lo informó el gobernador de la región de Moscú, Andréi Vorobiov, quien destacó la gravedad de la situación para la población civil. Además, la oleada de drones provocó la suspensión temporal de operaciones en seis aeropuertos, incluidos dos de los principales de Moscú: Domodiédovo y Zhukovski. Esta medida de precaución, aunque necesaria para garantizar la seguridad aérea, generó importantes interrupciones en el tráfico aéreo y afectó a miles de viajeros. Cabe recordar que el jueves 13 de marzo de 2025, según el mando militar ruso, las defensas antiaéreas ya habían derribado 143 drones sobre el territorio del país, en lo que fue el mayor ataque aéreo ucraniano en más de dos semanas, a finales de febrero de 2025, lo que evidencia una clara intensificación de este tipo de ofensivas.
El papel estratégico de los drones en el conflicto
Los drones, o vehículos aéreos no tripulados (VANT), se han consolidado como una herramienta fundamental y omnipresente en el conflicto entre Rusia y Ucrania. Su versatilidad permite utilizarlos para una amplia gama de misiones, desde el reconocimiento y la vigilancia hasta ataques directos con explosivos o como municiones merodeadoras, conocidas popularmente como drones kamikazes. La capacidad de operar a bajo coste y con un riesgo mínimo para el personal militar los convierte en un activo invaluable para ambos bandos. Permiten la recopilación de inteligencia en tiempo real, la dirección de artillería con mayor precisión y la ejecución de ataques quirúrgicos contra objetivos específicos, incluyendo infraestructuras críticas y concentraciones de tropas. Esta tecnología ha transformado la naturaleza de la guerra moderna, haciendo que el campo de batalla sea más transparente y letal, y obligando a las fuerzas a desarrollar nuevas estrategias de defensa y ataque.
La intensificación de los ataques, tanto con lanzacohetes como con drones, tiene un impacto devastador en la población civil y en la infraestructura crítica de ambos países. En Jersón, los residentes viven bajo la amenaza constante de bombardeos, lo que genera un estado de estrés y trauma continuos. La destrucción de viviendas, hospitales, escuelas y redes de transporte no solo causa pérdidas humanas directas, sino que también interrumpe servicios esenciales, dificulta el acceso a la atención médica y la educación, y desplaza a miles de personas de sus hogares. En el lado ruso, aunque los ataques con drones han sido mayormente interceptados, el incidente en Krasnogorsk y las interrupciones aeroportuarias demuestran que la población civil también está expuesta a riesgos. La paralización de aeropuertos, por ejemplo, afecta la economía y la vida cotidiana de millones de ciudadanos, evidenciando la capacidad de estos ataques para generar disrupción más allá de los objetivos militares directos.
La escalada de hostilidades, marcada por la reactivación de los escuadrones de drones y los ataques masivos en ambos frentes, aleja significativamente las perspectivas de un alto el fuego o de cualquier tipo de negociación de paz. La intensificación de los ataques sugiere que ninguna de las partes está dispuesta a ceder terreno o a reducir la presión militar. Por el contrario, la estrategia parece centrarse en debilitar al adversario a través de golpes continuos, tanto en el frente como en la retaguardia. Este escenario de confrontación prolongada y de desgaste mutuo hace que los esfuerzos diplomáticos sean cada vez más complejos y menos efectivos. La comunidad internacional observa con preocupación cómo la violencia se recrudece, con un coste humano y material que sigue aumentando sin visos de una solución a corto plazo, consolidando un panorama de conflicto enquistado en el Este de Europa.
Lo de anexionada Crimea tiene guasa....