Los grandes conflictos, como Ucrania o Palestina, capitalizan la atención. No obstante, en estos momentos, se dirimen instantes decisivos en múltiples partes del mundo. Esta es una mirada a lo que acontece en tres lugares distintos de África. Camerún, Mali y Sudán, cada uno con su contexto propio y sus derivadas particulares, afrontan un momento histórico determinante con incidencia en la estabilidad regional y la vida de millones de personas.
Estos escenarios de inestabilidad, a menudo relegados a un segundo plano informativo, representan crisis humanitarias y políticas de gran envergadura que exigen una mirada atenta y un análisis exhaustivo de sus complejas dinámicas internas y externas. La situación en estos tres países africanos es un claro ejemplo de cómo la inestabilidad política, los conflictos armados y las tensiones sociales pueden converger, creando un caldo de cultivo para la violencia y el sufrimiento. Desde disputas post-electorales y represión gubernamental en Camerún, hasta el avance del yihadismo y la reconfiguración de alianzas internacionales en Mali, pasando por una devastadora guerra civil con ramificaciones regionales en Sudán, el panorama es desolador. La comunidad internacional, a través de organismos como Naciones Unidas y la Unión Africana, ha expresado su preocupación, pero la magnitud de los desafíos y la falta de una respuesta coordinada y contundente siguen siendo obstáculos significativos para la resolución de estas crisis.
Camerún: Tensión post-electoral y la perpetuación en el poder
Camerún se ha visto sumido en una espiral de tensión tras las elecciones presidenciales celebradas el 12 de octubre. El actual presidente, Paul Biya, de 92 años, fue declarado vencedor, asegurando así su octavo mandato consecutivo. Esta victoria, sin embargo, ha sido ampliamente cuestionada por la oposición, que ha denunciado un fraude generalizado. Las movilizaciones ciudadanas que siguieron a los comicios derivaron en violentos enfrentamientos con las fuerzas de seguridad, resultando en la muerte a tiros de cuatro manifestantes y un número indeterminado de heridos, tanto civiles como agentes de policía. El secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, ha instado a todas las partes en Camerún a que «rechacen la violencia y eviten el discurso de odio», al tiempo que ha solicitado una investigación «exhaustiva e imparcial» sobre estos trágicos sucesos.
El comunicado difundido por su portavoz, Stéphane Dujarric, señalaba que «el Secretario General ha tomado nota del anuncio de los resultados de las elecciones presidenciales celebradas en Camerún», haciendo referencia a la controvertida victoria de Biya. El líder opositor, Issa Tchiroma Bakary, quien se había autoproclamado ganador, denunció que las fuerzas de seguridad abrieron fuego contra «civiles acampados» frente a su residencia en Garoua, la capital de la región Norte. Además, se han reportado múltiples altercados en la región Litoral, y ataques contra comisarías en Maroua y Touboro, localidades del norte donde Tchiroma Bakary cuenta con un considerable apoyo. La situación de Camerún es particularmente delicada en el ámbito internacional, ya que es uno de los pocos aliados que le quedan a Francia en la región y mantiene una estrecha relación con Israel. La Unión Africana, por su parte, ha mantenido una postura más protocolaria, llamando a la calma y felicitando a Paul Biya por su previsible victoria, lo que subraya la complejidad de las dinámicas diplomáticas en el continente.
Mali: El Sahel bajo asedio yihadista y la nueva geopolítica
En Mali, la situación de seguridad y humanitaria ha alcanzado un punto crítico, llevando a gobiernos como los de Alemania, Italia y Estados Unidos a recomendar a sus ciudadanos que abandonen el país a la mayor brevedad. La creciente escasez de combustible, provocada por un bloqueo impuesto por grupos yihadistas, y el aumento de la inseguridad en los alrededores de la capital, Bamako, tras una serie de ataques terroristas, han generado una alarma generalizada. El Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes (JNIM), la filial de Al Qaeda en el Sahel, reivindicó el pasado año un ataque contra un convoy de transporte de combustible cerca de Bamako. Esta acción forma parte de su estrategia de bloqueo para asfixiar las rutas de suministro de la junta militar que gobierna el país.
La junta militar, instaurada tras los golpes de Estado perpetrados en agosto de 2020 y mayo de 2021, está encabezada por Assimi Goita, actual presidente de transición. Desde su llegada al poder, Goita ha protagonizado un notable acercamiento con Rusia, distanciándose de Francia y de sus antiguos socios occidentales. Este giro geopolítico ha reconfigurado las alianzas en la región del Sahel, una zona ya de por sí castigada por la inestabilidad, la pobreza y la proliferación de grupos extremistas. La presencia de mercenarios del Grupo Wagner, vinculado a Moscú, ha sido reportada en Mali, lo que añade complejidad a la seguridad y a las relaciones internacionales del país. La crisis de combustible no solo afecta a la vida diaria de los malienses, sino que también dificulta las operaciones militares contra los yihadistas, creando un círculo vicioso de inseguridad y desabastecimiento.
Sudán: Lucha por Darfur y el riesgo de fragmentación nacional
Sudán se encuentra inmerso en una devastadora guerra civil que ha llevado al país a una situación crítica y ha provocado que millones de personas hayan tenido que abandonar sus hogares. Las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR), un grupo paramilitar con trayectoria en la región, lograron conquistar la estratégica ciudad de Al Fasher el pasado fin de semana, un campo de duros enfrentamientos durante largo tiempo, consolidando así su dominio sobre toda la región de Darfur. Organizaciones no gubernamentales internacionales han advertido del severo peligro de que se agraven las condiciones de vida de una población civil ya de por sí muy mermada por el conflicto. Sudán es un país con destacados yacimientos de oro y por su territorio transitan importantes instalaciones de transporte de hidrocarburos; sin embargo, esta riqueza natural no se traduce en una mejora de la vida de sus ciudadanos, sino que, por el contrario, estimula las luchas de poder y la codicia de las facciones en conflicto.
El jefe de las FAR, Mohamed Hamdan Dagalo, conocido como Hemedti, descarta que Sudán vaya a ser dividido. «La liberación de Al Fasher no es un paso hacia la separación, sino hacia la unidad de Sudán. Ya sea en tiempos de paz o de guerra, esto marca un giro decisivo hacia la unidad nacional», afirmó. Su principal adversario es el gobierno sudanés, controlado por la junta militar del general Abdelfatah al Burhan. Lejos de apaciguar la situación, el tablero sudanés podría complicarse aún más con un conflicto civil que se extendiera a su vez por Sudán del Sur, un país que ya sufrió una cruenta guerra de independencia. Hemedti fue enfático al declarar: «Quien pida la división de Darfur, Kordofán, el Este o el Norte, es alguien que no ve la realidad. Jamás cederemos ni un centímetro de nuestra tierra. No aceptaremos ninguna discusión sobre la división de Sudán. Sudán permanecerá unido y no será desmembrado». Históricamente, la facción de Hemedti ha recibido un impulso decisivo por parte de Emiratos Árabes Unidos, lo que añade una dimensión internacional a este complejo conflicto interno.
¿Por qué estos conflictos africanos pasan desapercibidos?
La falta de atención mediática y política hacia las crisis en Camerún, Mali y Sudán, en contraste con otros conflictos globales, es un fenómeno recurrente que merece un análisis. Diversos factores contribuyen a esta invisibilidad. Por un lado, la saturación informativa con noticias de otras regiones consideradas de mayor interés geopolítico para las potencias occidentales, como Europa del Este o Oriente Medio, desvía el foco. Por otro lado, la complejidad intrínseca de los conflictos africanos, con múltiples actores, motivaciones históricas y étnicas, y la percepción de lejanía cultural y geográfica, dificultan su comprensión y seguimiento por parte del público general.
Esta falta de visibilidad tiene consecuencias directas y graves, ya que reduce la presión internacional sobre los actores en conflicto, disminuye la financiación para la ayuda humanitaria y limita los esfuerzos diplomáticos para alcanzar soluciones pacíficas. La intervención y el papel de la comunidad internacional en la estabilidad africana, aunque crucial, a menudo se topa con obstáculos y obtiene con resultados mixtos. La presencia de potencias externas, como Francia, Rusia, Emiratos Árabes Unidos y Estados Unidos, y otros más secundarios como Egipto o Turquía, se entrelaza con los conflictos locales, pudiendo tanto estabilizar como desestabilizar las regiones. La coordinación efectiva entre estos actores y el respeto a la autodeterminación de los pueblos africanos son la base para construir soluciones duraderas y evitar que estas crisis históricas sigan cobrándose un precio tan alto en vidas humanas y desarrollo.