La Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) ha confirmado una trágica masacre en un funeral en Al Obeid, capital de Kordofán Norte, Sudán, donde al menos 40 civiles perdieron la vida y decenas resultaron heridos. Este brutal ataque, atribuido a las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR), el grupo paramilitar que busca arrebatar el control de la ciudad al Ejército sudanés, subraya la escalada de violencia en la región central del país. La situación de seguridad en Kordofán, una zona estratégica clave, continúa deteriorándose rápidamente, generando una profunda preocupación en la comunidad internacional.
El incidente, que tuvo lugar este pasado miércoles, según el informe diario de la OCHA, se enmarca en la feroz lucha por el control de Al Obeid, una ciudad de vital importancia estratégica. Las fuerzas rebeldes de las FAR han estado asediando esta urbe desde tres frentes, con el objetivo de asegurar su captura para obtener acceso a las cruciales carreteras que conectan con la capital, Jartum. Ante la creciente brutalidad, la OCHA ha reiterado su firme llamamiento a un cese inmediato de las hostilidades, urgiendo a todas las partes beligerantes a proteger a la población civil y respetar el derecho internacional humanitario. Asimismo, ha insistido en la necesidad imperiosa de garantizar un paso seguro para el personal y los suministros de ayuda humanitaria, esenciales para mitigar el sufrimiento de los afectados.
Los comités de resistencia, redes comunitarias informales que operan en Sudán, ya habían alertado el pasado lunes sobre la gravedad de la situación. Estos grupos informaron de que decenas de personas habían fallecido o resultado heridas en la zona de Jor Taqat, situada en las afueras orientales de Al Obeid, tras un ataque paramilitar directo contra una carpa de duelo. La escalada de violencia ha provocado que decenas de miles de personas se hayan visto forzadas a huir de sus hogares en las últimas semanas, buscando refugio en Al Obeid y sus alrededores, tras la toma de varias localidades de Kordofán Norte por parte de las FAR. Esta afluencia masiva de desplazados agrava aún más la ya precaria situación humanitaria en la región.
El conflicto en Sudán, que estalló en abril de 2023, ha sumido al país en una crisis humanitaria sin precedentes, considerada la peor del planeta por las Naciones Unidas. Esta confrontación, principalmente entre las Fuerzas Armadas Sudanesas (SAF) y las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR), ha provocado la muerte de decenas de miles de personas y ha forzado a más de trece millones de ciudadanos a huir de sus hogares, convirtiéndolos en desplazados internos o refugiados en países vecinos. La magnitud del desplazamiento es abrumadora y sigue creciendo, ejerciendo una presión insostenible sobre los recursos y la infraestructura de las comunidades de acogida. La ONU estima que la mitad de la población sudanesa se enfrenta a una inseguridad alimentaria grave, una situación que se ve exacerbada por la interrupción de las cadenas de suministro, la destrucción de infraestructuras agrícolas y la dificultad para acceder a la ayuda humanitaria. La violencia indiscriminada y los ataques contra civiles, como el ocurrido en Al Obeid, son una constante que impide cualquier atisbo de estabilidad y agrava el sufrimiento de millones.
La ciudad de Al Obeid, capital de Kordofán Norte, no es un objetivo cualquiera en este conflicto. Su posición geográfica la convierte en un nudo logístico crucial para el control de las rutas comerciales y de suministro que conectan el oeste de Sudán con la capital, Jartum. La captura de Al Obeid por parte de las FAR no solo representaría una victoria simbólica significativa, sino que también les otorgaría una ventaja estratégica considerable en su avance hacia el centro del país. Este control les permitiría consolidar sus posiciones, facilitar el movimiento de tropas y armamento, y ejercer una mayor presión sobre el Ejército sudanés. La región de Kordofán Norte, rica en recursos y con una población considerable, se ha convertido en un epicentro de la violencia y el desplazamiento, con comunidades enteras atrapadas en el fuego cruzado. La lucha por esta zona es un claro indicador de la intensidad y la brutalidad del conflicto que asola Sudán desde hace más de un año.
La crisis humanitaria se extiende más allá de Kordofán, con Darfur Norte enfrentando una situación igualmente desesperada. La capital de esta región, Al Fasher, fue tomada por los paramilitares hace poco más de una semana, un evento que ha exacerbado aún más la ya frágil situación. UNICEF, la agencia de la ONU para la infancia, ha lanzado una grave advertencia sobre la situación nutricional entre las poblaciones desplazadas en Darfur Norte. Según los últimos estudios citados en el informe de la OCHA, el 14,6 % de los niños menores de cinco años padece desnutrición aguda grave, la forma más letal de esta condición. Además, un alarmante 45 % de esta misma población infantil sufre desnutrición aguda, lo que subraya la urgencia de una intervención masiva. Estas cifras no solo representan estadísticas, sino que reflejan el sufrimiento extremo de miles de niños que luchan por sobrevivir en un entorno de conflicto y escasez. La falta de acceso a alimentos nutritivos, agua potable y servicios de salud básicos está cobrándose un alto precio en vidas jóvenes y comprometiendo el futuro de toda una generación.
Las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR), conocidas por sus siglas en inglés RSF (Rapid Support Forces), son una organización paramilitar sudanesa que ha jugado un papel central en el conflicto actual. Originalmente, las FAR surgieron de las milicias Janjaweed, tristemente célebres por su papel en el conflicto de Darfur a principios de los años 2000. Con el tiempo, fueron formalmente integradas en la estructura de seguridad de Sudán, aunque mantuvieron una cadena de mando separada y una considerable autonomía. Su líder es Mohamed Hamdan Dagalo, conocido como "Hemedti". Antes del estallido de la guerra en abril de 2023, las FAR y las Fuerzas Armadas Sudanesas (SAF) compartían el poder tras el derrocamiento de Omar al Bashir en 2019. Sin embargo, las tensiones sobre la integración de las FAR en el ejército regular y el control de los recursos económicos llevaron a un conflicto abierto. Las FAR son conocidas por su movilidad y su capacidad para operar en entornos urbanos, pero también han sido acusadas de graves violaciones de los derechos humanos, incluyendo ataques contra civiles, saqueos y violencia sexual, lo que ha generado una condena internacional generalizada.
¿Por qué la comunidad internacional no logra detener el conflicto en Sudán?
La incapacidad de la comunidad internacional para detener el conflicto en Sudán es una cuestión compleja con múltiples factores. En primer lugar, la fragmentación de los actores internos y la falta de un liderazgo unificado en Sudán dificultan la negociación de un alto el fuego duradero. Las partes en conflicto, tanto las SAF como las FAR, han mostrado una escasa voluntad política para comprometerse seriamente con las soluciones pacíficas, priorizando sus objetivos militares. En segundo lugar, los intereses geopolíticos de potencias regionales e internacionales complican aún más la situación.
Algunos países pueden estar apoyando tácita o explícitamente a una u otra facción, lo que prolonga el conflicto y dificulta la presión unificada. La atención global también está dividida entre múltiples crisis, lo que puede llevar a que Sudán no reciba la prioridad o los recursos necesarios para una intervención efectiva. Además, la complejidad del terreno y la naturaleza asimétrica de la guerra hacen que las operaciones de mantenimiento de la paz sean extremadamente difíciles y peligrosas. A pesar de los llamamientos de la ONU y otras organizaciones, la falta de un consenso internacional robusto y la ausencia de mecanismos de aplicación efectivos para las resoluciones de paz han permitido que la violencia persista, con consecuencias devastadoras para la población sudanesa.
Empezamos con las manifestaciones? o al tratarse de víctimas cristianas no interesa.