La Policía Nacional ha desmantelado en la localidad madrileña de Villanueva de Perales el mayor laboratorio clandestino de cocaína conocido hasta hoy en Europa, en una operación en la que han sido detenidas 25 personas, entre ellas un empresario de ocio madrileño que distribuía la droga en sus locales.
En el laboratorio la red había almacenado ya más de 300 kilos de cocaína listos para su venta, así como 33 toneladas de productos químicos para adulterar la pasta de coca. La droga sin adulterar se introducía en España por vía marítima en contenedores, escondida en cargamentos de café.
En la vivienda de Villanueva de Perales se mezclada la cocaína con disolventes, se secaba la pasta con potentes lámparas de infrarrojos y se prensaba y se envasaba al vacío con el sello de la organización, la imagen de una llave.
En los pisos "de seguridad" con los que contaba la red, los agentes han encontrado más de dos millones de euros en efectivo, armas de fuego, vehículos de lujo y más de 470 teléfonos móviles, empleados para intentar burlar los seguimientos policiales. Además, se han inmovilizado bienes y activos financieros por valor de 50 millones de euros.
En rueda de prensa para dar cuenta de la operación "Colapso", el comisario de la UDEV, Jesús Pacheco, explicó ayer que la banda estaba liderada por una pareja de españoles y dos hermanos colombianos que, a su vez trabajaban en colaboración con un empresario del ocio madrileño, Lauro Sánchez Serrano, que se encargaba de distribuir la droga en sus locales.
Este empresario pasaba parte de la droga a dos hermanos, dueños de un taller de Paracuellos del Jarama que, por medio de otros contactos en toda España, repartían importantes cantidades de cocaína.
De forma paralela, un bufete de abogados de Madrid se dedicaba a buscar la forma de blanquear el dinero procedente de la venta de la droga. Dos abogados y varios trabajadores del bufete también han sido detenidos por elaborar contratos ficticios de modo que las ganancias del narcotráfico pareciesen ligadas a pagos de un entramado empresarial.
El comisario de la Brigada Central de Estupefacientes, Francisco Migueláñez, aseguró que en sus 20 años de lucha contra el narcotráfico nunca había visto un laboratorio de esta envergadura y tan sofisticado.
Y es que la banda había decidido pasar de vender droga, ya adulterada, a comprar la pasta de coca directamente en Suramérica y elaborarla aquí, lo que le proporcionaba mayores ganancias.
Para esta nueva actividad había montado este laboratorio que ha sido desmantelado incluso antes de que comenzara a funcionar.
Alrededor del laboratorio, emplazado en una casa aislada en el campo, la organización había instalado un auténtico fortín, con perros guardianes o micrófonos direccionales para detectar cualquier movimiento en las inmediaciones. "Eran unos auténticos paranoicos de la seguridad", relató Migueláñez, que afirmó que los cabecillas de la red tenían escoltas personales fuertemente armados, con machetes de gran tamaño y pistolas semiautomáticas de origen ruso, nunca vistas hasta ahora en la delincuencia organizada en España.
La red contaba también con multitud de "caletas", escondites repartidos por las viviendas "de seguridad", en los que guardaban dinero en efectivo, armas o cocaína