La prima de riesgo ofrecida a los inversores por los bonos españoles a diez años en comparación con sus homólogos alemanes se ampliaba este lunes hasta alcanzar los 130 puntos básicos por vez primera desde mayo de 2020, después de que el Banco Central Europeo (BCE) no ofreciese detalles sobre cómo abordará la potencial fragmentación del mercado de bonos soberanos de la zona euro. La rentabilidad del bono español con vencimiento a diez años se situaba en el 2,865%, frente al 1,569% del 'bund', lo que suponía la mayor diferencia entre ambos desde mayo de 2020, cuando el pasado mes de enero oscilaba rondaba los 70 puntos básicos y hace un año se situaba algo por encima de 60 puntos básicos.
El diferencial del bono español a diez años respecto del bono alemán equivalente, que se consolidó por encima de los 100 puntos básicos desde principios de mayo, ha acelerado su incremento en la última semana desde el entorno de los 110 puntos básicos antes de la reunión del BCE del pasado jueves hasta rondar los 130 puntos básicos actualmente. En su última reunión, el Consejo de Gobierno del BCE se comprometió a subir los tipos de interés en 25 puntos básicos en julio, el primer aumento de la tasa en once años, así como a volver a subir el precio del dinero en septiembre a un ritmo incluso más intenso.
Sin embargo, a pesar de que la presidenta del BCE, Christine Lagarde, insistió durante la rueda de prensa en que la entidad «no tolerará» una fragmentación del mercado de deuda de la zona euro incompatible con la adecuada transmisión de la política monetaria de la institución, la ausencia de detalles sobre cómo abordará el BCE esta situación ha alimentado la divergencia entre las rentabilidades. De este modo, aparte de la prima de riesgo española, el diferencial entre el 'bund' y el bono italiano a diez años se ha situado por encima de 240 puntos básicos, mientras que en relación a Portugal la prima de riesgo lusa también ha superado los 130 puntos básicos, cuando a principios de junio el diferencial era de alrededor de 200 y algo más de 110 puntos básicos, respectivamente.
En su comparecencia ante la prensa del pasado jueves, Christine Lagarde recordó que el BCE dispone de instrumentos para combatir la fragmentación, como la capacidad de reinversión de la deuda adquirida bajo el programa antipandemia (PEPP), que será implementada con total flexibilidad de tiempo y jurisdicciones. «Como ya hemos demostrado, desplegaremos otros instrumentos existentes o aquellos necesarios para evitar que la fragmentación impida la adecuada transmisión de la política monetaria», añadió, apuntando que no hay un nivel específico de las primas de riesgo o de los rendimientos de la deuda que pudiera desencadenar la intervención del banco central. «No toleraremos una fragmentación que impida la transmisión de la política monetaria», concluyó.
Sin embargo, varios analistas indicaban ese mismo día que la falta de detalles al respecto podría alimentar la tensión en las siguientes sesiones. «En la reunión no se dieron detalles y los diferenciales periféricos se ampliaron en consecuencia», indicó Konstantin Veit, gestor de cartera de Pimco, mientras que Nicolas Forest, responsable de renta fija de Candriam, consideró el final de la expansión cuantitativa (QE) como una clara amenaza para la estabilidad financiera de la zona euro, donde el 'spread' de italia se ha ampliado significativamente. «Incluso si los mercados están especulando sobre un marco de control de diferenciales, aún no se ha presentado ninguna herramienta adicional. Por lo tanto, el riesgo de fragmentación del mercado es significativo y no hay duda de que el BCE debería ofrecer detalles sobre una posible nueva herramienta en los próximos meses», añadió. Asimismo, Pedro del Pozo, director de inversiones financieras de Mutualidad de la Abogacía, consideraba «muy importante» el compromiso explícito de Lagarde contra la fragmentación, pero coincidía en apuntar que «la parte negativa es que no ha especificado cómo».