«En el mundo del espíritu no hay fronteras, la ausencia de fronteras es lo propiamente espiritual. Un místico de hoy puede sentir a un místico de cualquier pasado, sea de su tradición o de otra, como a un verdadero hermano». En Devoción (Galaxia Gutenberg) Pablo d’Ors elabora su propia versión de El peregrino ruso, un clásico del cristianismo ortodoxo que alimenta su alma desde la juventud. «Reivindico una corriente espiritual que busca la paz por medio del silenciamiento mental y la quietud corporal», afirma el también autor de Biografía del silencio, el ensayo que con más de 300.000 ejemplares vendidos desde su aparición en 2012 propició la creación una comunidad de contemplativos que no deja de crecer: Amigos del Desierto. Un movimiento introspectivo que aboga por la meditación para cambiarnos a nosotros y al mundo.
«Si un camino espiritual no conduce a amar a la humanidad, no es tal. Es simple aristocracia interior».
A muchos les parece que el catolicismo es una mera colección de dogmas. Tú apelas, en cambio, a su vertiente más espiritual: la que indaga en el interior para llegar a Dios. ¿Puedes desarrollarlo? ¿La mayoría, que rehúsa la práctica introspectiva, busca a Dios en el lugar equivocado?
El cristianismo católico es, en efecto, para muchos, una mera colección de dogmas y un conjunto de normas y ritos bastante asfixiantes. Es triste, pero es así. Todas las tradiciones religiosas, sin embargo, tienen su vertiente mística: el zen en el budismo, la cábala en el judaísmo, el sufismo en el Islam y el gnosticismo en el cristianismo. Por mi parte, reivindico, en mi propia tradición, el hesicasmo, que es una corriente espiritual que busca la paz por medio del silenciamiento mental y la quietud corporal.
Al hablar de Dios no me refiero (y creo que tú tampoco lo haces) a un ser divino omnipotente. Lo percibo como un estado. «El reino de Dios está en vosotros», escribió Tolstoi. ¿Cómo describirías la experiencia de Dios? En ‘Devoción’ dices que te ha costado 40 años llegar a saberlo.
El ser humano es la experiencia de Dios. Para experimentar a Dios bastaría ser persona en plenitud. Dicho de otra forma: Dios mira el mundo a través nuestro. Nosotros somos la existencia de Dios. Dios no existe, Él es. Sí, me ha costado 40 años llegar a donde estoy, pero sólo estoy al principio del Camino.
Lamentas que desde la Edad Media el catolicismo haya quedado marcado por la teología del pecado y de la cruz. Esa estética y fondo es la que hoy repele a muchos occidentales, que abrazan las corrientes orientales libres de esos condicionantes. ¿Es la meditación cristiana la manera más efectiva para evitar ese rechazo?
La señal del cristiano es la cruz, y la cruz es un símbolo precioso, eso es lo primero que tengo que decir. Un símbolo con el que me identifico completamente, pues habla de la necesaria horizontalidad de lo infinito y de la no menos necesaria verticalidad de lo profundo. El amor a Dios se verifica en amor al mundo y al revés. Si un camino espiritual no conduce a amar a la humanidad, no es tal. Es simple aristocracia interior. Otra cosa son las exageraciones en torno a la condición pecadora del hombre. Claro que nos equivocamos, claro que hacemos daño. El asunto es qué pinta Dios en todo eso y, sobre todo, qué podemos hacer para convivir con esa condición esencialmente frágil y vulnerable que nos caracteriza.
Al leer tu obra tengo la sensación de que el budismo y el hinduismo te han ayudado a identificar y ahondar en esa parte más introspectiva del cristianismo sin tanto artificio teológico. ¿Es así? De hecho, sueles hablar mucho sobre el hecho de «adaptar».
Más que de «adaptar», hablo de «integrar», que es una palabra muy bonita. No podemos seguir viviendo desde el paradigma de la separación, sino desde el de la integración. En ámbito religioso eso significa que hoy es necesario ser inter-religioso y, sobre todo, inter-espiritual: no podemos cerrarnos a la verdad, belleza y bien que haya en otras tradiciones. Siempre he defendido algo incuestionable: Hay más verdad en todas las religiones juntas que en una sola. Yo soy partidario que cada uno sea fiel a su tradición madre y, desde ahí (ese «desde ahí» es capital) «integre» toda la sabiduría de la humanidad. Eso no es necesariamente sincretismo: es síntesis. Hay almas que no podemos respirar si no es desde este talante.
«Ser incapaz de quedarse sentado y atento con la mente completamente en reposo significa ser incapaz de experimentar plenamente el mundo en que vivimos», escribió Alan Watts. No hacerlo, añadiría, es como renunciar a sentimientos tan humanos como el amor o la amistad. ¿Qué te parece?
Fundamental. No podemos dar lo que no tenemos. Nadie puede amar al otro si no se ama a sí mismo. Nadie puede amarse si no se conoce. Estar con uno mismo, a solas, es, desde luego, una forma muy sencilla, aunque nada fácil, de conocerse a uno mismo. Para mí no hay posibilidad de vida espiritual de clase alguna sin el cultivo de lo que somos: cuerpo y mente. Si cuidas tu cuerpo y tu mente y ese cuidado da frutos de armonía y compasión, eso es espiritualidad.
Ser cristiano no te ha impedido aprender de otras propuestas espirituales, como el budismo zen, el yoga de los Himalayas o el Advaita Vedanta. No obstante, compartes lo que te dijo Swami Satyananda, contrario a que exista una religión única: «La diversidad es la norma y el orden es la variedad. No creo que podamos renovar el hinduismo incluyendo en él a Cristo, ni el cristianismo incluyendo en él la meditación zen –que por cierto, ni tiene necesidad de ningún salvador o mesías–. Esto sería un simple corta y pega al estilo New Age». ¿Puedes profundizar en esto?
No solamente es que ser cristiano no me haya impedido conocer otras propuestas espirituales, sino que Cristo me ha conducido a ello. No debería sorprender. Jesús de Nazaret elogia continuamente la fe de los paganos: el samaritano, el centurión romano, siempre el extranjero… El camino de la identidad, esa parece ser la conclusión, es el de la alteridad. Todos los misioneros del mundo tienen hoy claro que no se trata de convertir al otro, para traerle a tu religión, sino de compartir la propia experiencia de Dios. La diferencia es buena, es necesaria, conviene promoverla. El respeto a la diferencia es el camino para la verdadera unidad. Todo lo demás es igualitarismo y simple adoctrinamiento.
¿Crees que se puede indagar en la experiencia espiritual sin pertenecer a ninguna religión? ¿Y desde el ateísmo, sin creer ni tener fe?
Claro que se puede ser espiritual sin pertenecer formalmente a ninguna religión, sin ser confesionalmente cristiano, por ejemplo. Pero todas las personas verdaderamente espirituales tendrán siempre interés en cómo han vivido ese Camino las tradiciones religiosas, dado que ha sido sobre todo desde ellas como, a lo largo de los siglos, se ha vivido espiritualmente. Desafío a quien dude de esto a que me diga diez personas espirituales que no sean religiosas. Está bien, cinco. ¿Tres? Más difícil es ser espiritual siendo ateo. Dios es Espíritu. Si el ateo es quien niega la existencia de una Fuerza Espiritual, ¿qué espiritualidad busca entonces en su práctica? Otra cosa es cómo llamemos a esa Fuerza: Dios, Tao, Fuente, Supra-consciencia… Por otra parte, fe no es sólo creencia. Fe es confianza. Y todos confiamos en algo. Cuando nos acostamos por la noche, por ejemplo, confiamos en que nos despertaremos a la mañana siguiente. Y si yo confío en ti, por ejemplo, creo en ti, en lo que me digas. En fin, un temazo.
Para ahondar en esto, recupero esta extensa cita de Krishnamurti que espero que no se malinterprete: «Un hombre que cree en Dios nunca puede encontrar a Dios. Si estás abierto a la realidad, no puede haber creencia en la realidad. Si estás abierto a lo desconocido, no se puede creer en ello. Después de todo, la creencia es una forma de autoprotección, y solo una mente mezquina puede creer en Dios. ¡Mira a los aviadores durante la guerra que dijeron que Dios era su compañero mientras lanzaban bombas! Así que crees en Dios cuando matas, cuando estás explotando a la gente. La mente es el producto del pasado, es el resultado del ayer, y ¿puede una mente así estar abierta a lo desconocido? Solo puede proyectar una imagen, pero esa proyección no es real; así que tu dios no es Dios, es una imagen de tu propia creación, una imagen de tu propia gratificación. Puede haber realidad solo cuando la mente entiende el proceso total de sí misma y llega a su fin. Cuando la mente está completamente vacía, solo entonces es capaz de recibir lo desconocido".
Muy instructiva cita. Krishnamurti «creía» en el no-camino. Es, desde luego, una posibilidad. Yo creo en un hombre que, por el contrario, dijo: «Yo soy el Camino». Este Camino mío, que en esencia es el de Cristo, me hace, lo confieso, muy feliz. No cambiaría a Jesús por nada en el mundo.
Para acabar, me gustaría saber cómo evitar caer en fundamentalismos religiosos. ¿Seguir las propuestas que hemos comentado lo evitan? ¿Tener maestros de diversa índole nos puede vacunar con ello?
Maestros de diversa índole, no. Basta un buen maestro, que debe ser de una índole concreta. Para venir a la vida biológica no hacen falta padres de diversa índole, sino que basta -y sobra- un padre y una madre. Para entrar a la vida espiritual -a la Consciencia- sucede algo parecido. El fundamentalismo es una caricatura de la religión. La religión es algo mucho más hermoso. La religión es la poética de la mística. Es mito y rito, cuerpo y palabra. Esa gestualidad y ese lenguaje que apuntan a lo sagrado es lo que llamamos religión. Me encanta ser una persona religiosa, la verdad. Siento tanta compasión por los que no han conocido los tesoros de la religión como por quienes no han conocido los tesoros del amor. En el fondo, es la misma nostalgia.
Dios es como una montaña, a cuya cumbre podemos llegar por diferentes caminos. Otras cosa es el dogma y la jerarquía religiosa.