Javier Imbroda, exseleccionador de baloncesto y prestigioso entrenador, ha anunciado a través de una carta que padece cáncer de próstata de grado 10, "el más agresivo".
Este es el texto íntegro
Javier Imbroda, Luchar por la Vida
Luchar contra el cáncer es luchar por la vida.
Hace algo más de un año me diagnosticaron un cáncer de próstata. Al principio no lo parecía, y uno que jamás había visitado un hospital, no se lo creía. Pruebas y más pruebas diagnósticas, convirtieron mi estado anímico en una especie de montaña rusa emocional: ahora parece que no es tanto, ahora parece que sí. Hasta que en la segunda biopsia, se confirmó lo peor. Cáncer de próstata de grado 10, el más agresivo y con metástasis en esa zona que no voy a detallar, para qué.
Con el diagnóstico comienza un calvario, sobre todo porque sientes que la muerte te viene a visitar y con intención de quedarse. La vida y su final te recorre la cabeza multitud de veces. Desconoces qué sucederá. Te empiezan a hablar de supervivencia, de retrasar lo que parece inevitable, de nuevas técnicas, tratamientos varios, nuevos fármacos, escuchas y escuchas, y uno pasa automáticamente a pertenecer al mundo de los indefensos pacientes, inconscientes del tiempo que les queda.
Un montón de pruebas diagnósticas sin dar en la tecla al principio, dos biopsias, dos cirugías (una laparoscopia y otra cirugía abierta) de entre cuatro y cinco horas cada una batallando en el quirófano. Postoperatorios durísimos con grave infección incluida, tratamientos de hormonoterapia, seis ciclos de quimioterapia, más pruebas, más análisis, siempre con el pellizco de no saber si te estás curando, si todo lo sufrido tendrán los resultados deseados o no. Actualmente pasada la segunda revisión, todas las pruebas y análisis salen normales. Desconozco como cualquiera qué pasará en el futuro, pero ahora sigo aquí.
Dicho esto, no quisiera con estas líneas reflejar solamente el abatimiento que inevitablemente sufres al saber qué te pasa y qué horizonte vas a tener, si es que vas a tener horizonte. Sino transmitir con un lenguaje cercano, cómo afronté mi enfermedad y cómo le hice frente (y aún sigo). Expresar mi testimonio personal, por si puede ser de ayuda a quiénes como yo, lo sufrimos. Algunos médicos y amigos me pidieron que lo hiciera porque pensaban podría servir de ayuda, y eso hago modestamente, cuando me he visto con fuerzas para sentarme y expresarlo. Mi mujer me decía que este era el partido que me faltaba por ganar, y en ello estoy.
Y esa esperanza, es la que quiero trasladar a todos esos enfermos como yo de cáncer, diciéndoles: Nunca te rindas.
Cada persona es un mundo a la hora de la afección de la enfermedad y sus consecuencias. No todos los cuerpos responden de la misma manera, pero sí mentalmente, podemos responder con la misma fuerza. Tenemos que luchar hasta el último aliento porque se puede salir, aunque todo se vea oscuro. Se puede, ¿cómo no?
Aquí tienes algunas acciones de vida que me están sirviendo para salir adelante:
-La enfermedad no te puede sentir débil. El cáncer no entiende de pausas, va a por ti. No he querido en ningún momento, ni en los peores, cederle a la enfermedad, cuando le puse cara y ojos, ni un centímetro de posibilidades. A las adversidades hay que mirarlas a la cara, una a una. No le he permitido ningún atisbo de debilidad. Fue agresivo conmigo, pero yo también lo fui con él. Quería hacerle ver que se había equivocado de cuerpo.
-Sé activo. Dentro de mis posibilidades, aquellas que te quedan, tras cirugías y tratamientos, incluso durante ellas, mantener mi ritmo de vida. Es evidente que físicamente quedas maltrecho, pero el mensaje que le estás enviando al cáncer es: ¡¡¡no me vas a postrar!!!, voy a seguir con mi vida. Sí, ya sé, más limitada, pero sigo activo mal que te pese.
-No leas. Suele ocurrir que cuando tienes la enfermedad, empiezas a leer, escuchar multitud de casos y situaciones, testimonios, fallecimientos, todo relacionado con lo que tienes, cuando antes te pasaba de refilón. No leas, no sientas la tentación de querer entender qué te está sucediendo porque te sumergirás en un pozo, y no solucionarás nada. Hay personas aficionadas a querer saber más que los médicos, y eso es perder el tiempo. Dedica tus energías a curarte y a vivir.
-Habla con tus células sanas. Como sabemos, el cáncer es como un ejército invasor. Un ejército formado por células que se han cambiado de bando y se han unido al enemigo. No se conforma con atacar un territorio, sino que envía otros destacamentos a conquistar nuevas tierras. Esas células malas, muy bien camufladas, intentan convencer a las sanas y ganarlas para la causa del invasor. Responde esa invasión con el poder de la mente. He tenido y sigo teniendo conversaciones con mis células sanas, para que no se dejen convencer por las malas. Que no se fíen, que están al acecho. Que no se dejen convencer, que luchen por nosotros, que las identifiquen y vayan a por ellas, yo les ayudaré. Nuestra vida está en juego. En esas conversaciones, también las preparé para la quimio. Les expliqué que la toxicidad que la quimio provoca, era necesaria para eliminar a esas células malas, y que lucharíamos para que el organismo se resintiera lo menos posible. Teníamos que entender su necesidad. Esta preparación mental me ha permitido tolerarla muy bien. Y sigo conversando con ellas, no hay margen para la relajación.
-Haz ejercicio físico, el que puedas. No renuncies a tu ocio, no he renunciado a mi ron y habano cuando ha encartado, a tu risa, a tu vida. Evita follones varios. No te instales en el lamento, no des pena. Adelante. Esto que vives, te da otra perspectiva de la vida. Nunca necesité vivir ningún drama para saber valorar la vida que tenemos. Con más razón ahora. Estamos de paso. La vida es demasiada corta como para penarla y gastarla en menudencias. Echa una mano a los que tienes a tu alrededor dentro de tus posibilidades, y sobre todo, da gracias a la vida.
No quiero terminar estas líneas sin agradecerle a mi mujer sus desvelos por cuidarme, siempre cerca, sufriendo conmigo y compartiendo tantos duros momentos. Pero nunca dejamos de sonreír. Y junto a ella, nuestros hijos, hermanos, resto de familia, en especial mi sobrino, Dr. Romero Imbroda, mi médico de cabecera, y amigos, entre ellos mi ángel de la guarda, Dr. Miguel Ángel Guzmán, una tabla de salvación donde pude apoyarme. Al Dr. Machuca, urólogo, mi cirujano y su equipo, y al Dr. Olmos, oncólogo y su equipo, por velar por mi salud.
Luchar por la vida, no dudes de que es posible.
Javier Imbroda