En los meses de invierno cambia nuestra alimentación; el cuerpo nos pide más cuchara. Los platos calientes piden paso a las ensaladas, y no es un tópico, ni una cuestión de tradición, hay una necesidad fisiológica.
¿El motivo? Nuestro cuerpo consume más energía para combatir la temperatura exterior y mantener el calor corporal, y qué mejor forma que combatir la ola de frío con esos platos calientes que tan bien sientan, así como con aquellos alimentos que potencian el sistema inmunológico para prevenir resfriados.
Esta es la razón por la que el aporte energético debe aumentar, de ahí que nos apetezcan comidas más contundentes. Pero... ¡ojo! No debemos excedernos porque si no la báscula se hará notar; no se trata de comer más, sino de apostar por una alimentación variada rica en vitaminas, inclinándonos siempre que sea posible por el consumo de grasas saludables, como puede ser el caso del Omega 3, presente en los pescados azules.
Como en cualquier otra época del año, y fieles a la dieta mediterránea, es el momento de recurrir a los productos de temporada, serán grandes aliados en la cocina y en la alimentación.
En este sentido, la fruta juega un papel fundamental; aunque se debe comer durante todo el año, en invierno hay que ser más constante si cabe, sobre todo con los cítricos, que tienen su mejor momento de producción en estas fechas. Las naranjas y las mandarinas, así como los kiwis, contienen un alto nivel de vitamina C, que ayuda a prevenir esos fastidiosos resfriados de invierno. Qué mejor forma de comenzar el día que con un buen zumo natural de estos cítricos cargado de vitaminas recién exprimidas.
Los frutos secos tienen un alto contenido calórico, por lo que producen calor en nuestro cuerpo; un puñadito de almendras, avellanas, nueces... puede ser una merienda ideal para la mañana o la tarde.
Los carbohidratos que encontramos en la pasta, el arroz o las patatas son necesarios ya que también aportan energía y calor; podemos conseguir unos platos más ligeros acompañándolos de verduras de invierno, donde la calabaza cobra protagonismo.
El chocolate es una gran fuente de energía sana, y si es a la taza mucho mejor para combatir las bajas temperaturas.
Mantenerse hidratado es otra de las claves, pero en invierno suele dar más pereza beber agua, así que una buena forma de ingerir líquidos es a través de infusiones y tés calientes; muchos son ricos en antioxidantes y ayudan a la digestión. Llegado a este punto se hace imprescindible hablar de las sopas y los caldos, que pueden ser la cena perfecta si los acompañamos de verduras, huevo, carne o pescado, ya que los caldos son una gran fuente de nutrientes. Con algo más de cuerpo, otra opción son las cremas y los purés, ideales como primer plato o de acompañamiento.
Sin embargo, los reyes del invierno son los platos de cuchara, donde los guisos, los pucheros, los estofados… cobran fuerza. Aquí, las legumbres son una comida muy completa que aporta hidratos, proteínas, fibra,... sus beneficios son numerosos.
Por supuesto, las proteínas del pescado y la carne son igual de importantes, pero en invierno serán más apetecibles guisadas.
Durante los meses de frío, en nuestras despensas no deben faltar el jenjibre (con propiedades antiinflamatorias y expectorantes), la cebolla (fuente de vitaminas con propiedades antireumáticas) y el ajo (por contener alicina, tiene efectos antibióticos y antioxidantes). Son tres vegetales que podremos usar prácticamente en todos los platos de cuchara que hagamos.
Las comidas o cenas al aire libre con la barbacoa como protagonista dan paso ahora a encuentros más relajados cobijados bajo el amparo de la calefacción con platos más calentitos. Las recetas más sencillas de la geografía española, aquellas que ya cocinaban nuestros abuelos, entonarán cualquier cuerpo a la hora de comer: las sopas mallorquinas de nuestra isla, una fabada, unas patatas a la Riojana, un marmitako, unas lentejas o un cocido madrileño llenarán con éxito nuestras mesas y los estómagos de los más exigentes.