Los rusos creen que el vodka mata todos los microbios habidos y por haber, incluido el coronavirus, pero el Gobierno considera que la bebida nacional perjudica la lucha contra la COVID-19. Entretanto, algunas regiones han decidido cortar por lo sano y ya introdujeron una ley seca que estará en vigor mientras dure la pandemia.
Según las últimas encuestas, dos tercios de los rusos creen que el consumo de alcohol en general refuerza el sistema inmunológico y así ha sido desde tiempo inmemorial en este país, donde algunos analistas consideran que el auténtico opio del pueblo es el vodka.
Se dispara el consumo de alcohol
De hecho, debido a las vacaciones obligatorias impuestas por el presidente ruso, Vladímir Putin, la venta de bebidas alcohólicas se ha disparado en este país hasta niveles nunca vistos, a lo que contribuye el cierre de cafés, restaurantes y saunas.
Ni siquiera en las fiestas de Año Nuevo ni con ocasión de las reuniones familiares del Día de la Victoria los rusos consumen tanto vodka, vino y coñac como estos días.
En Moscú las cifras son mareantes. Según las autoridades, las ventas de alcohol se han disparado un 148 %. En la cesta de la compra sólo están por detrás de las medicinas y los aparatos electrónicos.
Y esta tendencia podría convertirse en un problema nacional, ya que Putin prolongó el jueves las vacaciones obligatorias hasta el 30 de abril, por lo que los rusos tendrán que quedarse en casa durante otras cuatro semanas.
Las autoridades no han tardado en reaccionar, más aún cuando, debido a la política aplicada en los últimos años por Putin, los rusos consumen menos alcohol que en países como Francia, donde el vino es el rey, o Alemania, donde la cerveza lidera las preferencias de los consumidores.
El vodka no vacuna contra la COVID-19
«Se pueden lavar las manos con cualquier bebida alcohólica y estarán limpias. Eso es así. Pero si el consumo es interno, eso no funciona», aseguró Yevgueni Briun, narcólogo jefe del Ministerio de Sanidad.
Las autoridades advierten que el vodka no sólo no ayuda a reforzar el sistema inmunológico, sino que lo debilita, ya que aumenta el riesgo de contraer enfermedades infecciosas, especialmente respiratorias, eleva la presión arterial y provoca taquicardias.
«En caso de desinfección de la garganta y el esófago, la nariz y las vías respiratorias siguen infectadas. El alcohol no llega a esos lugares y, como consecuencia, la infección se mantiene», precisó Briun.
Advierten las autoridades que cuando una persona está bebida, puede no tomar conciencia de que está enferma, además de que hay más opciones de que viole la cuarentena. «Ni una sola copa», insisten.
Demandas de Ley Seca
La Organización Mundial de la Salud (OMS), que ha cifrado en un 43 % la reducción del consumo de bebidas como el vodka en Rusia entre 2003 y 2016, también cree que el consumo de alcohol es contraproducente como medio de defensa ante la COVID-19.
Por todo ello, algunos funcionarios, expertos y activistas de organizaciones que combaten el alcoholismo han abogado por introducir una ley seca en todo el país hasta el 1 de mayo, como mínimo.
El director de la organización «Rusia Sobria», Sultán Jamzáev, se dirigió por carta al primer ministro, Mijaíl Mishustin, para que tome medidas dado el aumento exponencial en la venta de alcohol en las últimas semanas.
Algunas regiones no esperaron a que el Gobierno se decida y ya introdujeron esta semana una ley seca, sea total o parcial. La primera fue la región siberiana de Yakutia, la más fría de Rusia y donde el consumo de vodka ha sido tradicionalmente muy alto.
Sólo en el primer fin de semana de «vacaciones» ya aumentaron notablemente los crímenes y accidentes relacionados con el excesivo consumo de alcohol y se produjeron víctimas.
La musulmana Bashkiria y la siberiana Krasnoyarsk prohibieron la venta de alcohol desde las seis de la tarde a las diez de la mañana del día siguiente, las horas de mayor consumo, y Perm (Urales) ordenó suspender la comercialización de vodka y otras bebidas de ocho de la tarde a once de la mañana.
Mientras Karelia, que limita con Finlandia, país conocido por sus altos índices de alcoholemia, redujo a cuatro (10-14) las horas para la venta de bebidas alcohólicas.
Y es que algunos rusos, con la excusa de que hay que combatir el coronavirus, se abrazan gustosamente a la botella durante las vacaciones retribuidas.
Con todo, no todos están de acuerdo con esa medida. Algunos consumidores creen que viola sus derechos y replican que no todos los que van a la tienda a comprar vodka o vino son unos alcohólicos empedernidos.
Otros expertos advierten que, tradicionalmente, la limitación en la venta de alcohol suele llevar a muchos rusos a acudir al mercado negro, donde la calidad es mucho peor, los controles sanitarios inexistentes y los riesgos de intoxicación mayores.
El vodka, el opio del pueblo
Además, la ley seca nunca ha sido bien vista por los rusos. Dicen incluso que ese fue uno de los motivos que provocaron el derrocamiento del último zar, Nicolás II.
El caso es que el zar lo hizo en agosto de 1914 no para reducir su consumo entre la población, sino para dedicar la producción de alcohol a la cura de los heridos en la Primera Guerra Mundial.
Esa fue una de las pocas políticas zaristas que los bolcheviques refrendaron en junio de 1918, aunque la tuvieron que abolir por impopular en 1925.
El último dirigente soviético, Mijaíl Gorbachov, cometió el mismo error en 1985. Lanzó nada más llegar al Kremlin una campaña nacional contra el alcoholismo, pero ésta tuvo una pésima acogida entre la población.
«Hay que tener mucho cuidado cuando uno intenta cambiar los hábitos del pueblo ruso. Mira lo que le pasó a Nicolás II y a Gorbachov, la ley seca fue uno de los detonantes de su caída», señaló en su momento a Efe Alexandr Nikishin, historiador del vodka.