Todavía existen lugares remotos en el mundo. Territorios que viven en un confinamiento casi permanente, a los que es difícil llegar y, aún así, están habitados. En mitad del océano Atlántico Sur, a 3.360 kilómetros de Sudamérica y a 2.816 de Sudáfrica, se puede encontrar el archipiélago de Tristán de Acuña.
La isla principal, de unos 98 km², tiene un relieve muy montañoso debido a su origen volcánico, pero existe una zona llana en la costa noroccidental, denominada The Hillpiece, lugar donde se encuentra Edimburgo de los Siete Mares, que es la capital administrativa y único sitio habitado que ya evoca el exotismo de esta zona con su nombre.
Una isla remota, también inaccesible. No hay aeropuerto, solo se puede acceder con un barco mercante que tarda una semana desde Ciudad del Cabo. Además, está prohibido desembarcar sin haber realizado unos trámites previos ante la municipalidad de la isla a través de Internet. Si se consigue la aprobación, hay que estar en la isla durante tres semanas hasta que vuelva el próximo barco.
Sin embargo, aunque parezca que un lugar así debería estar desierto, este archipiélago tiene habitantes. Tienen una población de 270 habitantes y solo existen ocho apellidos diferentes. La endogamia es inevitable, ya que todos ellos son parientes de los originales ocho hombres y siete mujeres que llegaron como colonos a partir de 1816.
En estas islas remotas también tienen costumbres e, incluso, su propia economía. Se dedican principalmente a las conservas de langosta y fabricar sellos. También hay médicos, profesores y demás de servicios. Aunque su vecino más cercano esté a miles de kilómetros, en Tristán son totalmente independientes.
En estos días de confinamiento por la crisis del coronavirus, la tuitera andaluza Azul_Mistico ha compartido un interesante hilo sobre las costumbres e historia de este archipiélago desconocido. La publicación en la red social ha granjeado más de 45.000 retuits y 140.000 me gusta.
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