Con el invierno y la llegada de las bajas temperaturas recurrimos a todo tipo de complementos para abrigarnos. Uno de los más recurrentes es el gorro de lana, que nos ayuda a mantener la cabeza caliente. Habitualmente, estos tocados suelen estar coronados por un pompón... pero ¿cuál es su origen?
Los primeros pompones se observan en los vikingos, cuyo auge se situó entre los siglos VIII y XI de nuestra era. Por ejemplo, El dios mitológico Freyr era representado con un casco que a su vez tenía un pompón, tal y como recoge el Mirror. Así se ve en una estatuilla encontrada en Södermanland, Suecia, en 1904.
Pero en épocas más recientes, se cree que los pompones tenían una utilidad principal: identificar al que lo llevara. Por ejemplo, en la iglesia católica clérigos solían llevar sobreros con pompones, y el color de estos daba información, como por ejemplo cuál era su principal ocupación.
Algo parecido ocurre con los pompones que se encontraban en los cascos y los sombreros de la época napoleónica, así como en las tradicionales boinas de las tierras altas de Escocia.
Los colores de los pompones de los gorros o cascos servían para identificar el regimiento, la compañía o el clan familiar de aquel que lo portara de un simple vistazo y desde la distancia.
Pero también existe otra explicación. Los gorros de lana siempre han sido habituales entre los marineros y los pescadores, sobre todo para faenar en aguas frías. En este caso, el pompón de los gorros servía para evitar que el marino se golpeara la cabeza con los techos bajos del interior de su barco.