En casa de Alejandro Barbancho e Irene Merino no hay tiempo para un respiro y el espacio está medido milimétricamente. Cada centímetro cuenta. No es para menos. Esta pareja de treintañeros convive con dos gatas súper cariñosas, dos niñas de diez y 3 años respectivamente y sus trillizos, que nacieron el pasado 9 de septiembre. Mael ('príncipe' en celta) y Baldr (dios de la luz y la belleza) son gemelos, mientras que Idúnn (diosa de la eterna juventud) es su hermana melliza. Estos trillizos nacieron por cesárea y de forma natural. Según los expertos, es un caso único, uno entre 7.000. «El ginecólogo nos decía que teníamos más probabilidades de que nos tocase la lotería a tener un parto múltiple de estas características. Hemos roto la banca», dice Alejandro con sorna.
Un caso excepcional
El caso de estos trillizos es muy especial, no solo porque ha sido un embarazo natural; también porque son dos gemelos y un mellizo, que no es algo que suceda habitualmente; sino porque los partos múltiples están en franco retroceso en nuestro país. Cada vez más. Trillizos, cuatrillizos e incluso quintillizos. Hubo unos años en España en que era fácil ver carritos de bebé triples por las calles. Y quien más y quien menos conocía alguna familia con niños nacidos en un parto múltiple. Ya no sucede así. Solo hay que echar un vistazo a la cifras: de los 336.741 partos que se produjeron en España en 2020 (según la última estadística publicada por el INE), hubo 57 triples (1,69%) y uno cuádruple (0,03%), mientras que 20 años antes se contabilizaron 267 triples y seis cuádruples, para un total de 392.584 partos.
Esta pareja se está amoldando a su nueva situación. Tienen una niña en común de tres años, Alma, así como a Neiva, la hija de 10 años de Alejandro, fruto de una relación anterior. Cuando decidieron ir a por el tercero, jamás se les ocurrió que tendrían tres de golpe: «Cuando el ginecólogo me dio la noticia, debo confesar que me quedé en shock. Jamás me imaginé algo así. Me pasé días mirando al techo tirada en el sofá; luego estuve llorando una semana», señala Irene, que recuerda que ella ya sentía que había algo raro en su embarazo porque no dejaba de vomitar.
«Cuando llamé a mi padre para decirle que iba a ser abuelo por partida triple, me colgó el teléfono; me volvió a llamar a los tres minutos para decirme que estaba muy contento», rememora esta joven. «En realidad toda nuestra familia y amigos pensaban que no estábamos riendo de ellos, incluso cuando les enseñábamos las ecografías. Pero qué van a pensar, si nos hemos remontado a nuestros tatarabuelos y no hay ningún caso», apostilla Alejandro.
El embarazo fue sin sobresaltos, a pesar de ser múltiple, y el parto, inducido, se tuvo que realizar a los ocho meses. Rondaron los dos kilos de peso. «Había más de 20 personas en el paritorio, un equipo de ocho profesionales por bebé y muchos residentes interesados en nuestro caso», explica la pareja, que se deshace en elogios con el equipo de Ginecología y de la UCI de Neonatología de Son Espases: «Nuestros niños se pasaron 23 días allí. Les salvaban la vida cada minuto que estaban en la incubadora», señala la madre. Ahora les toca hacer turnos para dar de comer a los peques, «porque no hay manos suficientes», y organizarse de la mejor forma posible.