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COPIB

El síndrome del niño sustituto o de reemplazo «viene a llenar un vacío y es un problema»

La presentadora y actriz escribió que con esta hija «ya nunca volveré a estar sola»

Ana Obregón, y su hijo Alessandro Lequio Junior, de vacaciones en Costa dels Pins. | INSTAGRAM

| Palma |

«Ya nunca volveré a estar sola. He vuelto a vivir». Con estas declaraciones acompañaba la actriz y presentadora, Ana Obregón, un post en Instagram con la portada de Hola! en la que se desvelaba que volvía a ser madre. A sus 68 años, lo ha conseguido en Estados Unidos y previo pago, a través de un vientre de alquiler. Pero más allá de estos dos polémicos factores se esconde lo que parece un problema de salud mental relacionado con la superación del duelo.

Sin entrar en si éste es o no el caso, pues no es una paciente a la que pueda valorar, el decano del Colegio Oficial de Psicólogos de Balears (COPIB), Javier Torres, habla de la existencia de una patología que encaja con los hechos y que a menudo se encuentran en las consultas: el síndrome del niño sustituto o de reemplazo.

«Hay personas que para superar el duelo por la muerte de un hijo tienen otro», explica. «Es un problema, no se puede tener un hijo para sustituir a otro, independientemente de si ha fallecido o no», añade. Según Torres, a un hijo de reemplazo «siempre se le va a comparar y no es bueno para su desarrollo madurativo».

El hijo que nace tras una pérdida no siempre suple a su hermano, «sólo pasa algunas veces». Sin embargo no es de extrañar cuando hay padres que «en algunos casos sí quieren llenar un vacío o lo hacen por desamparo o frente a la soledad». Ante esta posibilidad, el doctor Torres no duda: «Nunca debe buscarse un bebé por reemplazo por la carga que puede tener ese niño de pensar que es un sustituto».

Duelo

El caso de Ana Obregón, y las palabras que le ha dedicado, lleva a pensar en una situación de duelo sin resolver. Su hijo, Álex Lequio, falleció en 2020, con 27 años, tras una larga lucha contra un sarcoma de Ewing y desde entonces han sido múltiples las declaraciones públicas de dolor. «Cada duelo es diferente, depende de quien lo padece, de la vinculación afectiva con el fallecido o del manejo emocional», explica el experto que incide en la importancia de respetar los tiempos, pues «hay quien lo supera rápido y los hay que tardan mucho», incide.

Durante el duelo son habituales los síntomas de depresión, de apatía, el no tener ganas de hacer nada... También es normal llorar por la tristeza o el recuerdo del ser querido. «El problema es que meses después no empiece a superarse y se convierta en un duelo patológico», explica Javier Torres.

En estos casos, explica el especialista, conviene recurrir a un profesional e iniciar una terapia «hay que trabajar en recuperar la normalidad de antes de la pérdida, volver al contacto con la familia, realizar actividades sociales, hobbies.... Hay gente que no está capacitada para volver a esto sola», revela. Las pautas a seguir, según el experto, dependen de la persona y de sus circunstancias. Aún así, las pautas deben seguirse de forma progresiva para volver a conectar con la realidad. Si bien es cierto que «la muerte de un hijo nunca se supera», sí se puede sobrellevar o aprender a convivir con ello.

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