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Turismo y sociedad

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El turismo no deja de crecer en España y en todo el mundo. Más de mil millones de turistas visitan otros países cada año dando lugar a la industria más importante. Este año tendremos más de 80 millones de turistas en España y en Balears rondaremos los 16 millones. Gracias al turismo, España crecerá muy por encima de la media europea y reducirá su desempleo. Pero este aumento de visitantes está generando rechazo por una parte de la población en algunas ciudades y en Balears. La polarización política y generacional también se está reflejando en el turismo. ¿Es la sociedad consciente de los beneficios que trae el turismo? ¿Se pueden disminuir los inconvenientes que produce para la población residente? ¿Puede convivir el turismo y la sociedad?

Veamos el caso de Eivissa. La economía de Eivissa y Formentera se acelera y crece estos últimos años a niveles cercanos al 4%, por encima del resto de Balears y de España, gracias al empuje de la actividad turística y derivadamente del mayor consumo de los residentes. El gasto turístico ascendió a 2.681 millones de euros en 2016 y parece que lo va a superar este año. De mayo a octubre, en seis meses, se genera más del 92% de ese gasto.

La actividad es intensa y estacional. Hemos sido desde hace tiempo y somos ahora aún más, una economía especializada en turismo superando en cinco veces la media española. De los cientos de islas que hay en el Mediterráneo, muy pocas pueden compararse con Eivissa y Formentera en estos logros. El camino no ha sido fácil. Desde la crisis de 2009, la recuperación ha sido espectacular. El proyecto Ushuaia protagonista del despegue turístico de Eivissa en estos últimos años ha fortalecido la imagen de la isla como primer destino musical del mundo.

La superespecialización y el lujo es la clave del éxito del nuevo modelo turístico ibicenco. Ese turismo de lujo da exclusividad y proporciona estatus, prestigio y no es exclusivo de ricos y celebrities sino, por la imitación de esas pautas de consumo, de muchas personas de clase media que no lo tiene en su vida normal pero que se lo permite en las vacaciones reduciendo su consumo de otras cosas para poder vivir algunos días la exclusividad y el lujo de algo. Eivissa ahora puede competir con cualquier destino turístico si logra mantener esta demanda de alto poder adquisitivo. Si esta demanda se fuera, volvería a competir con dificultad frente a países más baratos y con infraestructuras más modernas del norte de África y el Caribe, por conseguir a esos turistas normales que van de vacaciones sujetos a la escasez de dinero y tiempo.

El turismo ha sido una industria que sacó a Eivissa y a gran parte de España de la pobreza y le ha dado unos niveles de bienestar impensables hace cincuenta años. Se ha demostrado que es una industria muy competitiva. Y el futuro también se puede presentar esperanzador. La rapidez del cambio tecnológico moderno que está destruyendo continuamente sectores industriales enteros y cambiando la composición sectorial del empleo, favorece el empleo en industrias como el ocio y turismo, donde el contacto personal es la esencia del producto.

¿Qué ocurre? ¿Estamos muriendo de éxito? Gran parte de la población es favorable al turismo, sin embargo la masificación genera rechazo, a lo que se une estos días actuaciones por grupos minoritarios para asustar y producir inseguridad en los visitantes. Sin turismo las Islas morirían y sus habitantes emigrarían. Gran parte de la población, lo sepan o no, viven actualmente del turismo, pero también se paga un precio, un coste que hay que disminuir. Los problemas que van apareciendo hay que resolverlos con inteligencia y creatividad.

En primer lugar, los recursos naturales están sufriendo, utilizándose intensamente y por tanto con un efecto negativo que puede impedir su sostenibilidad futura. Se trata del impacto urbanístico, de tráfico y medioambiental que hay que reducir.

En cuanto a la masificación generada por la extraordinaria demanda de pisos vacacionales y la facilidad de ponerse en contacto a través de plataformas digitales, es una fórmula nueva que se ha extendido por todo el mundo en la que hay intereses contrapuestos que, por mucho que se prohíban, no van a desaparecer y que hay que regular con sentido común, ya que si no existieran, una parte importante de la industria complementaria se vería afectada y también el empleo. Además ayuda a distribuir mejor entre todos los frutos del turismo.

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