No todas las historias de emprendedores se suben al carro de las aplicaciones para móvil ni pasan por abrir un restaurante rompedor en la esquina. A veces, tan solo se trata de reinventar la cotidianeidad para tener tener éxito y regalar una mirada distinta a aquello que nos rodea.
Esta fue la premisa de Enrique Guillén, un sevillano de 43 años afincado en Menorca desde hace seis años, que con su carrusel ecológico ha conseguido ofrecer una alternativa innovadora de ocio y atracciones para los más pequeños.
Un ingenio bautizado como Eco-tiovivo, que gira a partir del impulso generado por el pedaleo de una bicicleta y que mediante engranajes permite el sistema de rotación. Construido entre Menorca y Sevilla, lleva vendidos cinco por toda Europa y prácticamente cada fin de semana forma parte del paisaje de las fiestas de pueblo de Menorca y Mallorca.
INNOVACIÓN. El Eco-tiovivo surgió como proyecto familiar de Enrique Guillén y su mujer Lorena Ivaldi al llegar a Menorca. Hacía 15 años que se dedicaban a la artesanía de producción propia con la comercialización de unas lámparas en mercados locales de medio mundo, pero fue su hijo de tres años la fuente de inspiración.
“Recuerdo su mirada de sobrexcitación tras bajar de una atracción de feria. Aquel artefacto pensado para su diversión e inundado por el ruido de unos altavoces a máxima potencia me parecía un suplicio como padre y una experiencia nada saludable para él”, explica Enrique Guillén.
“Me di cuenta lo poco que había evolucionado el sector del entretenimiento para críos en atracciones y empecé a pensar en hacer algo distinto”, añade este emprendedor. “La idea de los carruseles manuales es anterior a la llegada de la electricidad, voladoras antiguas las llamaban, que funcionaban con manivela y que pronto desaparecieron tras el motor eléctrico. Estos fueron los modelos que me ayudaron a dibujar y crear mi propio tiovivo ecológico”, detalla.
Con la colaboración de dos ingenieros de la Escuela de Ingeniería Industrial de Sevilla y un equipo formado, entre otros, por un tornero y un carrocero, hicieron realidad el primer modelo a caballo entre Menorca y Sevilla. “Aunque aparentemente se ve un paraguas que se abre en un remolque, lleva un mallazo de tubo estructural con acero especial, pensado principalmente para la seguridad”, comenta.
Su estreno fue en mayo de 2013, en la primera edición de la Feria de Medio Ambiente del Ajuntament de Maó donde causó sensación no solo entre los niños sino entre los padres. “La atracción permite subirse a ocho pasajeros entre 3 y 11 años más dos bebés, porque dispone de sillas especiales hechas con neumáticos, loneta y madera”, explica Enrique Guillén.
En verano de ese mismo año se instaló en la zona turística de Punta Prima y participó también en distintos eventos y mercados como el de es Mercadal. Como la temporada es muy corta en Menorca, al año siguiente abrió ruta en Mallorca y desde entonces acude regularmente desde otoño hasta mayo a las fiestas de los municipios de Alcúdia, Alaró, Inca, Calvià, Pollença o Sant Sebastià Petit en Palma, entre otros.
CRECIMIENTO. Desde que puso en marcha el proyecto ya ha construido cinco carruseles que han ido a parar a Ferreries, Italia y Francia. “El primero lo vendí a los cuatro meses de haberlo presentado en Maó. A principios de 2014 recibí un pedido para fabricar un segundo que está en Cerdeña y posteriormente unos franceses que lo vieron en Alaró me encargaron uno para ellos. El último que he hecho ha ido a parar a una estación de esquí francesa”, explica Enrique Guillén.
Este emprendedor tiene muy claro que lo que más feliz le hace es pedalear en su propio carrusel y no dedicarse a fabricar tiovivos, que le ocupan tres meses de trabajo. “El éxito radica en haber sabido satisfacer al mismo tiempo a padres e hijos de una manera responsable, ecológica y saludable”, concluye. Cuando sus amigos le preguntan a lo que se dedica, les dice que se gana la vida pedaleando, uno de sus sueños de pequeño.