Son más de setenta años los que Mármoles Sirerol acumula en su trayectoria empresarial desde que Rafael Sirerol abriera su primer taller en Maó como marmolista funerario. Un pequeño negocio familiar que hizo crecer y amplió su hijo Jaume hacia la elaboración, transformación y comercialización de toda clase de piedras y materiales innovadores para el sector de la construcción y que desde hace dos años, a las puertas de su jubilación, está encaminando hacia una nueva dirección profesional sin prisa pero sin pausa. Cuenta con ocho trabajadores y en 2020 facturaron un millón de euros.
ORÍGENES. Nacido en 1914 en Maó pero de orígenes alicantinos, Rafael Sirerol creció en una familia de escultores y artesanos del arte funerario. “El oficio lo aprendió de su padre y de sus tíos ya que todos pertenecían al mundo de la piedra”, explica su hijo Jaume, actual gerente de Mármoles Sirerol. Empezó en el pequeño obrador que existían en los bajos de su casa, haciendo trabajos artesanos y no fue hasta los años cincuenta cuando se instaló por su propia cuenta en un taller de la calle San Cirilo de Maó.
“Martillo y cincel en mano, era todo trabajo manual, trabajo de arte religioso y funerario como por ejemplo, la creación del panteón de la familia Pasarius, una de los obras que se recuerdan de mi padre”, detalla Jaume. No fue hasta 1960 cuando pudo incorporar las primeras máquinas convencionales para cortar piedra o para pulir, coincidiendo con el traslado a un nuevo local en la calle Verge de Gracia en el que no estuvo demasiado tiempo ya que encontró otro más cerca del cementerio.
“Mi padre estaba especializado en el trabajo funerario y por ello, buscó un local de 400 metros cuadrados dentro de la misma calle, que estaba mejor ubicado”, añade el gerente de Mármoles Sirerol, que en aquella época empezó a ayudar a su padre para aprender el oficio de marmolista aunque con una intención más industrial, para poder entrar en el suministro para el sector de la construcción.
No en vano, Menorca empezaba a despertar como destino turístico y muy pronto empezarían a llegar nuevos encargos, como por ejemplo el levantamiento del Hotel Santo Tomás en es Migjorn.
Fue esta inquietud por conocer la evolución que estaba teniendo el sector la que llevó a Jaume Sirerol a empezar a asistir a las ferias nacionales e internacionales más importantes como la de Carrara, en Italia, que visitó por primera vez en 1968. Tres años más tarde también iniciaría un entancia durante un año en la empresa Marbres Marquès de Canovellas, en Barcelona, para poder experimentar nuevas técnicas. “Pude aprender distintas maneras de tratamiento de los materiales o de la importancia de las mediciones en obra para posteriormente poder diseñar la fachada”, comenta.
EXPANSIÓN. La década de los años 80 fue de expansión para Mármoles Sirerol, que entonces ya quedó constituida como sociedad limitada y en la que pasaron en diez años de cinco a nueve empleados. “El boom turístico conllevó la construcción de nuevas infraestructuras a las que pudimos suministrar el material para fachadas, cocinas o encimeras de baño que se necesitaban”, explica Jaume Sirerol.
Junto al granito o la piedra caliza se empezaron a utilizar también nuevos materiales que llegaban al mercado como los compactados hechos a partir de arenilla de mármol.
Pero sin duda una de las innovaciones más importantes que se produjo en el sector de la construcción fue la irrupción principios de los años 90 del Silestone de Cosentino, un material compacto hecho a base cuarzo ligado con unas resinas de poliéster, que supuso una auténtica revolución y de la que Mármoles Sirerol se convirtió en el distribuidor oficial para Menorca. “Este nuevo material made in Spain, de la familia Martínez Cosentino de Almería, destacaba por su moldeabilidad, su practicidad, su higiene y sus posibilidades decorativas, lo que lo convirtió en un producto estrella, lo mismo que ha pasado hace cuatro años de nuevo con el Dekton”, explica Sirerol.
Su penetración en el mercado les sirvió como distribuidores para crecer y gracias a ello, pudieron adquirir unos terrenos de 2.500 metros cuadrados en el polígono industrial de Maó, donde levantaron una nueva fábrica en 1999 de 700 metros cuadrados. “Instalamos un puente grúa, unos discos semiautomáticos para cortar piedra, una pulidora de cantos así como máquinas de grabar y máquinas pulidoras de agua, entre otras máquinas”, explica.
Durante esta época de crecimiento suministraron material para cinco hoteles en Ciutadella, además de elementos para la pavimentación de lugares como Plaza Bastión o Plaza Real de Maó o la Plaza de Sant Climent, o uno de sus edificios estrella, el de Punta Rellotge de Maó, entre otros muchos trabajos. En 2003 levantaron una segunda nave contigua que utilizan como almacén y afianzaron la solvencia del negocio. El hecho de haber reinvertido siempre los beneficios en la empresa les permitió aguantar mejor la crisis de 2008.
NUEVA ÉPOCA. Con el objetivo de asegurar la continuidad de la empresa, Jaume Sirerol empezó a planificar con anticipación su relevo al frente del negocio y hace tres años incorporó como socio a Isaac Pons, un licenciado en administración y dirección de empresas que provenía del sector de la madera y que asumió las funciones de adjunto a gerencia. “La madera y la piedra son similares en el tratamiento y por ello su aprendizaje del oficio ha podido ser más fácil”, explica Jaume.
Su incorporación dio pie a que Mármoles Sirerol decidiera invertir en maquinaria de última generación como una cortadora que funciona con agua a presión mezclada con arenas de cuarzo y que les permite cortar gres porcelánico, una nueva pulidora de brazo o unos bancos aspiradores para evitar la generación de polvo. “También tuvimos que adaptar la nave a la nueva maquinaria ya que las instalaciones no estaban actualizadas, colocando unos filtros especiales que nos facilitaron poder depurar el agua que usamos para trabajar y que es menos que la que gasta un hogar”, detalla Sirerol.
Y es que la voluntad de mejora ha sido una constante en esta empresa de origen familiar cuya motivación por diferenciarse les ha llevado cada año a incorporar nuevos materiales, como en su día hicieron con el marés llamado “p”, las cuarcitas de Brasil, India o Noruega o, como pasa en estos momentos, con la piedra natural, convertida ahora en una de las demandas más habituales entre el cliente más exigente.