La sensación de saturación, en algún momento, la estamos experimentando todos los ciudadanos de Eivissa este verano. ¡Gracias a Dios! es lo primero que piensas, después de dos años de calamidades o medio calamidades. Pero también piensas que tal exceso de concentración humana no puede ser del agrado de nuestros visitantes.
Hoy día todos estamos acostumbrados a los atascos, las filas, las esperas, a dar vueltas para encontrar aparcamiento… pero vienes a Eivissa de vacaciones con la ilusión de ir a la playa con cierta comodidad y sosiego y no para pelear por una plaza de parking, finalmente inexistente.
Ahora le propongo relacionar la política laboral reinante con la saturación del tráfico en nuestro destino turístico. Desde hace varias temporadas, creo que esta es la tercera, se impidió en el ámbito de la hostelería lo que se venía denominando hacer el «sexto día». Es decir, un trabajador no puede trabajar más de cinco días a la semana, y debe respetar su descanso mínimo obligatorio de dos días consecutivos.
Pues bien, veamos las consecuencias:
1.- Trabajadores más pobres: no pueden «hacer horas», por tanto ganan menos.
2.- Empresas que necesitan más trabajadores para hacer lo mismo: más personal, más vivienda, más desplazamientos… en una palabra, más saturación en el destino.
3.- Una pregunta: ¿por qué las normas son las mismas para personas con 20/25/30/40 años, que pueden trabajar todas las horas del mundo, que para quienes ya tienen edades más avanzadas?
4.- Otra pregunta: ¿por qué un trabajador puede trabajar dos turnos diarios, siete días a la semana, pero para empresas distintas? Y sin embargo no puede aumentar ocho horas a la semana en la misma faena…
5.- Otra pregunta: ¿por qué no hay libertad para trabajar? De otra manera, ¿por qué no me dejan prosperar?
Todas estas rigideces, sin justificación válida, producen una sociedad cuyos miembros somos más pobres, al repartir la misma actividad entre más personas, y producen saturación por sí solas.
Mi conclusión es que la movilidad mejoraría si se permitiera trabajar más a quien quisiera hacerlo. Desde luego no es el único palo que hay que tocar, ni el principal, pero no haría daño a nadie.