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La eterna circularidad: coches y pisos

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Hemos concluido una buena temporada, con datos de ocupación e ingresos que van de muy buenos a correctos, según a quién se pregunte. En cualquier caso, viniendo de dónde venimos, podemos celebrar que hemos escapado de situaciones muy difíciles.

Ahora viene pagar la herencia de estos dos años, es decir, la deuda que muchas empresas han tenido que asumir para sobrevivir las dos temporadas vividas. No va a ser cuestión de una temporada, y vamos a ser optimistas, los datos conocidos acerca del futuro, pocos y no significativos a día de hoy, invitan a serlo.

Más inciertas parecen otras cuestiones, como los tipos de interés, la inflación de los costes, la invasión de Ucrania, la situación económica de Alemania y Reino Unido... No es fácil aventurar pronósticos, pero está fuera de nuestro alcance, y persiste también la obligación que tenemos de ser optimistas. Pero sí que está en nuestra mano poner algo de orden en nuestro funcionamiento diario. La sensación de masificación que se expone públicamente está motivada, principalmente por el tráfico en nuestras carreteras y por la ausencia de suficientes plazas de aparcamiento cuando se necesitan.

En muchas ciudades de Europa hay parkings en los centros de las ciudades o en las afueras, subterráneos o no, que solucionan la necesidad de aparcamiento extra que se necesita en festivos, para el turismo, eventos u otras razones. Sin embargo, aunque alguna cosa se ha hecho, creo que la creación de aparcamientos suficientes debiera ser facilitado y promovido por nuestras autoridades. Si todos tuvieramos un aparcamiento cuando lo necesitamos, la percepción de incomodidad ciudadana se reduciría notablemente.

Y el asunto de siempre, y nunca resuelto, los pisos turísticos. Contribuyen a la masificación, con mucho menos valor añadido que otras modalidades de alojamiento, incomodan a turistas y residentes y, para escarnio de todos, impiden el acceso a la vivienda a los residentes a un precio normal. Enfada mucho leer una propuesta de contrato de vivienda, «de noviembre a mayo», que es una ilegalidad sangrante. Y el verano, ¿dónde vivimos? En esto nuestra economía es ya circular: siempre volvemos al principio.

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