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A mi padre, Gabriel Sampol

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La pérdida de un padre me la imaginaba dura, y no me equivocaba… ¡durísima! Ese vacío que deja duele… y poco a poco se va llenando de ilusiones, de cariño de otras personas, y de proyectos, aunque estoy totalmente segura de que siempre me quedará un espacio reservado a él, porque ya lo estoy sintiendo. Pero, además, cuando se junta, en el caso de las empresas familiares, con el presidente, el hijo de fundador que llevó la compañía desde la calle Missió de Palma a 22 países y 4 continentes, la cosa se acentúa.

Como dice mi madre, si tu padre está viendo todas las muestras de cariño, respeto y admiración hacia él que estamos recibiendo, estará muy contento. Pues sí, nuestro padre era todo un ejemplo de innovación, de lucha, de responsabilidad, de sacrificio por la empresa y por el trabajo, de inasequibilidad al desaliento, a la vez de ser un optimista empedernido, alegre y un gran disfrutón de la vida. Tuvo la gran suerte de estar acompañado durante 53 años por nuestra madre, Paz, su gran amor y su gran apoyo, que le dio 4 hijos y ahora estos 10 estupendos nietos, con los que ha disfrutado mucho.

Como ingeniero que era, mejor dicho, perito industrial, como prefería decir con satisfacción, estaba muy orgulloso de todos sus nietos, dos de los cuales ya están siguiendo su estela estudiando ingeniería y los que vendrán... Todos le echaremos mucho de menos, sobre todo mi madre, claro, pero también además de sus hijos y sus nietos, los amigos, la familia, todos los empleados de la gran familia del Grupo Sampol... y muchos más… Ahora nuestra responsabilidad es seguir su legado y como él querría: «¡Ponernos a trabajar ya!».
Cuesta arrancar, pero aquí estamos, arrancando y tomando velocidad de crucero para que el barco siga firme, todos a una, como siempre, aunque ahora hay cambio de capitán.
Un cambio, para el cual mi padre nos ha estado preparando durante años y una vez llegado el momento, apoyada por mis hermanos, y arropada por mi madre, tomo el relevo con la naturalidad y con la responsabilidad que conlleva este solemne acontecimiento.
A partir de ahora, nos queda su recuerdo, su huella, su ejemplo, su legado… ¡Y vamos a continuarlo!
Como diría mi padre: «¡Carpe diem y a disfrutar!».

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