En el pequeño, pero bullicioso pueblo de Stratford-upon-Avon, conocido universalmente como lugar de nacimiento de William Shakespeare, se representan a diario fragmentos de sus obras en el patio trasero de la que fue, según la historia, su casa natal. Un espacio al aire libre donde uno se sienta plácidamente para ver en directo cómo los personajes del célebre autor cobran vida y entretienen al público. Este mes de agosto coincidió que, el día de nuestra visita, estaban en escena algunos de los protagonistas de ‘Sueño de una noche de verano’, la comedia de enredos, magia y amor en la que Shakespeare juega con el contraste de lo real y lo fantástico, lo racional y lo irracional.
Esta temporada turística, que todavía no ha llegado a su fin, parece que hayamos empezado a vivir en Menorca el despertar del hechizo shakesperiano. Tras la pandemia, los turistas regresaron con desenfreno, casi con ansiedad por recuperar el tiempo perdido. Se disparó la demanda, los precios empezaron a escalar y la isla parecía vivir una especie de verano eterno en el que todo era posible sin filtro alguno. Era como si hubiéramos entrado en un bosque mágico donde nada parecía tener límites. Pero los encantamientos no duran eternamente. Los datos que se van conociendo de julio y agosto confirman que el empuje extraordinario del turismo post COVID, se ha agotado. El visitante ya no se deja arrastrar por la euforia. El presupuesto ya no es el mismo, los precios tampoco y hay una contención en el gasto porque el horno, no da para tantos bollos. En resultado, ‘molts cans però poc renou’.
Lo que toca ahora es despertar del sueño y afrontar la realidad. Saber dónde estamos, qué estamos ofreciendo y hacia dónde queremos ir. Shakespeare concluía su comedia con reconciliaciones y orden tras una noche de confusiones. Quizá Menorca también deba aprovechar este despertar para poner en orden su oferta turística. Mirarse al espejo para saber priorizar lo que realmente nos diferencia y nos da valor ante el visitante. Estableciendo límites sensatos que nos permitan no perder la esencia de lo que hemos sido siempre, esa autenticidad que cada vez escasea más y que constituye, nuestra mayor riqueza.