Las Balears están experimentando una transformación silenciosa, pero alarmante. El cambio climático, con sus efectos ya palpables en el archipiélago, no solo está modificando el paisaje, sino que también está impactando en la pobreza energética. En un territorio donde las temperaturas estivales baten récords año tras año, los desafíos ambientales y sociales se entrecruzan de forma cada vez más evidente.
El Mediterráneo está considerado como un punto caliente del cambio climático. En este sentido, se está calentando más rápido que la media global y, según un estudio reciente de Mercator Ocean International, este julio ha sido el mes más cálido de la historia con una media de 26,7°C. Este fenómeno tiene consecuencias directas para Balears. No solo se prevé un aumento de olas de calor más intensas y duraderas, sino también la pérdida progresiva de playas, la reducción de recursos hídricos y una amenaza creciente a la biodiversidad. Según Greenpeace, si no se actúa con urgencia, el 50% de la superficie de las playas baleares podría desaparecer debido a la subida del nivel del mar y a la falta de gestión adaptativa del litoral. Esta pérdida afectaría no solo al medio ambiente, sino también a la principal industria de la región: el turismo.
Las previsiones económicas son igualmente preocupantes. BBVA Research alertó en 2024 de que la demanda turística en Balears podría caer hasta un 60% en verano si se mantiene el actual ritmo de degradación ambiental y aumento térmico. Esta caída no solo implicaría una drástica reducción de ingresos, sino también un aumento del desempleo y una mayor presión sobre los servicios sociales, en una comunidad donde la estacionalidad del trabajo ya genera desigualdad estructural. Pero más allá del impacto macroeconómico, existe una dimensión cotidiana y muchas veces invisibilizada del cambio climático: cómo afecta a la vida diaria de los residentes, especialmente a los más vulnerables.
La pobreza energética es un fenómeno que va más allá de la incapacidad de pagar la factura de la luz. Incluye también a quienes no pueden permitirse mantener su vivienda a una temperatura adecuada durante el invierno o el verano. En Balears, esta realidad ha tomado fuerza en los últimos años, de la mano del encarecimiento del coste de la vida y de un parque de viviendas con bajo nivel de eficiencia energética. En este sentido, es cierto que actualmente existen ayudar para actuaciones de rehabilitación energética. Sin embargo, hay que tener presupuesto para ejecutarlas.
De acuerdo con el último Informe sobre el Estado de la Pobreza de las Illes Balears, impulsado por EAPN-Illes Balears, más de 74.000 personas se encuentran en situación de privación material severa y, concretamente, un 18% no puede mantener su hogar a una temperatura adecuada, lo que expone a miles de personas a condiciones perjudiciales para su salud. Por todo ello, las políticas públicas deben ir acompañadas de una estrategia social clara que sitúe la justicia energética en el centro. Y es que la emergencia climática no es un fenómeno abstracto ni futuro: ya está aquí y tiene rostro humano. Consecuentemente, en Balears afrontar el cambio climático pasa por garantizar que nadie se quede atrás en la transición energética, dado que se trata, en última instancia, de proteger el derecho de las personas a vivir con dignidad en un entorno habitable.