La temporada turística de 2025 en Menorca está dejando una sensación agridulce en el sector de la restauración insular. Aunque las cifras de movimiento de visitantes son abultadas, los restaurantes no han logrado llenar sus mesas de forma constante y la campaña se ha caracterizado más bien por la irregularidad. Todavía queda algo del mes de septiembre y octubre, pero la mayoría de establecimientos han sufrido altibajos con un comportamiento que ha reflejado un consumo a la baja y un descenso del ticket medio que ha acabado cayendo entre un 15 y un 20 por ciento, tal y como reconoce el presidente de la Asociación de Restauración CAEB Menorca, José Bosch.
Una realidad que ha llevado a la preocupación entre el sector que intenta analizar el porqué de una situación que también se ha repetido en la península y en otros destinos europeos, pero que en Menorca ha adquirido una especial relevancia por el peso de la restauración en el tejido económico insular cuyo futuro incierto nadie se atreve a pronosticar. El objetivo es poder encontrar respuestas y tomar cartas en el asunto para afrontar un futuro incierto.
REALIDAD.
Aunque las previsiones para esta temporada eran optimistas, la situación general anticipaba una vuelta a la realidad que muchos no querían ver, tal y como argumenta José Bosch. «Con la inflación disparada y un cliente con menos poder adquisitivo, era imposible que el efecto burbuja de 2022 pudiera durar eternamente», confirma. «Tras la pandemia, se generó un consumo muy activo, con turistas dispuestos a gastar sin mirar el bolsillo. El verano siguiente todavía mantuvo un cierto impulso, pero el año pasado, ya se empezó a notar la bajada y este 2025, la realidad se ha impuesto», añade. «Menorca sigue siendo un destino atractivo donde todo el mundo quiere poder venir pero ahora el cliente medita más sus decisiones de consumo», destaca Bosch.
«Puede parecer que la Isla se está convirtiendo en un destino exclusivo reservado para el segmento del lujo pero la realidad demuestra que son tan solo unos pocos establecimientos los que se mueven en este segmento. El gran volumen de negocio de la restauración va dirigido a visitantes que pueden estar alojados en un hotel de cuatro estrellas o en una vivienda vacacional pero que compara precios y planifica su gasto», detalla Bosch. «Este público sigue siendo nuestro principal cliente, y habrá que saber adaptarse a él como ya lo hicimos en la crisis de 2008, cuando sustituimos el chuletón y el vino reserva de Ribera del Duero por el secreto ibérico y otra marca de gran calidad. Deberemos aprender a hacerlo,» confirma.
AUTOCRÍTICA.
Para el presidente de los restauradores, hace falta hacer un poco más de autocrítica entre su propio colectivo para asimilar que no todo vale y que la sobre oferta de establecimientos también forma parte del problema. «Este verano se ha hablado mucho del turista de supermercado pero yo me pregunto si es un turista que quizás no ha sabido encontrar una oferta adecuada. Debemos tener muy claro que el valor de lo que se percibe, está en estos momentos a flor de piel», comenta.
En este sentido, el presidente de los restauradores de Menorca insiste en que no se trata de culpar a quien nos visita, sino de reconocer que las reglas del juego han cambiado y que los restaurantes van a tener que adaptarse a un entorno en el que la rentabilidad ya no se consigue solo llenando mesas, sino gestionando mejor los recursos, ajustando la oferta a la demanda real. «El restaurante que no se capaz de hacer un análisis de situación, que no realice un escándalo de ingresos y gastos, que no se prepare a consciencia, en definitiva, que no se profesionalice, sufrirá y pondrá en riesgo su viabilidad», comenta. «Aquí también entra en juego el saber blindarse para protegerse de las reservas fantasma o del llamado turista instagramer que ocupa el lugar de un comensal para aparentar», detalla.
COSTES.
Otro de los factores en el análisis de esta situación es la coyuntura provocada por el encarecimiento de los costes. La energía, las materias primas y especialmente los salarios, han seguido una curva ascendente que ha complicado la viabilidad de muchos negocios, como también reconoce Bosch. La aplicación de convenios colectivos más exigentes en hostelería, necesarios para mejorar las condiciones laborales de los trabajadores, ha supuesto también un incremento de costes que los restauradores han repercutido en la carta.
«Yo no digo que nuestros trabajadores no deban estar bien retribuidos pero el convenio de hostelería de Balears, es un convenio redactado en clave hotelera mallorquina que no contempla la realidad del sector de la restauración de Menorca. No contempla ni siquiera la realidad de un pequeño hotelero», reivindica. «Es muy bonito poder decir que en Balears tenemos el mejor convenio colectivo pero los grandes resultados de una compañía hotelera de Mallorca, no son equiparables a un restaurante de Menorca», añade. «El coste medio del salario de hostelería en España es de 2.500 euros, mientras que en Balears es de 3.700 euros, para que tengamos claros los datos», destaca. Uno de los efectos más perversos de esta coyuntura ha sido la desaparición progresiva del menú popular como reclamo para el cliente local y el visitante de menor presupuesto.
«Con los costes actuales es imposible ofrecer menús a 12 euros. Hoy, como mínimo, están en 18 o 20 euros, y aún así apenas cubres gastos», afirma. El equilibrio entre precio y calidad se ha vuelto más complejo que nunca, y de ello depende buena parte de la competitividad del sector. «También padecemos una sobre oferta que al final va a tener que sufrir un ajuste forzado por las circunstancias» destaca. «Aquel entusiasmo de abrir un restaurante que otro había cerrado ya no existe», señala Bosch.
PROFESIONALES.
Pero quizá el reto más estructural al que se enfrenta la restauración menorquina es la falta de personal. Encontrar trabajadores formados en cocina o sala es cada vez más complicado, no solo por la escasez de perfiles profesionales, sino también por la dificultad de acceder a una vivienda asequible en la isla. La proliferación de alquileres turísticos irregulares ha reducido la oferta y ha disparado los precios, lo que convierte en misión imposible contratar personal de fuera. «Sin profesionales no hay servicio de calidad, y sin calidad no hay fidelización del cliente», advierte Bosch.
La consecuencia es un círculo vicioso donde hay menos profesionales disponibles, más sobrecarga de trabajo para los equipos actuales, mayor rotación y, al final, un deterioro de la experiencia gastronómica que repercute directamente en la imagen del destino. «La cuestión de la vivienda es un asunto de todos, no solo de los restauradores porque también afecta al residente y en esta cuestión nos tenemos que arremangar todos para encontrar una solución definitiva» explica. «Menorca seguirá siendo un destino gastronómico atractivo, pero la restauración no puede vivir solo de su prestigio. Sin una adaptación real, la viabilidad del sector se puede ver comprometida», concluye Bosch.