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Alexander Hopkins, el luthier de Menorca

Desde su taller en el centro de Maó, fabrica instrumentos del siglo XV al XVIII con técnicas ancestrales para encargos internacionales, combinando investigación, oficio y precisión

El luthier Alexander Hopkins en su taller del centro de Maó donde se estableció hace dos décadas

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Poder entrar en el taller de un artesano, es casi siempre una invitación a iniciar un viaje hacia el pasado. Este es el caso del luthier Alexander Hopkins, especializado en la fabricación de instrumentos históricos del siglo XV al siglo XVIII. Hopkins crea guitarras barrocas, laúdes, tiorbas y arpas, entre otros muchos instrumentos, siguiendo técnicas tradicionales que, en muchos casos, parten del estudio de fuentes iconográficas, originales y tratados que respetan las proporciones y métodos de la época. Su taller en el centro de Maó, iluminado casi exclusivamente por la luz natural que entra por dos ventanales, es un espacio donde la maquinaria eléctrica está prohibida y donde cada pieza se construye con un método que combina investigación histórica, observación minuciosa y una dedicación que roza la obstinación. Instalado en Menorca desde hace casi dos décadas, los encargos que recibe viajan por todo el mundo, de Europa a Japón o Estados Unidos.

ORÍGENES.

La vocación le llegó casi en su tierna infancia, pese a no haber crecido en el sí de una familia relacionada con la música. Su padre era diseñador gráfico y en casa, no había tradición de instrumentos, pero desde niño, le fascinaba la madera y la posibilidad de transformarla en objetos capaces de producir sonidos. «Tenía un interés especial por los objetos hechos a mano», explica Alexander Hopkins. Su primer contacto para aprender a fabricar instrumentos antiguos lo tuvo en Mallorca, donde un primer luthier, le enseñó las técnicas más básicas. Entre 1992 y 1996, se fue a estudiar a la London Guildhall University, especializándose en instrumentos antiguos de cuerda pulsada y posteriormente, estuvo residiendo varios años en la capital británica para seguir el aprendizaje. Su primer taller como luthier lo abrió en Hungría, donde llegó a tener incluso, un aprendiz, pero la vida lo acabó llevando hasta las Islas Canarias, Mallorca, Cagliari y finalmente, Menorca, donde amarró con su velero en 2009.

«El trabajo de luthier supone una práctica que se debe llevar a cabo con precisión, paciencia y unos conocimientos que solo se adquieren con años de oficio», explica. Con el tiempo, su forma de trabajar se acabó convirtiendo en un sello propio. «Utilizo exclusivamente herramientas manuales, desde sierras, cuchillos o formones que yo mismo afilo periódicamente», detalla. «Esta fabricación manual no es un gesto romántico, sino una necesidad derivada del tipo de instrumentos que construyo porque las técnicas antiguas, requieren precisión y un tipo de contacto con la madera que las máquinas no me permitirían», añade. A esto se suma su atención casi obsesiva por la iluminación. «Para ciertos trabajos, prefiero la luz natural porque revela matices y colores. Para otros, la sombra proyectada por una sola lámpara, me permite detectar irregularidades en una superficie curva», añade.

MATERIALES.

Uno de los aspectos más particulares de su método es la manera cómo interpreta la relación entre el instrumento y la madera. En lugar de buscar maderas exóticas o muy valiosas, estudia las pinturas renacentistas para entender qué materiales se empleaban históricamente y cómo se usaban. «Observo cuadros donde aparecen laúdes, arpas o violas con tonos similares y gracias a ello, puedo entender que, en muchos casos, los luthiers de la época buscaban una continuidad cromática entre tapa, aros y fondo. Por ello, cuando trabajo con nogal, ciprés o arce, procuro que todo el instrumento responda al mismo árbol o al menos a la misma familia de color», añade. «Más que un criterio estético, es una forma de coherencia histórica», señala.

El trabajo que realiza Alexander Hopkins de fabricación de instrumentos es completamente manual sin intervención mecánica.

Uno de sus trabajos más singulares que ha realizado fue la reconstrucción de unas arpas sajonas de seis cuerdas, instrumentos documentados entre los siglos IV y VI y hallados en tumbas de Inglaterra y Alemania. «Tras estudiar restos arqueológicos y la escasa información disponible, fabriqué varios ejemplares y exploré también su repertorio histórico junto a un arqueólogo especializado. El proyecto me permitió comprobar que incluso un instrumento de seis notas, podía contener una profundidad musical sorprendente cuando se entiende su contexto histórico», destaca.

MÚSICA.

Pero el trabajo de investigación que realiza Alexander Hopkins no se limita solo a la construcción. Este luthier también toca los instrumentos que fabrica y considera que es una parte imprescindible de todo el proceso. «La práctica musical me permite comprender cómo se adapta cada instrumento a su repertorio, qué exige al intérprete y qué particularidades técnicas es necesario resolver durante la fabricación», comenta. Este conocimiento práctico, explica, resulta decisivo para decidir medidas, tensiones, longitudes y proporciones. En este sentido, su vínculo con la escena musical en Menorca también ha sido importante y es que durante trece ediciones, organizó junto a su mujer Maria Antonietta Muggianu, que es cantante, un festival de música antigua, un proyecto poco habitual porque estaba dirigido precisamente por un luthier.

Desde guitarras barrocas, laudes, tiorbas, violas de gamba o arpas, su catálogo es muy amplio.

«Creamos incluso con otros músicos un grupo llamado La Galatea y muchos intérpretes que participaban en el festival, tocaban los instrumentos fabricados en mi taller o aprovechaban la visita para recoger encargos», detalla. Y es que el trabajo que realiza Alexander Hopkins, es casi siempre por encargo y los pedidos, van llegando de prácticamente todo el planeta. «Durante años recibí numerosos pedidos de intérpretes japoneses, pero en los últimos tiempos, el mercado se ha desplazado hacia Estados Unidos», comenta. El tiempo de construcción varía según la complejidad del instrumento y la lista de espera, suele ser de tres a seis meses. Es por ello que hablar de cifras económicas en este trabajo, es tan complejo como las piezas únicas que fabrica. «Está claro que hay un precio por cada instrumento pero siempre es diferente. Mi trabajo oscila mucho. Hace un par de años, coincidiendo con un periodo de inestabilidad global, los encargos descendieron de forma significativa y lo que hice fue aprovechar el tiempo para crear un pequeño stock de guitarras románticas y barrocas. Por suerte, tuve que parar porque de nuevo se reactivó el mercado y ahora vivo una nueva etapa de crecimiento, con un flujo constante de pedidos internacionales», añade.

CLIENTES.

El trato personalizado con los clientes es otra parte esencial del oficio. «Algunos intérpretes me piden medidas muy concretas para mantener continuidad con instrumentos anteriores y otros, sin embargo, confían plenamente en mi criterio», explica Alexander Hopkins. «En ocasiones se producen procesos de colaboración que derivan en modelos nuevos, fruto del intercambio entre luthier e intérprete», añade.
Actualmente trabaja en la fabricación de varias violas de gamba, algunas de nogal y otras de arce, y alterna estos proyectos con pedidos puntuales de guitarras barrocas o instrumentos menos frecuentes. A veces construye varios ejemplares del mismo modelo al mismo tiempo, siguiendo un sistema que era habitual en los talleres históricos donde trabajaban varias personas. Él lo hace solo, pero asegura que el proceso le permite comprender mejor los patrones de construcción. Aunque acepta reparaciones puntuales, prefiere dedicar su tiempo a construir instrumentos desde cero. En su taller espera también una zanfona del siglo XVIII que le regalaron en estado muy precario y que estudia regularmente con la idea de restaurarla cuando pueda dedicarle el tiempo necesario.

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