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La mujer asesinada en Palma estaba aterrada: «Sé que Rafa me vigila, tengo pánico de lo que pueda hacer»

Sacramento, a la izquierda, en una imagen reciente con unas amigas. ‘Sacri’, como la llamaban sus amigas, había roto con Rafael hacía una semana.

| Palma |

«Te dejaste esto en casa, vengo a devolvértelo». Rafael Pantoja entró en Conforama a las 16.45 horas y se acercó a su expareja con una excusa: devolverle una fotografía que llevaba en las manos. Sacramento Roca, la víctima, le suplicó que se marchara. No vio el puñal que escondía el vigilante. En segundos, el maltratador la apuñaló hasta en once ocasiones. Dos de ellas, en el pecho y pulmón, mortales de necesidad.

Días antes, la empleada de Conforama tenía un mal presentimiento. Hacía una semana que había roto con su novio, aficionado al culturismo, pero tenía claro que no iba a ser una ruptura fácil. «Rafa me envía WhatsApps a todas horas. Incluso me ha pasado un mensaje en el que habla con una chica, para darme celos, y luego se disculpa y dice que me lo ha pasado por error», explicó angustiada ‘Sacri' a sus íntimas. Su ex, al que conoció de sus años de vigilante en Conforama, no llevaba nada bien que lo hubiera dejado y casi a diario acudía al establecimiento, para verla. Paseaba, silbando y haciéndose el despistado, pero Sacramento sabía que la estaba vigilando.

Denuncia

El sábado alguien pinchó sus cuatro ruedas del coche y ella supo, desde el principio, que era Rafa. El despechado. El que no aceptaba la ruptura. Pero no fue hasta el martes cuando interpuso una denuncia. «Ella era demasiado buena y no quería denunciarlo para que no perdiera su trabajo de vigilante», cuenta una de sus mejores amigas.

La policía investiga ahora si el motivo que ofuscó a Rafael Pantoja fue que le había llegado la citación judicial. Sea como fuere, el viernes el vigilante fue visto merodeando por la calle Lledoners, junto al colegio de las hijas de su ex. Buscaba a ‘Sacri', pero ella estaba en Conforama, en su caja, atendiendo a los clientes. Fue entonces cuando decidió entrar en el negocio, con la excusa de devolverle una fotografía que se había dejado en la casa que compartieron.

«Sal conmigo fuera, por favor», le rogó. Ella, aterrada, le suplicó que se marchara y le dio la espalda, para atender a los clientes. No vio que Rafael Pantoja sacaba un gran puñal y descargaba sobre ella su furia asesina: Once cuchilladas. Una le perforó el corazón, según reveló ayer la autopsia, y otra le atravesó un pulmón y le llegó a la columna vertebral. Ambas fueron mortales de necesidad. Luego, siguió ensañándose con ella. Hasta matarla.

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