Un estudio de Antònia Solomando, Antoni Sureda, Samuel Pinya y Francisca Pujol (Grup d'Ecologia Interdisciplinar de la UIB y Centro de Rescate de la Fundación Palma Aquarium, gestionado por el Consorci de Recuperació de Fauna de les Illes Balears-Conselleria de Medi i Territori) detalla la ingestión de plásticos por la tortuga boba (Caretta caretta) en Balears. El trabajo ha sido publicado en la revista Science of the Total Environment y es una importante aproximación estadística a esta problemática, pero va más allá al servir como señal de alarma ante la masiva presencia de plásticos en el mar.
Antònia Solomando, doctoranda en Biología Marina en la UIB, explica que «elegimos la tortuga boba como especie para el estudio porque es la más común del Mediterráneo. Siempre se ha hablado del impacto en las tortugas marinas de la ingestión de plásticos, pero no había muchos datos al respecto. El estudio abarca el período 2019-21 y se tomaron muestras de tortugas vivas y muertas. Concretamente, de 45 tortugas muertas, 27 –el 60 %– presentaban plásticos en su esófago, estómago o intestinos. En el estudio no determinamos si su muerte ha sido causada por los plásticos, sólo la presencia de los mismos en su tracto digestivo».
Solomando señala que «clasificamos las tortugas por tamaños: pequeñas, de 40 centímetros; medias, entre 40 y 70 centímetros; y adultas, de más de 70 centímetros. En las tortugas muertas hallamos una media de 12 partículas de plástico. El total de plásticos encontrados fue de 344, de los que 257 fueron localizados en el estómago».
Sobre los plásticos en tortugas vivas, la bióloga indica que «de las 67 con las que trabajamos, 45 excretaron plásticos, el 68 %, con una media de 9,7 partículas. Con una estancia de las tortugas vivas en el Palma Aquarium que osciló entre 11 y 151 días, tardaban entre 2 y 64 días en excretar los plásticos a partir de su ingreso. Una tortuga que llegó viva al centro murió en 24 horas por una obstrucción intestinal. En su interior había 98 piezas de plástico».
El trabajo incluso caracteriza los plásticos hallados en las tortugas. Así, Solomando comenta que «el 43 % de los plásticos hallados eran blancos y el 29 %, transparentes, lo que lleva a pensar, como siempre se ha dicho, que confunden estos materiales con uno de sus alimentos, las medusas. En cuanto a las formas, la mayoría son bolsas o láminas. También hemos comprobado los tipos de plásticos, siendo predominante el polietileno, en un 42 %, y el polipropileno, en un 33 %, que corresponderían, fragmentados, a embalajes y artes de pesca».
La bióloga indica que «en unos años, los principales impactos sobre las tortugas marinas han pasado de ser los palangres a los plásticos. Estos últimos ya son el mayor motivo de ingreso en el Centro del Palma Aquarium». Solomando se muestra contundente al afirmar que «ante esta problemática, no debemos esperar que las tortugas marinas evolucionen y aprendan a distinguir los plásticos para no ingerirlos. Debemos ser los humanos los que debemos aprender a gestionar correctamente nuestros residuos, de tal modo que no lleguen al medio terrestre ni al marino. La tortuga boba está actuando como especie centinela, es decir, nos está sirviendo como especie diana para estudiar el impacto de los plásticos. Evidentemente, lo deseable sería que no tuviera esa condición».
Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, la tortuga boba es una especie vulnerable, es decir, presenta una alta probabilidad de convertirse en una especie en peligro de extinción, habiéndose advertido una importante reducción en la población o una fragmentación o disminución en su distribución natural.