El turismo rural es uno de los segmentos más revalorizados tras el paso desolador de la COVID-19. La pandemia reconfiguró el orden de preferencias de los turistas y en las primeras reaperturas del sector en 2020 ya se percibía un creciente interés en las ventajas sanitarias que ofrecía el campo en términos de distanciamiento social. La experiencia caló lo suficiente entre los nuevos clientes como para que dos años después el turismo rural haya completado la mejor temporada de su historia.
La pandemia abrió nuevos mercados al turismo rural que han acabado por asentarse una vez que la crisis sanitaria ha permitido disfrutar de una temporada normal; la mayoría de segmentos vacacionales baleares ha luchado por aproximarse a las cifras prepandémicas, pero el turismo rural las dejó atrás hace tiempo.
Solo hasta el mes de octubre este segmento registró 368.846 viajeros, cifra que ya supone un récord absoluto: supera los registros de 2018 y 2019 de enero a diciembre (que en ninguno de los dos casos llegó a los 335.000). La diferencia, a falta de los dos últimos meses del año, ya es de casi el 12 %, según los registros del Institut Balear de Estadística (IBESTAT,) que agrupan tanto agroturismos, como hoteles y casas rurales.
El impulso de este tipo de turismo en 2022 se ha hecho más evidente conforme se llegaba a la temporada alta. En el tercer trimestre se registraron un total de 664.200 pernoctaciones, casi un 10 % más que en el mismo periodo de 2019. El visitante alemán había sido siempre el principal cliente de este segmento vacacional, hasta el punto de que se aproximaba al 50 % ya en los años prepandémicos. Entre los visitantes nacionales destacan madrileños, catalanes, valencianos y los propios baleares. El perfil predominante suele ser el de familias con niños. La piscina es obligada.
«Es una tendencia post COVID clara que ha funcionado muy bien de marzo a finales de octubre, con plena ocupación», señala Maria Gibert, gerente de la Asociación de Viviendas de Alquiler Turístico (Habtur). La asociación ha constatado también el auge que entre los alojamientos que oferta su sector han tenido las casas unifamiliares aisladas y preferentemente en fora vila. En similares términos se expresa Jordi Cerdó, presidente de la Federación de Estancias Turísticas Vacacionales (FETV) de Mallorca, que sitúa la media de ocupación en unifamiliares rurales en el 87 %.
El presidente de la Asociación Balear de Agroturismos y Turismo de Interior (ABATI), Miquel Artigues, asegura igualmente que la temporada «ha sido bastante buena, no nos podemos quejar». Además, el buen tiempo ha permitido que sus establecimientos pudieran acoger a un significativo volumen de clientes hasta mediados de noviembre. En los pequeños hoteles de los pueblos del interior se ha registrado la misma tendencia.
La guerra del agroturismo
Con todo, Artigues se queja de la incomprensión que padece su sector por parte de los legisladores. «La Administración tiene tendencia a uniformarnos con los hoteles, pero los agroturismos no nacieron con una finalidad puramente turística, sino para ayudar a hacer viables las explotaciones agrarias y revitalizar la economía de los pueblos de interior».
En ese sentido, reclama «una legislación menos cerrada, más laxa e imaginativa» que suavice las condiciones para los agroturismos. Con ese objetivo en mente, la asociación trabaja con expertos en la materia procedentes del mundo de la política y de la UIB para celebrar unas jornadas sobre la realidad de sector.