Las mascarillas dejan de ser obligatorias en los centros sanitarios, sociosanitarios y farmacias desde este miércoles tras la publicación del Boletín Oficial del Estado (BOE). En el documento se declara el fin de la emergencia sanitaria del Covid-19 y, por ende, el de la imposición de las mascarillas en cualquier espacio. Los usuarios del Hospital de Can Misses viven este histórico momento desde diferentes perspectivas.
«En un hospital hay muchos virus, así que siempre me la pondré», afirma Alexis. El hombre cree que llevar mascarilla en un centro de salud es importante, no solo para que él mismo minimice riesgos de contagiarse, sino también para «proteger a las personas vulnerables». En la misma línea se encuentra María, que prefiere «aguantar el calor y estar protegida» a quitársela. «Una vez fuera ya no se necesita. Por suerte yo no estoy mucho dentro», explica.
Por otra parte, sí que hay personas a las que llevar el cubrebocas les puede resultar muy molesto o incluso complicar la respiración. Es el caso de Catalina, que agradece enormemente esta medida: «Que sea lo que Dios quiera, pero yo no la quiero llevar». «Con el calor, andar con eso es un fastidio», opina Catalina, si bien indica que «la mayoría de la gente» dentro del hospital «sigue llevando la mascarilla». Cree que esto se debe a que el peligro por el virus se ha quedado grabado en las personas: «Ellos sienten miedo, se les ha quedado. Yo ya no. Que pase lo que tenga que pasar, pero yo no soy apta para las mascarillas porque me cuesta mucho respirar», expone la mujer.
«Estrenando el fin de la norma»
Javier, por su lado, se alegra de ver de nuevo rostros en un hospital: «Precisamente la mujer que me ha atendido estaba contenta porque ella ya no tenía que llevarla». «Yo creo que ha corrido la voz rápido. Hay mucha gente que no la lleva», se ríe el señor, que piensa que esto de las mascarillas no es más que otra experiencia en la vida. Es el primer día que se puede entrar al hospital y que te atiendan sin cubrebocas y él lo ha aprovecho «estrenando el fin de la norma».
Un poco más abajo del hospital está la farmacia Ignacio de la Cueva de Can Misses. Allí dentro, las trabajadoras todavía no se creen que puedan atender a los clientes sin ponerse mascarilla: «Salimos de detrás del mostrador y tenemos la sensación de ir al descubierto». La farmaceuta Carolina Ballester sonríe mientras explica lo que le han dicho algunos compradores habituales: «Una me ha dicho: ¡Ay, qué curioso! ¡Es que no te imaginaba con esa cara!».
Las farmacias han optado por ser un poco permisivas estos últimos meses con el tema de las mascarillas. «Para compras rápidas sí que hemos relajado un poco. Como ya nadie la lleva encima, había muchos despistados», comentan desde la botica. Ballester indica que están tan ilusionadas con el fin de las mascarillas que han puesto un gif en sus redes sociales celebrándolo. «¡Vamos a sonreír un poco más!», se despide.
Humo en las terrazas
El fin de la crisis sanitaria ha ocasionado que los fumadores de las Pitiusas ya puedan volver a encender sus cigarros en las terrazas de bares y restaurantes. Tras tres años de prohibición a causa de la pandemia, la entrada en vigor del último Real Decreto termina con esta medida extraordinaria relacionada con el Covid-19. En los bares de Vila «respiran» de alivio.
«No. ¿Sí? ¿Desde cuándo?», comenta una señora en la terraza de un bar. «Hoy he ido a la rehabilitación y no había nadie con mascarilla», responde su acompañante instantes después de apagar su cigarro. Las dos amigas no sabían que a partir de esa misma mañana podían volver a fumar en las terrazas, al menos sin riesgo a una multa: «Nosotras fumamos, pero procuramos hacerlo sin molestar a nadie».
Las dos mujeres consideran que a partir de ahora no tendrán que esconderse, y se preocupan por que les pongan cenicero de nuevo en la mesa. La del cigarro cree que la prohibición era un poco absurda: «¿En qué afecta el humo estando aquí o estando un metro más allá, de pie en la calle?». Asimismo, ambas quieren lanzar un mensaje: «Ya era hora de que nos dejaran de dar por saco a los fumadores».
En el bar de al lado está sentado Juan Miguel Marí, un fumador ocasional que también desconocía el cese de la prohibición. «Realmente hay tantas cosas que se pueden prohibir. A mí me molestan los perros y los patinetes y nadie les dice nada, pero si yo me fumo un cigarrito…», expone. El ibicenco está contento de que se pueda volver a fumar, pero aboga por «terrazas para fumadores y terrazas sin humo», para no molestar a nadie.
Marí confiesa que él, al igual que las dos fumadoras de antes, ha estado fumando en terrazas durante estos años: «Muchas veces, me separo un poquito de la gente, me giro a fumar y nunca me han enganchado». «Si prohíbes, si haces la ley, tienes que velar por que se cumpla», añade el señor, que concluye diciendo que en durante este tiempo jamás ha visto a una pareja de policías por el bar.
Por otra parte, no todos los fumadores están de acuerdo con que terminen las denominadas terrazas sin humo. «Yo fumo, pero a mí me viene bien que no me dejen», dice un hombre en la esquina de un bar del Parque de la Paz. «Creo que es era mejor para todos, tanto para los que fumamos como para los que no. Así no se molesta a nadie y nos ayuda en salud a nosotros», explica, con un café.
Desde Pimeef expresan que están contentos con todas las medidas que signifiquen volver a la normalidad anterior a la pandemia. «Hay mucha gente a la que le gusta fumar en las terrazas, si bien también hay personas que se han acostumbrado a que no ocurra. Nunca llueve a gusto de todos», expone Verónica Juan. La vicepresidenta de restauración de la federación no está al tanto de que haya bares o restaurantes que quieran seguir con la política de terrazas sin humo. «Sabemos de muchas personas a las que les costaba lo de no poder fumar en las terrazas, sobre todo después de comer», afirma Verónica Juan. Ella misma admite que «era un poco ilógico ver a gente levantarse e irse fuera a fumar, porque al final se ponían al lado de las mesas junto al resto». Por todo ello, Pimeef se alegra de que terminen las restricciones y espera que cada local imponga sus medidas de manera personal.