Se ha convertido en una referencia en su campo y sus trabajos y ponencias atraen cada vez a más personas necesitadas de su consejo. Nazareth Castellanos (Madrid, 1977) reside en Palma, pero su impacto traspasa fronteras. Licenciada en Física teórica (2002) y doctora en Medicina (2008) por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), posee un Máster en Matemáticas Aplicadas a la Biología y en Neurociencias por la Facultad de Medicina de la UAM. Sus investigaciones sobre la interacción entre el cerebro y otros órganos, calibrando su actividad electromagnética y la composición de microbiota con el objeto de estudiar los mecanismos biológicos de la regulación emocional y los que subyacen a la práctica de la meditación y el estilo de vida la convierten en una guía para personas de diferentes generaciones. Libros como Neurociencia del cuerpo o El espejo del cerebro son obras de referencia.
-Para ponernos en situación, ¿cómo definiría la neurociencia?
-Sería la rama que estudia qué hace el cerebro cuando nosotros estamos haciendo cualquier cosa. Es decir, cuáles son los mecanismos neuronales de nuestra conducta. Esa es la neurociencia a la que me dedico. Qué pasa en el cerebro cuando nos observamos a nosotros mismos. Qué pasa en el cerebro cuando nuestro estilo de vida es de una forma u otra. Lo que me resulta más apasionante es sacar conocimiento de la propia biología, cómo estudiar el cerebro nos puede ayudar a estar mejor.
-La relación entre cuerpo y cerebro resulta indiscutible en su marco de trabajo…
-A nivel neurocientífico, la ciencia moderna reconoce que el cerebro interacciona con el resto de los órganos. Es uno más y, por lo tanto, hablamos de una psicobiología distribuida por el cuerpo. Hablar de salud mental es hablar del cerebro, claro está. Pero es también hablar de corazón, del intestino, del estómago, de la postura corporal… todo en uno. Decía (Ramón) Llull ‘sin diferencia no hay concordia'.
-Ha sacado a colación la figura de Ramón Llull, y usted la relaciona con otro ilustre como Ramón y Cajal. ¿Cómo se concilian esas dos influencias?
-Ramón y Cajal era científico, pero también filósofo, y esa parte es la que recupero. Y en el místico, que era Llull, lo hago con su parte científica, pues fue uno de los pilares en establecer el método científico y las bases de esa computación. Ambos resaltan cómo podemos ser escultores de nuestro propio cerebro y nuestra sociedad o del mundo. Yo defiendo una ciencia que sea más humanista, que nos enseñe a conocernos, reflexionar y esculpirnos. Todo ello tiene una sólida base filosófica y científica. No pretendo que una figura dice lo que diga la otra, sino que dialoguen esas dos formas de saber.
-¿De qué manera el autocontrol puede ayudarnos a esculpirnos mejor o moldearnos?
-Tal es la influencia del intestino, por ejemplo, sobre el cerebro que la microbiota, es decir, los organismos que habitan en el intestino de la madre gestante, van a influir en el desarrollo emocional del niño hasta más allá de los 7 años. La dieta de la madre durante el embarazo influye en la regulación o la actividad de las áreas cerebrales más involucradas en la emoción del niño. De todos los estudios, me gusta que se engloban en el campo de la medicina preventiva. Y hablar de ello es hacerlo de estilo de vida. Mi divulgación se centra en el día a día. Pues que al hacer la comida, sea consciente de que tengo que buscar cosas buenas a nivel nutricional, pero que también van a influir en sus emociones o su cognición.
-¿El ritmo de vida actual es un argumento que dificulta poder poner en práctica estas acciones?
-Yo dirijo una tesis sobre la importancia de los mil primeros días, desde el momento de la gestación. Y una de las cosas que intentamos hacer es que haya más consciencia de que, en el caso de la madre embarazada, no sólo hay que cuidarla clínicamente. Sino que también hay que cuidarla en cuanto a la alimentación, cómo se encuentra, si tiene miedo, qué estrés puede tener… Todo eso se traduce a biología y está inculcándose a ese bebé que se gesta. No sólo es la parte orgánica, sino que también la psicológica debe mimarse. Que la medicina sea más integral. E intentar, a la hora de hacer la cesta de la compra, buscar alternativas, comparar productos y pensar que puede repercutir en mi salud mental. O respirar, por ejemplo. No sabemos hacerlo y es algo que está al alcance de todo el mundo. Nosotros hemos hecho los experimentos, en los que hemos medido los campos magnéticos del cerebro y las ondas de presión, hemos visto lo mal que respirábamos. Yo la primera y poco a poco voy aprendiendo. En la inspiración, se activan zonas del cerebro, en la exhalación se relajan otras. Cuando no he acabado de activarlas, ya las relajo y viceversa. La ralentización de la respiración en personas con discopatía ayuda a relajar factores inflamatorios y otros corporales. Y mejora la calidad de vida. Si quieres estar bien, tienes que trabajar el campo mental, pero también saber lo que pones en tu plato, saber cómo está la postura de tu cuerpo, respirar bien…
-Explíqueme lo de las corrientes cardiocentristas y las cerebrocentristas.
-Me inclino hacia ambas. Lo bonito es que, desde Descartes somos cerebrocentristas, pero aunque ahora el cerebro sigue en la jerarquía dentro de la psicología. Pero se contempla que no se podría ver esa actividad cerebral si no atiende a lo que pasa en el resto de los órganos. Hay un concilio en la comunicación corazón-cerebro.
-¿Cuál sería el manual perfecto para encontrar el equilibrio?
-El ejercicio físico es el primer protector del cerebro. Es el que más evidencias científicas tiene. Y para la microbiota. Quienes llevan una vida sedentaria, la tienen menos rica y eso afecta al sistema inmune, endocrino, hormonal… Y al nervioso, al cerebro. El intestino influye en el cerebro en la regulación de las emociones, en los mecanismos de aprendizaje, en la generación de nuevas neuronas… Para eso, la microbiota debe ser rica, diversa. Que haya comunicación y competencia entre las diferentes poblaciones de bacterias para que se autorregulen. Ahí, el ejercicio físico es el gran regulador.
-¿Y qué habitos recomienda?
-Para mí, dado cómo está la sociedad, si tuviera que incorporar un hábito sería el de moverse. Caminar, a buen ritmo. Mover el corazón, el ejercicio físico y aprender técnicas de relajación y descanso a lo largo del día. Y la meditación. Lo ideal es una salud integral, que incorpore ejercicio físico, una buena alimentación, incluyendo ambas la respiración, y luego una conducta: saber parar, observarse. Si no te escuchas, no sabrás gestionar tu propio cuerpo. Desde ahí, podrás saciar las necesidades de tu cuerpo.
-¿Qué perfiles acuden a sus conocimientos y a la neurociencia?
-De todo tipo. Me encanta que hay muchos adolescentes, que necesitan la mejor orientación. Y adultos, de todo tipo y perfil social y académico. Yo intento hablar para todos, ser asequible para todos ellos. Está en juego la salud de las personas y hay que ser transparentes.