El martes 17 de junio Palma despertó con la noticia de la muerte de una persona que se había precipitado desde la muralla de Palma cuando apenas pasaban unos minutos de las 7 de la mañana. Tenía 79 años. El suicidio ha sido durante siglos un tema tabú en muchos países, pero hay un tipo de autolisis especialmente silenciada que es la más frecuente en Baleares. Hablamos de los ancianos que deciden quitarse la vida en muchos casos como consecuencia situaciones de soledad.
En 2023 (último año del que existen estadísticas) se suicidaron 918 personas mayores de 65 años en España, de ellas, 14 se quitaron la vida en Baleares.
«A partir de los 70 años tenemos las tasas más altas de suicidio de todas las franjas de edad y muchas veces se da más atención a la conducta suicida de los jóvenes y nos olvidamos de este grupo vulnerable», explica Jennifer Prata, coordinadora del Grupo de Trabajo para la Prevención del Suicidio del Colegio Oficial de Psicología de las Islas Baleares (COPIB).
Las estadísticas del Observatorio del Suicidio en España demuestran que el riesgo de suicidio aumenta con la edad, sobre todo entre los hombres. Es un tipo de muerte silenciosa que no existe para buena parte de la sociedad, y sin embargo deja huérfanas a centenares de familias cada año. Los expertos avisan de que el nivel de riesgo está directamente relacionado con las situaciones de soledad. «Los datos de suicidios y de soledad en personas mayores son cifras que casi nadie comenta y sin embargo dan muchísima lástima, entre ellos los suicidios pactados entre personas mayores que acuerdan matar a sus cónyuges y luego matarse ellos», advierte Regina Frau Salas, directora del centro Avante, especializado en atención de día en Palma.
El colectivo de hombres de 80 años o más es el que tiene una mayor tasa de suicidio en España. 34,54 de cada 100.000 varones de esta franja de edad mueren mediante suicidio en nuestro país. La cifra en Baleares es algo inferior, de 22,6 por cada 100.000 varones de 80 años o más. «No es que las tendencias suicidas sean más frecuentes entre los hombres que entre las mujeres, lo que ocurre es que los medios que utilizan los hombres son más letales. Por cada hombre que se quita la vida hay tres mujeres que lo intentan», reflexiona la coordinadora del grupo de trabajo para la prevención del suicidio del COPIB.
Según las últimas estadísticas del Observatorio del Suicidio en España la tasa media de suicidios en Baleares fue del 7,12 por 100.000 personas en 2023, una cifra ligeramente inferior a la media nacional que se situó ese año en 8,52 por cada 100.000 personas. .
Las estadísticas demuestran que el riesgo de suicidio aumenta con la edad, 16,47 de cada 100.000 personas mayores de 79 años se quitan la vida en España. Son 34,54 de cada 100.000 hombres y 5,81 de cada 100.000 mujeres. En Baleares murieron por esta causa 15,5 de cada 100.000 ancianos de entre 80 y 84 años en 2023. A los que hay que sumar 17,357 de cada 100.000 personas de entre 85 y 89 años y 24,676 de cada 10.000 personas de 90 años o más.
Se observan importantes diferencias cuando los datos se analizan por provincias. Asturias es la que tiene una mayor tasa aunque también destacan las altas defunciones en provincias como Las Palmas, Granada, Soria, Bizkaia, Zamora y Segovia.
¿Cuáles son los factores de riesgo de conducta suicida? ¿Es posible prevenirlo? La coordinadora del Grupo de Trabajo para la Prevención del Suicidio de COFIB nos ayuda a entender por qué las conductas suicidas son mayores entre los ancianos. «Cuando una persona se jubila, en muchas ocasiones puede empezar a dejar de sentirse útil, junto con el diagnóstico de enfermedades que muchas veces implican discapacidad funcional, los problemas de visión, de audición y de control de esfínteres y sobre todo la condición de duelo por la pérdida de sus seres queridos (ya sean familia o amigos) son factores determinantes», analiza Prata.
A pesar de lo dramático de las cifras, España posee unas tasas de suicidio significativamente inferiores a las de otros países. Países orientales como Corea del Sur o Japón lideran sobre el resto, seguidos de los países exsoviéticos como Lituania, Latvia, Eslovenia y Hungría. Se calcula que el suicidio provoca 700.000 muertes en el mundo cada año, más que las guerras y los homicidios juntos y más que el cáncer de mama. En España fallecen por suicidio 11 personas al día, 4.116 en 2023, más del doble que por accidentes de tráfico.
Los que lo consuman son solo una pequeña parte de los que lo intentan. Se calcula que en 2025 se producirán unos 80.000 intentos de suicidio en España. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE) el suicidio es la segunda causa de muerte externa por detrás de las caídas accidentales con 4.116 fallecimientos en 2023 (un 2,6 % menos que en el año anterior).
El pasado 14 de febrero se aprobó el primer Plan de Acción para la Prevención del Suicidio (2025-2027) de España que define el comportamiento suicida como «un fenómeno complejo y multicausal». «Ahora que disponemos de ese plan es el momento de demandar recursos sanitarios y sociales y de prestar apoyo a las personas mayores. Es importante una sensibilización de la sociedad para dar valor a la experiencia de vida que aportan los más mayores. Hay que hacerles sentir más útiles y que no pierdan el sentimiento de pertenencia social», dice la experta.
El informe anual de la línea 024 de atención al suicidio en España registró 146.122 llamadas en 2024. Solo el 0,4 % de los usuarios que facilitaron su edad eran mayores de 79 años. Recibió 291 llamadas de hombres y 35 de mujeres. Un 0.1 % de los usuarios fueron atendidos en el chat en línea. De estos, un 1,9 % se atendieron en Baleares.
Estas cifras están muy alejadas de las tasas de suicidio de los mayores de 78 años lo que nos lleva a pensar que los ancianos piden menos veces ayuda cuando tienen pensamientos suicidas en su cabeza. De un tiempo a esta parte el Consell de Mallorca ha modificado sus políticas de atención a la tercera edad priorizando lo que se conoce como ‘programas de envejecimiento activo’ en lugar de apostar por la atención en residencias geriátricas.
Para Jennifer Prata el cambio de modelo sigue un «buen camino» porque «cuando la persona sale de su entorno conocido para ir a una residencia, generalmente se aísla y deja de tener contacto con vecinos, amigos y familiares. El problema es que para los que no son propietarios de una vivienda, permanecer en sus casas no es una opción fácil. «Con la crisis de la vivienda empeora la situación de todos los residentes en Baleares en general, pero para un jubilado puede ser aún peor, muchas veces sus pensiones son bajas y no pueden hacer frente al coste de los alquileres, cuando la realidad es que muchos viven de alquiler», dice Jennifer Prata. En verano, se suma un riesgo añadido: la pobreza energética. «Muchas personas no pueden tener un ventilador porque no pueden pagar la factura y lo pasan verdaderamente mal», reflexiona la psicóloga.
Aunque todos los días, con independencia de la estación, mueren personas por suicidio en España, «el calor puede hacer la vida más insoportable a las personas con conductas suicidas, ya que ni siquiera pueden estar relajadas en su casa». «El suicidio es un fenómeno muy complejo y multifactorial», concluye la experta.
Pues la cosa no va a mejorar en el futuro con una sociedad de personas sin familia, divorciados, sin hijos, sin hermanos, sin amigos y encima pobres. Gente que más allá del trabajo precario y el teléfono móvil no tienen nada más.