Sebastián tiene sólo cuatro dedos en la mano izquierda; pero eso no le impide ejercitar el área amputada constantemente para no perder movilidad. La muestra sin tapujos y no deja ver un sólo ápice de lamentos por lo ocurrido. Su mente está en otra cosa. En poder trabajar, en su mujer, en sus tres hijos de 14, 10 y 4 años y en el alojamiento temporal de seis meses en un albergue social de Palma que han logrado 'in extremis', poco antes de quedarse en la calle. Tras perder el dedo el pasado 25 de septiembre a causa de la maniobra del chófer de un bus del TIB (Transport de les Illes Balears) que quedó encallado contra una señal en Cala Vinyes, la vida no les sonríe; aunque mantienen la esperanza de que, por fin, todo cambie.
Sebastián se cortó el dedo índice de cuajo mientras intentaba ayudar al conductor del bus 105 a continuar la ruta. «Cojo ese bus habitualmente porque busco trabajo en la zona de Calvià. Ese día estaba ya de vuelta a Palma y a la altura de Cala Vinyes, vimos una ambulancia detrás nuestro. El conductor se apartó hacia la derecha y quedó encallado en una señal de tráfico. El chófer empezó a ponerse nervioso y se agobió. Yo estaba de pasajero pero he conducido profesionalmente durante años así que le ofrecí mi ayuda. Me bajé del bus y agarré el mástil de la señal para permitir el paso del vehículo. 'Tira hacia adelante', le dije. Lo hizo pero giró a la izquierda y me atrapó. No me dio tiempo a nada. Cuando miré, lo tenía colgando. Me había arrancado el dedo», cuenta el afectado con una entereza admirable.
Con el hueso fuera y su propio dedo en la mano, Sebastián aguantó el dolor todo lo que pudo. La ambulancia estaba atendiendo a una señora a la que le estaba dando un infarto. Llegó la policía pero tampoco repararon en su estado. Segundos después, pasaron dos patrullas de Protección Civil y una de ellas se dio cuenta de lo que ocurría. Fue trasladado a Son Espases y fue operado de urgencia en pocas horas. En una semana, la herida se había infectado y tuvieron que volver a intervenirle. «El dedo no se pudo salvar. No hubo forma. Pidieron información incluso a Burgos, que son expertos en amputaciones; pero no era posible injertarlo», explica.
Hicieron la reclamación a la empresa pero éstos les derivaron a la aseguradora FIATC, quien se encarga de todos los vehículos de TIB, para valorar la posible indemnización. «Aún no hemos recibido respuesta. Tampoco hubo atestado. Se está haciendo todo ahora. Sabemos que me corresponde una indemnización pero no sabemos ni cuánto ni cuando». Por ello, se pusieron en contacto con una abogada que está llevando el caso, Irene Lafuente, de Lafuente Abogados.
«Estamos a la espera porque, al parecer, la aseguradora está pendiente de determinar si procede indemnizarle o no. Una vez tengamos la respuesta, veremos cómo continuar. Si tomasen la decisión de no cubrir sus daños y determinan que no son responsables de lo que le ha ocurrido, valoraremos la vía judicial», aclara la letrada.
El problema es que Sebastián y Soledad, su mujer, no tienen tiempo. Este mismo fin de semana dejarán el piso en el que han estado viviendo durante tres años en El Terreno. Se hospedaron con un familiar y en febrero de 2024 hicieron la solicitud para los papeles, ya que Sebastián es nieto de un ciudadano español; aunque la pareja nació en Uruguay. El trámite se eternizó y aunque podría estar a punto de resolverse favorablemente; en todo este tiempo, no han podido trabajar legalmente ni optar a una vivienda.
Llegó a ponerles pegamento a los niños en los muros de la terraza para que no se sentaran
«La convivencia empezó a complicarse. Nosotros pagábamos el alquiler y los gastos de agua y electricidad pero esta persona se metía con nosotros y con nuestros hijos. Los niños llegaron a encerrarse en la habitación para no tener que verle. También tuvimos problemas con una vecina de la comunidad que no quería a los niños allí y llegó a ponerles pegamento en los muros de la terraza para que no se sentaran. Denunciamos lo ocurrido con esta vecina pero poco a poco también la relación con nuestro familiar se rompió del todo. Mi hijo mayor es autista de grado 1 y la tensión llegó a ser tal que pasó por una larga crisis y llegó a autolesionarse. Esto que estamos viviendo es muy duro. Y te juro que hemos hecho todo lo posible», cuenta Soledad con una sonrisa a medias dentro de la desesperación. Comparte la fortaleza de su marido.
Agradecen profundamente la ayuda que han recibido por parte de otros vecinos y de organizaciones como Cáritas, que les ha puesto en contacto con Sojorn, el proyecto social de la parroquia Mare de Déu de Montserrat, donde vivirán temporalmente. Aseguran que su familiar les ha tratado de 'okupas' y aunque entienden que quiera que desalojen la vivienda, no tenían ninguna opción. «Él dice que nos ha mantenido pero nosotros jamás hemos dejado de pagar ni un sólo mes. Es al revés, nos hemos hecho cargo de sus gastos», afirma Soledad. Ahora, al menos, se alejaran del núcleo tóxico en el que viven pero les preocupa el bienestar de sus hijos, «van al colegio en este barrio, no tenemos vehículo y tampoco sabemos cómo puede afectarle el albergue social a nuestro hijo mayor», expresan.
No nos hemos rendido, pero esto es durísimo
Por primera vez en la conversación, a Sebastián se le llenan los ojos de lágrimas. «Me siento culpable. Yo quise traerles aquí buscando una vida mejor y nos ha ocurrido todo esto», revela. Está recibiendo tratamiento psicológico para alejar esas ideas de su cabeza. Aún con todo en contra, siguen luchando. «En cuánto lleguen los papeles y se solucione el tema del seguro, tenemos muchas alternativas para reconstruir nuestra vida. No nos hemos rendido, pero esto es durísimo», admiten. Esperan con ansía un milagro navideño.
Seguro que todo sale bien. Lo que no entiendo es porque ese familiar que les ha ayudado durante 3 años no le advirtió de qñs vivienda en Mallorca está muy difícil. Es una isla y aquí ya no cabe nadie más...es la pura realidad.