Sonríe, incluso ríe. Desde el otro lado del auricular transmite felicidad. Y no es para menos. Ignasi Dalmedo (Maó, 1992) vuelve a sentirse deportista, once meses después. Ha recuperado el estado de ánimo del que disfruta de lo que desea. En su caso, del fútbol. Y esa sensación la ha canalizado desde dos vertientes, la propia como jugador que deja atrás una lesión grave y la generada por un club, el Binissalem, que pese a haberse pasado la temporada en blanco ha ofrecido la renovación al ariete, que por supuesto ha aceptado.
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