Rescatado por un gol de Diego Costa en el minuto 78, resolutivo en la prórroga con dos tantos y oportuno en cada error defensivo del Real Madrid, el Atlético de Madrid conquistó su tercera Supercopa de Europa (2-4), mejor en los detalles que un rival vulnerable, que tuvo el título en su mano.
Desde que marcó el 2-1 de penalti Sergio Ramos a media hora del minuto 90 y desde que se apropió del encuentro sin aparente respuesta del equipo rojiblanco, tan convencido quizá de su victoria que Marcelo se permitió un lujo innecesario, del que renació el Atlético agarrado a Diego Costa, a un gol directo al tiempo extra.
Su partido fue sensacional, por sus tantos, por su entrega, por su despliegue, porque sin él, probablemente, el éxito habría sido imposible, como sin el golazo de volea de Saúl Ñíguez en la primera parte de la prórroga, que desequilibró ya invariablemente un encuentro que sentenció instantes después Koke Resurrección, con la frustración del Real Madrid, derrotado en una final 18 años después.