El Mallorca cruza la puerta que marca el ecuador de la primera vuelta con la sensación de haber estado subido en una montaña rusa. Con 18 puntos -siete menos que la pasada campaña a estas alturas- en diecinueve jornadas, el grupo balear divisa la mitad del torneo con una sensación de mejoría tras un primer parcial irregular que llevó al conjunto de Aguirre a coquetear con el descenso -aunque nunca ha pisado la zona pantanosa- después de encadenar diez jornadas consecutivas sin lograr la victoria.
El duelo de anoche en el Santiago Bernabéu confirma la inercia positiva de un bloque que se presentaba en el feudo blanco con su mejor marca del campeonato: cinco jornadas sin doblar la rodilla. Apoyado en la recuperación de Antonio Raíllo, que se perdió más de tres meses de competición, Javier Aguirre parece haber encontrado la pócima que convirtió al Mallorca en la anterior campaña en uno de los equipos más sólidos de la Liga.
Si la ausencia del capitán afectó a la seguridad defensiva del equipo, la baja de Vedat Muriqi -lleva dos meses en el dique seco y todavía le queda al menos otro más- ha hecho daño en la vanguardia. Larin solo ha marcado un gol y Abdón Prats, al igual que Sergi Darder, parece haber perdido el rol de titular que adquirió durante una porción notable de esta primera vuelta.
El Mallorca destapó el torneo con un empate en Las Palmas, en un estreno esperanzador de Darder, que invitaba al optimismo. Las derrotas ante Villarreal -la única en Son Moix- y en Granada, acentuaron unas dudas que se disiparon con un triunfo en Vigo. Pero fue un espejismo. Después entró en barrena con hasta diez jornadas sin ganar que se quebraron con un triunfo ante el Sevilla. Otra victoria en casa ante Osasuna, aderazada con tres empates, extendieron la racha de imbatilidad. La buena imagen mostrada este miércoles en el Bernabéu invita a pensar en una línea ascendente que debe refrendarse el sábado día 13 -este domingo juega la Copa del Rey en Burgos- ante el Celta en la inauguración del remodelado Son Moix.