Entre agosto de 2002 y el mismo mes del 2003 saltó el boom del césped artificial en Menorca. Hasta siete campos cambiaron el arcaico e incómodo suelo de una mezclar de arena, tierra y grava por un delicioso tapiz verde que desembarcó prácticamente al mismo tiempo en Los Pinos, primer campo de la Isla en inaugurarlo, el municipal del Sami, Son Marçal, Ses Canaletes, Sant Antoni, el municipal de Es Castell y Sant Bartomeu, cronológicamente. Luego vinieron el resto.
Diez años después, aquella superficie que supuso el paso evolutivo más importante en el fútbol menorquín para utópicamente equipararse al nivel del resto de Baleares o de la Península muestra síntomas claros de que el tiempo ha pasado más negativamente de lo que debiera y su cuidado no está siendo el adecuado.
Por poner un ejemplo fácil de consultar en la hemeroteca, la obra del municipal de Ses Canaletes, que incluyó una grada cubierta, asfaltar toda la superficie donde se puso el césped y el propio tapiz costó 700.000 euros, de los cuales 120.000 los asumió el Govern y el Consell Insular, mientras que el resto corrió a cargo del Ayuntamiento. En el resto de campos los desembolsos fueron similares.
El mantenimiento de este tipo de instalaciones no es complicado. "En realidad consiste en ajustar la presión correcta del agua en el riego automático y distribuir de forma equilibrada el caucho por toda la superficie", explican desde la empresa Green Floor, que colocó el césped de Son Marçal. "Yo paso el cepillo por el campo una vez al mes con el coche, intentando distribuir el caucho de la mejor forma", explica Siso Seguí, cuidador de la instalación municipal de Ses Canaletes desde hace nueve años. Esta rutina de actuación se repite en la mayoría de terrenos de juego y es lo único que actualmente se puede hacer en la Isla ya que no se cuenta con una máquina que descompacte el suelo que sería lo idóneo.
Además de Green Floor, otra empresa que se encargó de nutrir a Menorca del verde manto artificial fue la actual Renotec Esport, que instaló los céspedes de los campos de Sant Lluís, de Maó y Es Castell, entre otros, a través de una Unión Temporal de Empresas con la constructora Juan Mora SA. El primer campo que se estrenó fue el de Los Pinos, el 2 de agosto de 2002, seguido por orden del terreno del Sami, el 8 de agosto, del Son Marçal, el 14 de septiembre, el de Ses Canaletes, el 26 de diciembre, el de Sant Antoni, el 8 de febrero de 2003, el del Atlético Villacarlos, el 17 de marzo, el del Ferreries, el 30 de agosto, el de Mercadal, el 8 de noviembre, el del Menorca, el 9 de octubre de 2004, el de la UD Mahón, el 11 de noviembre, el de Migjorn, el 17 de octubre de 2006, el de Fornells, el 17 de noviembre y el último, el anexo de Bintaufa, estrenado el 16 de enero de 2012.
"No cabe duda de que fue un paso fundamental en la mejora del futbolista, como pasar de un camino a una autopista, el paso más grande para mejorar", recuerda Elías Noval, actual coordinador de la UD Mahón y que por entonces ejercía en el CCE Sant Lluís. Coincide con él el jugador del Penya Ciutadella de Tercera, Berto Vaquero, que recuerda con nostalgia sus primeros goles en los campos de tierra. "Ojalá hubiese tenido césped con cinco años, las cosas hubiesen sido muy distintas, recuerdo que cuando íbamos a las fases baleares a los 50 minutos estábamos ahogados porque el campo era mucho más rápido y estábamos acostumbrados a la tierra", matiza.
A la hora de elegir superficies, la respuesta es unánime entre algunos de los actuales protagonistas del balompié menorquín. "El césped te garantiza que salvo condiciones meteorológicas extraordinariamente malas se entrenará o se jugará el partido", explica Juan Romero, técnico del CD Menorca regional. El delantero del CE Ferreries, Juanlu Sanz, añade que "lo mejor de todo es que se hace otro tipo de juego más vistoso y que cuando llueve la superficie no se vuelve irregular como pasaba con la tierra". El experimentado atacante que ha jugado en el Atlètic Ciutadella, Sporting Mahonés, CE Alaior, Norteño y Ferreries recuerda que en los campos de tierra "cuando pasaban un rastrillo para drenar un poco el agua quedaba el campo como un patatal, cuando se secaba había muchos baches y cuando no llovía era demasiado seco".
La tesis es fácil, el césped permite un fútbol mejor, pero ¿qué problemas ofrece este tipo de superficie? "El caucho se va gastando, cada vez tienes que poner más con lo que el campo se ve más negro y ensucia, las líneas como están instaladas a parte tienden a despegarse y hacen que el balón sufra irregularidades a la hora de rodar o que si el drenaje no es bueno, cuando llueve mucho aparecen bolsas de agua debajo del tapiz", contesta Siso Seguí. Este extremo lo comparte Noval, "se deben tener en cuenta la cantidad de agua que se utiliza para regar y la cantidad de caucho que se pone".
El campo del Atlético Villacarlos es uno de los que más negro se ve. Su presidente, Florencio Conde, tiene una explicación fácil y que pocos conocen: "Cuando se hizo la obra el césped que se compró fue un centímetro más corto que el del resto de los campos pero nos dieron el mismo tipo de caucho por eso la sensación es de que se ve más oscuro, no significa que haya más de la cuenta". El ex portero del RCD Espanyol y ex concejal de Deportes de Es Castell añade que "el Ayuntamiento, por entonces, se ahorró unos 12.000 euros, pero ahora lo estamos tratando para que dure un mínimo de cinco años más, aunque lo ideal sería cambiarlo dentro de dos temporadas".
Juanlu advierte que "el césped está muy mal en casi todos los campos, en el caso del Sami y del Penya son diferentes y están un poco mejor, pero en el resto como el del Atlètic o el Ferreries están realmente mal". "La trayectoria del balón es un drama, bota mal o no lo hace y el suelo es tan duro que acabas el entrenamiento con dolor de espalda", subraya Berto Vaquero, que recuerda "cuando estuve en el Peña Deportiva en Eivissa era una pasada, era como natural, allí antes tenían uno de primera generación que no gustaba a nadie y lo cambiaron por el de ahora que da el pego como si fuera auténtico".
Juan Romero, que también fue jugador de Tercera con el Sporting Mahonés, va más allá: "Lo mejor es que ha habido una evolución desde el primer césped, que era muy abrasivo y en lugar de caucho tenía arena, así como en las botas, al principio en Menorca había más lesiones porque los jugadores utilizaban unos tacos más altos propios de los campos de tierra y había más torceduras pero ahora las marcas han sacado multitacos y otras con tacos más cortos que mejoran el agarre".