Vuelve la épica de Nadal. Desde hace mucho tiempo se acaban los adjetivos para calificar las evoluciones de Rafael Nadal sobre una pista de tenis. Nadal llegaba a París tras retirarse en Roma. Durante el torneo ha ido de menos a más, pero este martes tenía el mayor escollo que un tenista puede encontrar al otro lado de la red: el serbio Novak Djokovic, quien venía de ganar en la Ciudad eterna y había solventado sus tres primeros partidos en París con una suficiencia aplastante.
Desde el primer punto de partido se vio que la batalla iba a ser épica. Nadal saltó a la pista a pecho descubierto, dispuesto a no guardarse nada desde el primer golpe. Enfrente, Djokovic capeaba como podía el temporal de goles del de Manacor. Una prueba de la dureza del encuentro es que el primer set. que terminó con 6-2 a favor del ‘manacorí', duró 51 minutos y el primer juego sobrepasó los 10.
Nadal ya dio en el segundo y tercer set contra Aliassime la sensación de que volvía a estar en las mejores condiciones posibles. En su juego, se supone que la derecha le va a funcionar, pero es en el revés, sobre todo en el golpe cruzado, donde puede marcar diferencias, y este martes le funcionó al principio a las mil maravillas. Djokovic intentaba golpes altos, pero no hacía mella en Nadal. Con 6-2 y 3-0 en el segundo set Nada no pudo mantener su servicio y colocarse con 4-0. Y ahí apareció el ‘monstruo' de Belgrado. Como muchos presuponían, el serbio apretó el acelerador en el meridiano de este segundo set y desarboló a Nadal con una variedad de golpes insultante: desde unos saques milimétricos a unos golpes de derecha y revés que eran obuses de precisión. Y al resto, una y otra vez su bola apenas botaba a escasos centímetros de los pies de Nadal.
El serbio igualó el marcador (6-4) y más de uno pensó, y con razón, que ahí había estado la clave del partido: el no haber aprovechado la ventaja y ponerse con dos sets a cero. Pero Nadal, por increíble que parezca, es aún capaz de sorprender y en el tercer set volvió a igualar las fuerzas con el serbio. La batalla era de poder a poder, cada golpe estaba lleno de fuerza y precisión a partes iguales. Como un mago, el de Manacor se sacó un par de reveses cortados al revés del serbio, que éste no pudo controlar y que le dieron a Nadal puntos clave para adelantarse en el marcador por otro 6-2.
Lo increíble es que se habían jugado sólo 26 juegos, pero habían pasado algo má de tres horas de partido, lo que daba una idea de la intensidad de cada golpe, de cada punto, de cada jueg y de cada set. No pintaban nada bien las cosas para los intereses del ganador de 21 grand slams al comienzo del cuarto set. El de Belgrado parecía recuperar de nuevo su instinto asesino y rompió el servicio de Nadal en el segundo juego. Es cierto que al haber empezado sacando Djokovic, la ventaja parecía más de lo que realmente era, pero no dejaba de ser inquietante que el serbio continuara con ventaja. Con 5-2 a su favor y saque de Nadal, el mallorquín conservó su servicio con facilidad. El siguiente juego era clave. Djokovic tuvo dos bolas para que el choque se fuera al quinto set, pero un fallo de revés del serbio y un gran passing de revés paralelo de Nadal hicieron que Nadal mantuviera sus esperanzas, que materializó con una gran derecha.
El cuarto set estaba igualado, pero no ganado. La batalla estaba a punto para alcanzar tintes épicos: nadie sabe qué hubiera pasado si se hubiera jugado un quinto set, y Nadal no quería llegar a ese punto, así que hizo lo que sólo los elegidos pueden hacer, que es mejorar aún más en el momento clave del encuentro. Djokovic no pudo aguantar las embestidas del de Manacor y el serbio parecía preguntarse de dónde era capaz de sacar fuerzas Nadal para devolver sus golpes. Con 1-6 en el tie break, aún el de Belgrado dio unos últimos zarpazos antes de caer derrotado por Nadal con un revés paralelo perfecto. La celebración, espartana: una sonrisa a su equipo y saludo frío con el rival. Lo mejor está por llegar. Ahora le espera el alemán Zverev, verdugo de Alcaraz, en las semifinales del próximo viernes.