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Víctor Madera: «Los menorquines han sabido conservar la esencia de su tierra»

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Nos juntó el destino «enmascarado» en el asiento colindante de un vuelo. Aún así le reconocí por su personalidad sosegada y tímida. Ayudaba a una señora francesa con sus dudas en entender los enlaces en su próximo vuelo, mientras al tiempo aupaba en el compartimento superior una maleta de otro pasajero. Ya sentado, le abordó con ilusión una antigua colaboradora suya que al reconocerle expresó su alegría.

Quedamos en vernos en Menorca y un buen día el matrimonio Madera me invitó a visitarles en una finca rural.

Me había perdido en los caminos campestres de Ciutadella y Madera salió a mi encuentro pedaleando. Parecía un chaval que había encontrado a su paso una bicicleta dejada por descuido apoyada en la pared de una tanca y salía raudo y veloz en auxilio. Pedaleaba rápido y miraba de vez en cuando hacia atrás a ver si le seguía.

En la casa un grupo numeroso de payeses preparaban la comida. El matrimonio Madera había organizado un encuentro con todos los que trabajan en las fincas que han adquirido. Todos han mantenido su trabajo y todos contribuirán a reactivar los cultivos y dar vida al campo de Menorca que le hace falta mucho más que un boca a boca.

¿Cómo conocisteis Menorca y qué os atrajo de ella?

—Hace muchos años vinimos en un viaje familiar. Nos llamó la atención la naturaleza y la conservación de sus playas. Es un rincón especial.

Esa imagen quedó en mi subconsciente y cuando volví años después se añadió a las antiguas impresiones, una nueva: la sensación de relajación total. Era como si el reloj se parara y pudiera volver de nuevo a relacionarme de verdad con la naturaleza.

Descubrí un patrimonio histórico y cultural abundante y de una belleza sutil y diferente. Me encantan los muros de piedra, sus barreras de ullastre y la visión de sus animales allí donde vas. La sensación de campo, historia y tradición. Puedo decir que me enamoré profundamente y que he contagiado a mi familia ese sentimiento.

El menorquín ha sabido conservar la esencia de su tierra a través de los años, algo que tiene mucho valor y que hay que intentar mantener.

¿Cuál es vuestro proyecto?

—Tenemos claro que hay que estar agradecidos a la vida por lo que nos ofrece, utilizarlo bien y generar riqueza, que no es lo mismo que enriquecerse. Creemos en la generosidad y en devolver, como poco, lo que uno recibe. La vida no tiene sentido si no la vivimos en observancia «al otro». Es nuestra filosofía de vida y que intentamos inculcar a nuestro hijos. Hay que pensar en las generaciones venideras. No es seguro que les dejaremos un mundo mejor pero al menos tener la tranquilidad de que hicimos lo posible, lo que está a nuestro alcance y sobre todo que ellos mismos persigan el mismo fin.

Entiendo que esta filosofía de vida es la que os movió a crear hace 12 años la Fundación Recover en África.

—Hemos de asumir la responsabilidad de la ayuda a las sociedades más desfavorecidas de una forma proactiva, generando con ellos un sistema de desarrollo no de limosna. Hemos de empoderarles en la salud y en la sanidad. El objetivo es construir hospitales, crear la telemedicina, la evaluación y el tratamiento de pacientes africanos en España así como la formación de profesionales africanos.

Madera, médico de formación, no es indiferente a la vida menorquina ni a los difíciles retos que nos marca la covid-19. Por ello y pese a su necesidad vital de pasar desapercibido, ha aceptado la invitación personal de Luis Alejandre a expresar su punto de vista en el Foro Illa del Rei que este año está llevando a cabo a través de las nuevas tecnologías de comunicación y de forma online. El tema del Foro «Menorca tras la covid-19» lo justifica. Víctor Madera es consciente de un antes y un después de esta pandemia que marcará una nueva forma de entender la sociedad, las relaciones y la vida.

El almuerzo sigue. El ambiente es distendido y animado. Tanto Madera como su esposa nos sirven y participan en la mesa. Les pregunto a los payeses por su perspectiva ante esta nueva etapa y claramente la ven con tremenda esperanza. Las fincas reviven, ellos mantienen sus trabajos y les da sentido. El campo cobrará su protagonismo. Se reconstruye la esencia.

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