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Elena Muñoz: «Nuestra salud depende de factores medioambientales y sociales»

Elena Muñoz Seco, en la Unidad Sanitaria de Es Castell donde ejerce de médica de familia | Gemma Andreu

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Elena Muñoz vive la pandemia del coronavirus desde su consulta como médica de familia en Es Castell. Como presidenta de la Societat Balear de Medicina Familiar i Comunitària (Ibamfic) valora todo lo que afecta a la pérdida de salud de las personas. En su participacion en el XII Foro Menorca Illa del Rei analiza los cambios que ya vivimos a raiz de la covid-19.

¿Alguien imaginaba la dimensión que adquiriría este virus?

—Son ya más de dieciocho millones de casos confirmados y 690.000 fallecidos en todo el mundo. Estamos aún inmersos en plena pandemia de covid-19, con cifras de contagio importantes en muchos países, aunque los porcentajes de ingreso en hospitales y fallecimientos han descendido considerablemente. El virus sigue circulando, pero logramos moderar los niveles de contagio gracias, por un lado, al distanciamiento físico y a otras medidas de higiene, y por otro, a la detección muy temprana, rastreo de contactos, tests, aislamiento y tratamiento. Los centros de salud y otros dispositivos de Atención Primaria, en coordinación con los equipos de Salud Pública, son actualmente los puntos de gestión neurálgicos de esta crisis.

¿Cómo se vivió a nivel sanitario en la Isla la primera ola de contagios?

—Afortunadamente, aquí no estuvimos cerca de saturar el sistema y se pudo prestar atención presencial o telefónica, domiciliaria y hospitalaria a todos los pacientes que lo precisaron, si bien con retos constantes para profesionales y gestores sanitarios. En los primeros días del virus hubo incertidumbre, provocada por la ausencia de guías clínicas claras o la escasez de material de protección. En pocas semanas se tuvo que replantear toda la organización en la atención sanitaria; de un día para otro dejamos de hacer todo lo que veníamos haciendo para empezar a trabajar como nunca lo habíamos hecho. Los algoritmos y las órdenes eran cambiantes, diariamente o cada 48 horas, y a medida que se conocían nuevos datos se creaban nuevos dispositivos o circuitos asistenciales.

¿Cómo es ahora este circuito asistencial en Atención Primaria?

—En los centros sanitarios se mantienen dos formas de acceso: el circuito «limpio» para pacientes sin sospecha de covid y el circuito respiratorio o «sospechoso» para personas con síntomas. De esta forma, existen zonas diferenciadas en los centros para cada tipo de paciente, igual que históricamente se hizo en los lazaretos, como el de Maó. En los centros de salud, debido al volumen de visitas (30-40 pacientes al día), se mantiene un sistema de filtro telefónico de las consultas, de forma que se resuelven telemáticamente todas las demandas que así lo ameriten, y se citan para atención presencial las que la precisen, derivando al profesional que mejor pueda dar respuesta al problema de salud planteado. Esta nueva forma de acceso al sistema sanitario, imprescindible para reducir el riesgo de contagios, obliga a los pacientes y a los profesionales a adaptarse a nuevos canales de comunicación y a cambiar las pautas a las que estábamos acostumbrados. Y esto ha generado inquietud e incluso descontento en algunos momentos.

¿Se ha valorado suficiente el papel de Atención Primaria?

—De todos los casos de covid-19 detectados durante el estado de alarma ingresaron en hospitales entre el 15 y el 20 por ciento, y el resto fueron manejados en Atención Primaria. Actualmente, la tasa de ingreso es aún menor, principalmente porque se detectan más casos, algunos en estadíos leves y la mayoría de pacientes, sin ningún síntoma. La pandemia también nos ha mostrado que necesitamos un sistema sanitario más fuerte, bien organizado, eficiente y preparado para eventuales pandemias futuras. Necesitamos más inversión en sanidad, sobre todo, en Atención Primaria, porque es la herramienta más eficiente para evitar contagios, infartos, ingresos por complicaciones, intervenciones innecesarias, etc. Y porque demuestra su excelencia en lo que evita, por ejemplo, una infección que de otra forma requeriría ingreso en hospital.

¿Qué acciones fortalecerían nuestro sistema sanitario?

—Nuevas inversiones y sistemas de información, cambios organizativos y procedimientos más eficientes. Pero eso solo no basta. Esta crisis sanitaria exige que los sistemas de salud prioricen las intervenciones que han demostrado efectividad y beneficios concretos para los pacientes. Una propuesta necesaria es evitar el «médicocentrismo» del sistema. Durante unos meses, hemos comprobado que no todos los malestares deben pasar por las manos del médico, sino que muchas demandas pueden ser abordadas también o exclusivamente por otros profesionales: desde el administrativo, la enfermera, la trabajadora social o el psicólogo, al fisioterapeuta, etc. Por otro lado, el autocuidado en los problemas menores y los cuidados informales de la familia o la comunidad siempre han sido una parte importante de la salud de las personas. Sin ellos, el sistema sanitario se colapsaría. En Menorca, creo que tenemos todos el deber de cuidar nuestro sistema sanitario; sigamos siendo prudentes en las demandas de atención y evitemos entre todos la sobremedicalización de la salud.

¿La medicina no lo cura todo?

—El brote pandémico ha sacudido brutalmente también la creencia de muchas personas de que la medicina lo podía solucionar todo. El dolor, la enfermedad y la muerte en este siglo habían pasado de ser asuntos propios de las personas a ser confiados ciegamente a los profesionales sanitarios como un problema técnico, con la creencia de que los médicos pueden solucionar todos los problemas de salud, incluso los de origen claramente social, el deterioro o el envejecimiento. El virus nos ha demostrado súbitamente que la medicina no lo puede todo ni es necesaria siempre ante un problema de salud. Durante los peores días de la pandemia, los pacientes cuidaron de sí mismos, de los profesionales y del sistema, aceptaron las limitaciones del acceso, valoraron la atención telefónica, agradecieron los cuidados profesionales aunque fueran escasos y en la distancia. Síntomas y problemas de salud menores que antes habrían provocado demanda de atención sanitaria, incluso urgente, se consideraron asumibles con autocuidados, y se aceptó con facilidad la estrategia de «esperar y ver», tan necesaria para discernir la importancia de un problema de salud y su necesidad de atención sanitaria.

También hubo problemas de salud que empeoraron.

—La protección de los más vulnerables, los pacientes crónicos o las personas dependientes, sean ancianos u otros, es un gran reto que no debemos olvidar cuando pase la pandemia. También los niños de familias con menos recursos y los inmigrantes con malas condiciones habitacionales merecen especial atención en estos momentos. Sabemos que tanto el propio virus como el confinamiento y la crisis económica posterior han tenido mucho más impacto sobre las clases socialmente más desfavorecidas.

¿Cuáles son los grandes retos sociales de futuro?

—Es el momento de reforzar los dispositivos de protección social, coordinando su gestión y sus recursos junto a los sistemas sanitarios, para una atención integral que no deje a nadie fuera. Organizar nuevos y múltiples sistemas de acceso y consulta sanitarias para las personas y diversificar la forma en que los pacientes pueden obtener solución a sus problemas de salud (recursos sociales, comunitarios, autocuidados, asociaciones o escuelas de pacientes). Sabemos que la salud de las personas depende y está interrelacionada con la economía, las condiciones laborales, el urbanismo, la solidaridad vecinal, los espacios verdes, el apoyo social y familiar, etc.

¿Qué necesitará para reconstruirse la Menorca postcovid?

—Los países más afectados han sido, grosso modo, aquellos más envejecidos, con grandes áreas urbanas densamente pobladas y una alta movilidad de sus habitantes, y con pautas sociales basadas en la cercanía física. Por tanto, Menorca tiene una cierta ventaja relativa de cara a una posible segunda o sucesivas oleadas de contagios, puesto que no tiene áreas urbanas densamente pobladas ni gran movimiento de población, fuera de la temporada turística. La detección precoz de casos y el rastreo y aislamiento de contactos es la única estrategia que por ahora ha conseguido contener los estallidos del virus. Particularmente en Menorca, los dispositivos de Atención Primaria y Salud Pública que realizan estas funciones se están mostrando suficientes, aunque mejorables, con el número de casos actuales. De cara a un futuro inmediato es necesario tener elaborado un plan de contingencia para el escenario de muchos más casos, que necesitaría mucho más personal para esas mismas funciones. Si la situación empeora, se tendrán que destinar muchos más recursos a esta tarea, reforzando la Atención primaria y también la Salud Pública, e incorporando nuevas tecnologíaas (como Apps) para el rastreo de contactos; previsiblemente en Balears, para este mismo mes de agosto.

¿El cuidado del medio ambiente también será clave?

—La pandemia nos ha recordado que los mayores condicionantes para la salud son factores sociales y medioambientales, más importante que los sistemas sanitarios. Aquí, en nuestra Isla, donde las condiciones medioambientales aún pueden ser preservadas, se debe apostar por un urbanismo sostenible, amable y promotor de la salud. También es prioritaria la producción y consumo de alimentos sostenibles y saludables, respetuosos con nuestro entorno. Trabajar buscando una Menorca que favorezca el estilo de vida saludable beneficia a los residentes, a los visitantes, a la salud y a la economía.

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