Las excavaciones arqueológicas no solo sirven para dar a conocer un bien histórico, sino que también proporcionan un bagaje cultural y científico de un valor incalculable. Y lo mejor es que algunas veces estas cosas aparecen por sorpresa. Sin buscarlas. Es lo que muchos llaman serendipia: encontrar algo cuando se está buscando otra cosa. Esto es justo lo que pasó con la sala hipóstila de Torralba d'en Salord, en Alaior, que ayer se reabrió a los visitantes.
Sorpresa
Normalmente, hablar de una sala hipóstila es hablar de edificios que se adosan a casas de la época postalayótica o segundad Edad del Hierro (550 - 123 a.C.) y que se utilizaron como almacén. Sin embargo, la de Torralba d'en Salord está aislada, cuenta con más columnas de lo habitual y está semienterrada.
En 2014, tras detectar que había riesgo de desprendimiento, y «por precaución», se decidió cerrar la sala e iniciar las peticiones de ayuda económica pertinentes para poder llevar a cabo las reformas necesarias.
Fue aquí cuando vino la sorpresa, pues lo que empezó como restauración de un techo terminó con el descubrimiento de una cueva totalmente enterrada.