Considerado como uno de los artistas españoles más representativos del denominado constructivismo geométrico, Eugenio López (Oviedo, 1951), instalado en Menorca desde hace cinco décadas, es una figura poco mediática pero de reconocido prestigio. Su obra está representada en numerosas instituciones y museos, entre ellos el Museo de Bellas Artes de Asturias o el Museo Es Baluard de Palma de Mallorca.
Rememora el artista como a principio de los 70, en el puerto de Barcelona, se encontró con dos barcos a punto de zarpar: «Uno, lleno de gente, iba a Eivissa; el otro, casi vacío, a Menorca. Me atrajo el hecho de que casi nadie viniese aquí. Recuerdo la llegada al puerto de Maó en una mañana luminosa, de una quietud extrema, irreal, mágica».
Con la perspectiva del tiempo, relata ahora como en la Isla encontró «la tranquilidad, el tiempo, y la distancia para vivir al margen», aunque por otra parte dice que «el esfuerzo ha sido considerable para organizar el transporte de las exposiciones y los viajes». En Menorca ha encontrado su sitio, pero «echo de menos» que no haya un museo de arte contemporáneo, «como en las otras islas. Lo propuse más de una vez. Creo que sería una apuesta cualitativa de gran impacto cultural y turístico», reflexiona.
López está de actualidad porque acaba de sacar a la luz uno de sus últimos trabajos: «Sin título 2 - (a les taules de l'illa)». Composición que consta de cinco obras gráficas, inspiradas en la taula, «megalito por excelencia de la isla de Menorca», recuerda, e «interpretadas en clave geométrica, minimalista, como un acorde, donde la primera figura, apenas identificable, va progresando en número de elementos hasta hacerse más reconocible en la última composición», explica.
Cuando se le pregunta por el mensaje dice que es el que se deriva de «la contemplación de cada una de las estampas y de su resolución plástica, por tanto, abierto, subjetivo». López entiende la geometría de sus obras como algo «absolutamente» poético. «En estos momentos la geometría monocroma, minimalista, se reafirma como espacio de reflexión, de descanso de la mirada, de silencio, diría que su contemplación resulta terapéutica. Me viene a la memoria la sentencia de Platón: ‘No entre aquí quien no sepa geometría'», concluye.