Las exposiciones del menorquín Cristòfol Pons tienen nombres tan largos como profundos y analíticos pretenden ser los mensajes que reflejan sus obras sobre el mundo en el que vivimos. Tras estrenar el pasado verano la exposición «Es esa radicalidad la que agita mi espíritu e impide la indiferencia», que exhibió en su Ciutadella natal, desde el pasado viernes muestra en la galería palmesana Kaplan Projects un montaje que ha bautizado como «Necesariamente tiene que ser una utopía».
Un conjunto pictórico que está compuesto por nueve obras de nueva creación, pintadas expresamente para un montaje especial, ya que supone su primera exposición individual en Palma. Una colección artística continuista en lo estilístico, colorida y que bebe de referencias próximas al universo en el cómic, y con un mensaje, se puede decir, que combativo.
El resultado, avanza, es fruto de «la misma línea de investigación». Un trabajo en el que está embarcado que consiste en «indagar sobre los procesos revolucionarios como único mecanismo de oposición real al sistema». El pintor confiesa que está orientado en «la línea de desmitificación de los procesos revolucionarios y utópicos, dos palabras con una carga muy potente que han ido cogiendo un carácter negativo con el paso de los años».
Para alguna de sus nuevas creaciones, el autor ha tomado como punto de partida una frase del filósofo surcoreano Byung-Chul Han, que viene a decir que «la crítica al sistema a día de hoy está totalmente permitida, pero lo que está absolutamente desactivado es su oposición». Una idea sobre la que Pons invita a reflexionar.