Las tormentas poseen gran poder simbólico. Son un elemento transformador y tienen el misticismo de salir de ellas distinto a como se entró. La capacidad de renovación de la lluvia y la energía de relámpagos y truenos hacen renacer a cualquiera, como en Cadena Perpetua, o dar vida, como en Frankenstein. También son un catalizador de pena, como en Mystic River, o poseen la fuerza para encontrar el camino a casa en Regreso al futuro. Por ello, aquí van algunas recomendaciones cinematográficas para un día de verano pasado por agua.
De tempestades famosas, como la más grande de la historia de La tormenta perfecta o la apocalíptica de El día de mañana, a otras más modestas, pero vitales para sus tramas como Jurassic Park, que libera a los dinosaurios al desactivar las alambradas del parque.
La incesante lluvia también puede ser un personaje más de la trama, como vemos en Sin City, Seven, Dark City o Shutter Island o incluso un accesorio de un personaje icónico como el Batman de Nolan en El caballero oscuro o el de Reeves en The Batman.
La tormenta puede ser el principio de un viaje, como el de Arlo, o en el clásico El mago de Oz y la terrorífica It, pero también significan la catarsis final de un apoteósico trayecto, como en Origen o incluso suponer el final de todo un mundo, el de la imaginación, como en La historia interminable.
La lluvia no tiene por qué ser vital, pero hace una escena más memorable. Si tienes una escena de pelea y quieres que sea épica, métele lluvia. Lo vemos en Los siete saumráis, en Matrix y, claro, en uno de los finales más épicos y lluviosos del cine: Blade Runner.
Y, claro, la lluvia no puede faltar en los besos icónicos de El díario de Noa y en uno de los más icónicos de las pelis de superhéroes: Spider-Man. Y si alguien se cansa de tanta tormenta puede darse una vuelta e imitar a los Doors en Riders of the Storm en la calle. Eso sí, si lo hace, que sea Cantando bajo la lluvia.